miércoles, 10 de abril de 2024

FORDMANÍA 3

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE (1962) de John Ford
       

       
Tras dirigir infinidad de westerns, John Ford se despide del salvaje oeste con esta obra maestra de madurez, en la que nos muestra cómo la ley y el orden, provenientes del este, trajeron el progreso y la civilización a los indómitos territorios fronterizos, que aún permanecían regidos por la ley del más fuerte. Y para que esa transición fuera posible, hicieron falta leyendas y el sacrificio de los hombres intrépidos que las crearon.
       
       El veterano senador Ransom Stoddard (James Stewart) y su esposa Hallie (Vera Miles) regresan a Shinbone, para asistir al funeral de Tom Doniphon (John Wayne). Interrogado por la prensa local acerca de la identidad del fallecido, Ransom les cuenta la verdad sobre su amigo: Recién licenciado en derecho, Ransom llega al oeste y es asaltado brutalmente por el bandido Liberty Valance (Lee Marvin) y sus secuaces. El rudo vaquero Tom Doniphon encuentra a Ransom malherido en el desierto y con ayuda de su leal Pompey (Woody Strode) lo lleva a la ciudad para que Hallie (Vera Miles), camarera del restaurante de los Ericson, lo atienda. Peter Ericson (John Qualen) y su mujer Nora (Jeanette Wolan) lo acogen bajo la protección de Tom. Y, una vez restablecido, Ransom, mientras trabaja en el restaurante como lavaplatos, busca la manera de encarcelar a Liberty. Tom nota la complicidad surgida entre Hallie y Ransom, pero está tan convencido de que Hallie se casará con él, que sigue ampliando su casa para ella. Liberty Valance vuelve a atacar a Ransom y cuando Tom sale en su defensa, el mismo Ransom impide que lleguen a las armas. Tom aconseja a Ransom marcharse de la ciudad, pero Dutton Peabody (Edmond O’Brien), dueño del periódico local, le ofrece trabajar en su oficina; Ransom se queda y comienza a ejercer de maestro voluntario en el pueblo. En sus clases, Stoddard transmite a sus alumnos la importancia de votar en las próximas elecciones para elegir a un delegado que defienda en Washington sus derechos frente a los ganaderos. Pero cuando Liberty, del lado de los ganaderos, asesina a algunos granjeros, se suspenden las clases por temor a sus represalias. Peabody decide publicar los crímenes de Liberty y advierte a Hallie de que Ransom se está entrenando con el revólver. Hallie, temiendo que quiera enfrentarse a Liberty, corre a pedir a Tom que lo proteja. Éste, celoso, humilla a Ransom demostrándole que es un novato con el revólver. Durante las elecciones Ransom y Peabody son elegidos; Liberty amenaza a Ransom con matarle si no abandona la ciudad y destroza el periódico dejando malherido a Peabody. Ransom, entonces, decide enfrentarse a Liberty. Hallie envía a Pompey a buscar a Tom, pero antes de que llegue, se produce el duelo y aunque Ransom resulta herido, consigue matar a Valance. Mientras Hallie cura al herido, el cariño de ambos sale a relucir y Tom comprende que ha perdido a Hallie. Destrozado, incendia la casa que estaba ampliando para ella. La fama por haber matado a Liberty Valance empaña la candidatura de Ransom en la convención territorial y éste decide abandonar. Pero Tom logra tranquilizar su conciencia desvelándole quién mató en realidad a Liberty Valance.



       Ford compró los derechos del relato homónimo de Dorothy Johnson, en que se basa el guión, con la intención de que James Warner Bellah y Willis Goldbeck escribieran su adaptación para el cine. Ambos escritores realizaron un magnífico trabajo componiendo un western atípico —en el que hasta el clásico duelo se convierte en un duelo a tres— sobre la evolución del estilo de vida de las comunidades del oeste americano. La estructura de este western se apoya en dos triángulos narrativos, uno amoroso, en el que Hallie tendrá que elegir entre Tom y Ransom; y otro de violencia, en el que Tom tendrá que elegir entre matar a Liberty Valance o dejar que éste mate a Ransom. Ambos elegirán el progreso, la ley y el orden, o sea, a Ransom. Tom comprende y asume la elección de Hallie, porque él mismo opta por defender a Ransom y lo que él representa para la ciudad y sus habitantes.


       Ford supo desde el principio que relatar el proceso de civilización del oeste requería de interiores y de una narración intimista, donde la palabra se impusiera a la acción. Del mismo modo que la conquista del oeste demandaba escenas de acción en grandes extensiones de desierto, el nacimiento de la nación americana precisaba de interiores; restaurantes, cocinas, salones, oficinas, escuelas… Y, en general, cualquier espacio en el que los ciudadanos realizaran sus actividades cotidianas. El triunfo de los libros sobre las balas requería, además, una narración llena de diálogos, de miradas, de silencios, de sombras, de sentimientos ocultos, de miedos y de mentiras.
       También comprendió Ford que la historia que iba a rodar demandaba el blanco y negro, porque era la narración melancólica de una época de leyenda que llegaba a su fin. El atractivo de lo salvaje, de la aventura, de la vida indómita desaparecería con la llegada del ferrocarril, de la democracia, de los hombres de leyes y de la organización social y política; pero permanecería para siempre, como una añoranza de libertad, en el corazón de los ciudadanos americanos. Esa nostalgia pedía a gritos una fotografía en blanco y negro, pese a la oposición del estudio y del director de fotografía, William H. Clothier, que trataron en vano de imponer a Ford el color: «¡Maldita sea, vamos a hacerla en blanco y negro! ¡No tiene que ser en color!» La fotografía final llena de claroscuros, de sombras y de primeros planos es de una conmovedora belleza, la belleza que merecía el adiós visual de Ford al mito americano del lejano oeste.


       Entre los recursos cinematográficos que Ford solía emplear en sus películas, hay que destacar en este film su insuperable talento para dinamizar cualquier secuencia y convertirla en una auténtica obra de filigrana narrativa, llenándola de pequeñas acciones, o sub-acciones, que suceden en el mismo plano que la acción principal y que aportan espontaneidad y dan vida a la acción. Ejemplo de ello es la acción protagonizada en segundo plano por el tonto del pueblo y su padre en la convención territorial: el hijo chupa una piruleta mientras escucha los discursos; su padre, al verlo, se la quita de las manos y, enojado, la tira al suelo; pero el hijo tiene un montón de piruletas escondidas y cada vez que su padre le tira una, saca otra y se pone a chuparla otra vez. Estas sub-acciones dan testimonio del talento de Ford como artesano cinematográfico, en cuya filmografía cualquier personaje, por secundario que fuera, tenía su importancia y quedaba perfectamente definido, tanto a nivel externo como interno. Tal es el caso del negligente y cobardica comisario Link Appleyard (Andy Devine), muestra viviente de la absoluta ausencia de ley y orden en la ciudad. Ford retrata con humor al comisario, convirtiéndolo en un glotón y un bufón, para subrayar que el cargo no era más que simbólico, puesto que en el oeste la ley no era más que un chiste.


       «Ransom: Pues bien, voy a presentar la denuncia y a cuidar de todos los detalles legales. Y la verdad es que usted posee jurisdicción, según dice aquí. De forma que la próxima vez que se presente en esta ciudad, usted lo arrestará.
       Link: Lo que usted diga, señor Stoddard. Me voy a desternillar de risa. ¿Ha dicho usted arrestar? ¿A quién ha dicho?
       Ransom: A Liberty Valance.
       Link: ¿Arrestar a Liberty Va…? ¡¿Ha dicho usted Liberty Valance?! Ahora que empezaba a recuperar mi apetito…»

       La riqueza simbólica del arte visual y narrativo de Ford inunda el film de momentos de una gran profundidad, cargados de emoción y significado. La renuncia de ambos protagonistas masculinos a todos sus sueños queda plasmada, así, en gestos tales como el de Ransom cuando, ante la inminente amenaza de Liberty, borra de la pizarra de la escuela la cita: «La educación es la base de la ley y el orden»; o cuando el mismo Ransom arranca de la pared y arroja al suelo lo que queda de su letrero, «Ransom Stoddard, licenciado en leyes», después de que Liberty lo haya destrozado a balazos. Con estos dos momentos, Ford nos anticipa que Ransom está a punto de renunciar a su empeño de pararle los pies a Liberty sin usar la violencia.

       «Hallie: Ransom, después de todo lo que nos has enseñado, ¿cómo puedes pretender ahora que claudiquemos?
       Ransom: Ya has oído lo que ha dicho Tom. Cuando amenaza la fuerza, entonces, de nada sirven las palabras.»


       Del mismo modo, el momento en que Tom incendia la casa que estaba ampliando para casarse con Hallie simboliza que está renunciando a su único sueño, formar una familia con la mujer que ama. Tom está quemando sus naves y rindiéndose ante su rival. Como vemos, Ransom, el soñador, se estrella contra la dura realidad del oeste y Tom, el realista, se estrella contra los sueños de un nuevo estilo de vida, en el que los hombres como él ya no serán necesarios. Por su parte, Hallie tendrá que renunciar a Tom para formar parte de esa nueva civilización. El desencanto que inunda el corazón de los tres protagonistas impregna toda la película de una melancólica tristeza por todo aquello que no pudo ser y por todo aquello a lo que tuvieron que renunciar en pos de una sociedad mejor.

       «Hallie: Usted sabía que yo quería venir aquí, ¿no es cierto?
       Link: Usted dijo que quería ver los cactus en flor. Allí está su casa. Bueno, lo que quedó de ella. Rodeada de flores por todos lados.
       Hallie: No pudo jamás terminar aquella habitación, ¿no es verdad?
       Link: No. En fin, usted lo sabe muy bien.»

       Pero no solo las acciones de los personajes están cargadas de significado, también el simbolismo de determinados objetos es empleado por Ford para representar cada uno de los temas que aparecen en el film: el látigo de Liberty Valance, simboliza la ley de la fuerza; la diligencia cubriéndose de polvo en un almacén, simboliza el pasado indómito; la flor de cactus, simboliza la belleza del desierto y el corazón de Tom Doniphon, capaz de florecer entre espinas.


       La anticipación es otro de los recursos empleados por Ford para hacer avanzar la historia, creando expectativas en el espectador respecto a lo que va a suceder. Por ejemplo, Peter Ericson anticipa que Tom puede perder a Hallie, desde el momento mismo en que Ransom aparece en sus vidas.

       «Nora: Hallie será una esposa maravillosa para el hombre que se case con ella.
       Peter: Sí, para el hombre que se case con ella. Si Tom Doniphon es inteligente, le planteará la cuestión a Hallie antes de que llegue alguien y le eche a perder todos sus planes.»

       Otra anticipación, ya empleada por Ford en La diligencia, que también aparece en el film, es la de la famosa jugada de póker llamada mano del muerto (ases y ochos), considerada de mal augurio, que anticipa la muerte de Liberty Valance en el duelo.

       El simbolismo y la anticipación eran herramientas frecuentes en el cine de Ford, porque en sus películas lo importante era lo no dicho, el subtexto, los sentimientos ocultos, todo aquello que se escondía bajo el sentido del humor, la amistad, el valor, la bondad, la generosidad, la caballerosidad… Todos temas recurrentes en el cine de Ford.

       En este western nostálgico, Ford escenifica los inicios de la democracia americana cuando ésta aún andaba en pañales y cuando el mejor candidato posible era un representante de la ley, cuyo valor hubiese quedado probado; es decir, un político con los atributos de un héroe; o, como en el caso del film, un político respaldado por un héroe en la sombra. Ford ilustra en el film cómo el oeste se civilizó gracias a hombres tan contrapuestos como Ransom Stoddard y Tom Doniphon; hombres que se complementaban para hacer frente a la resistencia de los que, como Liberty Valance, se aferraban al despotismo feroz de imponer a los demás su propia ley.


       «Liberty: Sois muy valientes cuando estáis juntos, pero no votéis ahora algo de lo que luego os arrepentiréis cuando estéis a solas.»

       El nuevo oeste necesitaba lo mismo que sus mujeres, hombres cultivados que trajeran el progreso a sus ciudades y hombres duros dispuestos a sentar las bases para que ese proceso fuera posible.

       «Doctor: ¡Eh, Tom! Lo que necesitamos es autoridad. Nos hace falta un hombre que sepa imponerse.
       Tom: Estoy de acuerdo con usted, doctor.»


       Hallie se debate entre su cariño por el indómito y resolutivo Tom, que vive el presente, y su fascinación por Ransom, el hombre de leyes, educado y caballeroso, que aspira a un futuro más justo y pacífico. Hallie no se engaña, sabe que Ransom es testarudo y valiente, pero que sus palabras no tienen nada que hacer frente a las balas. También sabe que Tom tiene todas las cualidades de un héroe, aunque no lo parezca por sus rudas maneras, su carácter autoritario y su físico algo primitivo. Ella necesita las cualidades de ambos hombres, lo mismo que el oeste necesita orden y fuerza para crecer. Tom Doniphon y Ransom Stoddard representan dos personajes habituales en la filmografía de John Ford: el independiente hombre de acción, necesario para conquistar el oeste y el responsable ciudadano, necesario para civilizarlo. El hombre del este frente al hombre del oeste. El intelectual y el soldado trabajando juntos para hacer posible la nación americana; dos rivales que se respetan y se admiran, aunque no sean capaces de ponerse de acuerdo. Hallie elige el futuro que Ransom representa, pero toda su vida mirará con nostalgia al pasado, al hombre que renunció a todo para que ella fuera feliz.

       «Tom: Fue un asesinato a sangre fría, pero no me remuerde la conciencia. Hallie es dichosa. Quería que tú vivieras.
       Ransom: ¡Me… me salvaste la vida, Tom!
       Tom: Mejor hubiera sido no hacerlo. Ahora Hallie te pertenece. ¡Entra de nuevo ahí y acepta el nombramiento! Tú le enseñaste a leer y escribir. Ahora dale la ocasión de que tenga sobre qué leer y escribir.»


       Después del sacrificio de Tom, resulta reconfortante para el espectador comprobar que el fantasma de Tom Doniphon siempre se ha interpuesto entre Hallie y Ransom; que su felicidad siempre ha estado empañada por una mentira; y que ninguno de los dos ha podido enorgullecerse de los logros políticos de Ransom, porque sin Tom nunca hubieran sido posibles. En aquella época, la aceptación por parte del pueblo de hombres, como Ransom, capaces de hacer progresar la sociedad americana, exigía que se les rodeara de un halo de leyenda semejante al de los ídolos del salvaje oeste. Y toda leyenda precisa de un hecho insólito realizado por un héroe y magnificado por la admiración de toda la comunidad. Tom tuvo la oportunidad de convertir a Ransom en el héroe que la región necesitaba y no dudó en hacerlo. Y Ransom aprovechó esa oportunidad para contribuir con su esfuerzo a crear una sociedad legal, a la que dedicó toda su vida.

       «Ransom: Oh, gracias, Jason, gracias. Escribiré una carta a la dirección de este ferrocarril dándole las gracias por la amabilidad de todos sus empleados.
       Jason: No… Lo hacemos muy a gusto. Lo hacemos todo muy a gusto por el hombre que mató a Liberty Valance.»


       Leyendas aparte, el simple acontecimiento de que la eterna lucha entre granjeros y ganaderos se tratara de solucionar mediante unas elecciones  algo nunca visto en un western— constituía ya una prueba de que la civilización estaba llegando al oeste y de que nada iba a detenerla. Y aunque Ford presenta este avance como un acontecimiento positivo, eso no le impide mostrarnos su desconfianza hacia la actividad pública, siempre apoyada en falsedades o en verdades a medias. Para Ford, no sólo la carrera política de Ransom se apoya en una mentira, sino que es la política misma la que se sirve de toda una puesta en escena y de un montón de patrañas para embaucar al pueblo. En la secuencia de la convención territorial, el comandante Starbuckle (John Carradine) inicia su disertación con el gesto de arrugar y tirar al suelo su discurso, alegando que no es momento de oratorias sino de hablar con el corazón. Pero el doctor Willoughby (Ken Murray) recoge con malicia el papel comprobando que está en blanco; a partir de ese momento, no deja de mirar al orador con reproche. Pero quizás lo que más desprestigia a la clase política, en el film, sea el hecho de que Ransom se sienta incapaz de acudir al congreso con las manos manchadas de sangre, pero en cambio, no duda en hacerlo apoyándose en una conveniente mentira, que, por otra parte, no puede desvelar porque sería señalar a Tom como asesino. Sólo a la muerte de éste, animado por Halley, Ransom se decide a contar la verdad, pero, finalmente, la propia importancia política de Ransom Stoddard le hará comprender que en el oeste las leyendas son más necesarias que la verdad. Obligándole a seguir manteniendo viva la mentira con la que ha tenido que cargar toda su vida.

       Pero, si bien, Ford parece desconfiar de la política, en cambio, parece sentir cierta admiración por el mundo del periodismo, cuya influencia en la sociedad considera decisiva a la hora de hacer avanzar a una comunidad hacia un futuro más libre y justo.

       «Peabody: Yo… Yo soy un periodista, no un político. No. Los políticos son los que me dan trabajo y yo los creo y los derribo. Pero yo no quiero ser uno de ellos, no podría serlo, me destruiría a mí mismo.»


       Representado en el film por la figura del heroico periodista Dutton Peabody, interpretado con cierta grandilocuencia por el veterano Edmon O’Brien, el cuarto poder contribuye a acabar con la tiranía de Liberty Valance, denunciando sus crímenes en primera plana; concienciando a los ciudadanos de la importancia de su voto y haciendo despegar la carrera política de Ransom.

       «Peabody: Buen pueblo de Shinbone, yo… Yo soy vuestra conciencia, yo soy la débil voz que truena por las noches, vuestro perro guardián que aleja a los lobos, yo soy vuestro padre confesor, yo soy… Yo soy… Yo… ¿Qué más soy?
       Tom: ¿El borracho de la ciudad?»

       El valor de Peabody como periodista es similar al de Ransom como abogado, ambos desempeñan verdaderos oficios de riesgo en el lejano oeste y se sirven de las palabras para desafiar el despotismo de Liberty Valance; pero, sin el respaldo del revólver de Tom Doniphon, ese valor hubiera resultado inútil. Tanto Peabody como Ransom sufren la violencia de Liberty, que ve en ellos la amenaza de una nueva era en la que la tiranía de su látigo no tiene cabida. En el caso de Peabody, gracias a su alcoholismo y a su educación clásica, encuentra el valor que necesita en la bebida y en los versos de Shakespeare para defender ante Liberty la libertad de prensa. Mientras que Ransom, pese a sus convicciones legales, llega a un punto en que su rabia le arrastra a coger un arma, renunciando así a sus propios principios.


       James Stewart, en su rol de hombre del este que al llegar al oeste ve cuestionada su hombría, por no compartir esa forma destructiva y obsoleta de entender el valor, se equipara al personaje encarnado por Gregory Peck, unos años antes, en el film de William Wyler, Horizontes de grandeza (1958). Stewart poseía ese físico delgado y de apariencia vulnerable, idóneo para Ransom, y al mismo tiempo tenía una personalidad que representaba esa testarudez americana, investida de honradez, que aportaba al personaje el coraje necesario para defender sus ideas. Vemos al actor temblando a la hora de acudir a un duelo en el que sabe que le van a matar, pero decidido a afrontarlo por puro acto de dignidad. Stewart borda el aspecto intelectual del personaje, ese abogado, ese maestro y ese político que conquistan el corazón de Hallie y que convencen al espectador de la necesidad en Shinbone de un hombre como Ransom. Gracias a la credibilidad de Stewart como actor, nadie duda de que Ransom vaya a triunfar en sus labores de hombre de leyes, del mismo modo que nadie duda de que por mucho que entrene no podrá vencer a Liberty con un arma, por ello, el momento en que vemos a Liberty caer ante Ransom es sumamente inesperado y sorpresivo. Y así, la leyenda está servida, una vez más, David ha vencido a Goliat; pero no sería propio de una película de Ford un desenlace tan inverosímil. Ford nos muestra solo una parte del duelo, nos oculta la verdad, precisamente para hacernos sentir la emoción de la leyenda. Todo el mundo, espectadores y habitantes de Shinbone, ha presenciado cómo Ransom mataba a Liberty, y además con la mano izquierda, un hecho insólito que nos llena de emoción. Por eso, al descubrir la verdad, comprendemos la importancia del acto de Tom al actuar en las sombra y mantener en secreto su intervención, que sólo desvelará al verle flaquear ante su misión de defender los derechos de los ciudadanos.

       «Ransom: Vuelvo a mi casa, Tom. Me vuelvo al este, que es adonde pertenezco.
       Tom: Valance no logró hacerte huir, ¿qué te pasa ahora, amigo? ¿Tu conciencia?
       Ransom: ¿Acaso no es una carga matar a un hombre y luego querer construir una vida sobre esta muerte?
       Tom: Hablas demasiado, piensas demasiado. Además tú no mataste a Liberty Valance.»

       Por su parte, John Wayne realiza una de las interpretaciones más interesantes de toda su carrera, aunque estuvo a punto de rechazar el personaje por considerar que James Stewart tenía más protagonismo, a pesar de que para John Ford: «Jimmy Stewart tenía más escenas, pero Wayne era el personaje central, el motivo de todo.» Si bien, el actor encarnaba, una vez más, al hombre de acción curtido por la dureza de la vida en los territorios fronterizos, en esta ocasión se trataba de un antihéroe romántico, atormentado por un amor al que se ve obligado a renunciar y por el cual se traiciona a sí mismo. Hay que tener en cuenta que disparar a un hombre desde un callejón en sombras era considerado en el oeste no sólo un acto de cobardía, sino un crimen. La misma víctima, Liberty Valance, cuando acude al duelo y le grita a Ransom que se acerque a la luz para dejarse ver, parece intuir que el verdadero peligro que le acecha se encuentra oculto en las sombras y no frente a él.

       «Liberty: ¡Acércate donde yo te pueda ver! ¡Sal de las sombras, cobarde!


       Al recordar cómo disparó contra Valance, John Wayne refleja en su rostro toda la desolación de Tom Doniphon; un rostro sombrío que desaparece bajo el humo de su cigarrillo para dar paso al flashback dentro del flashback que nos revela la verdad. Por otra parte, la excelente expresión corporal de John Wayne refleja con suma naturalidad toda la fuerza bruta de Tom Doniphon, su seguridad en sí mismo y la determinación de su carácter. A lo largo del film vemos a Wayne tratando con brusquedad tanto a amigos como a enemigos, los empujones, las patadas, los agarrones y los portazos son las maneras habituales de ese hombre rudo y sin modales acostumbrado a mandar.

       «Tom: Necesitamos dos buenos delegados que nos representen en la capital, Valance. Dos hombres honrados. Y uno de ellos lo tenemos en usted, Sr. Stoddard.
       Liberty: ¿Buscas pelea, Doniphon?
       Tom: ¿Quieres ayudarme a encontrarla?»


       Y frente a estos dos hombres buenos y antagónicos, Liberty Valance, el inolvidable forajido encarnado por un Lee Marvin en estado de gracia, que supo representar, con una ferocidad y una gracia pocas veces vistas en el cine, lo peor del salvaje oeste, todo aquello que había que erradicar para hacer posible la nueva sociedad americana. Lee Marvin asumió el típico rol de villano que mantiene aterrorizada a toda una comunidad —personaje recurrente en muchos westerns—, dándole un enfoque primitivo y salvaje. Un forajido que representa el libertinaje por excelencia, aunque paradójicamente se llame Liberty. Sádico, abusón, irónico y con la inteligencia suficiente para saber que Tom Doniphon es el único rival con el que no le interesa medirse.

       «Liberty (A Ransom): Esta votación no significa nada. (Tom se acerca a ellos) Tú no te metas en esto. Se ha estado ocultando durante mucho tiempo detrás de ti. (A Ransom) Te doy una opción, lavaplatos: o abandonas la ciudad esta noche, o quedarás muy solito ahí fuera en la calle.»

       Tom Doniphon y él son las dos caras de una misma moneda, ambos representan a hombres duros y rápidos a la hora de sacar el revólver, pero mientras uno encarna la nobleza, el otro representa la maldad más execrable.

       «Tom: Oh, comprendo que esos libros de leyes signifiquen mucho para ti, pero aquí no te servirán. Aquí los hombres resuelven sus problemas por sí mismos.
       Ransom: Sí, pero ¿se da usted cuenta de lo que me dice? Mire, usted, me está usted diciendo exactamente lo mismo que me dijo Liberty Valance, ¿entiende?»


       La personalidad narcisista de Valance, egocéntrica y despiadada, se puede apreciar hasta en su caracterización, con ese chaleco bordado a juego con el sombrero y el látigo, y sobre todo con esa chulería innata que Lee Marvin siempre tuvo al moverse por la pantalla, con la que incluso consigue que su personaje muera con esa arrogancia propia de los hombres duros que daba el oeste. El actor compuso un villano de tal calibre que logra permanecer imborrable en la memoria de los espectadores décadas después de haber visto la película; podremos olvidar a Tom Doniphon, podremos olvidar a Ransom Stoddard, pero nunca, aunque queramos, podremos olvidar a Liberty Valance.

       Vera Miles interpreta a Hallie como la mujer de carácter, despierta y dotada de un gran sentido común, que era, pero al mismo tiempo nos transmite su delicadeza, capaz de emocionarse ante una flor o ante un gesto de bondad o coraje. La actriz expresa, en cada mirada de admiración que le dedica a Ransom, el profundo deseo de Hallie de prosperar. La llegada de Ransom despierta en ella el anhelo de ser algo más que una camarera y la futura esposa de alguien —posiblemente de Tom Doniphon—. Ransom abre todo un mundo ante ella, la enseña a leer y la convierte en maestra de párvulos; le habla de ciudades donde se respeta la ley y donde crecen las rosas; y la trata, no como a una simple mujer, sino como a su igual. Y Hallie, aunque nunca deja de tener los pies en la tierra, se siente valiosa y llena de ilusiones; y, como es natural, no quiere renunciar a todo eso.


       «Hallie: Ransom… Si hubieses sido tú en lugar de Valance, yo… (Llora)
       Ransom: Oh, no, Hallie… Hallie…
       Hallie: No puedo remediarlo, me siento tan culpable… No quería que te marcharas. Quería que te quedaras. Podía haberte… Lo siento, perdóname.
       Ransom: Por favor, Hallie… Hallie… (Hallie abraza a Ransom)»

       Podemos contemplar todas esas emociones en los ojos de Vera Miles, que realizó una interpretación contenida de todo un torbellino de mujer, obligada a comportarse con la mesura y el decoro que se esperaba de una mujer de la época; pero con un espíritu fuerte y rebelde, que enamoró a Tom.

       «Tom: Hallie, vuelve adónde deberías estar, no quiero que estés en una escuela que puede convertirse en un tiro al blanco.
       Hallie: ¡Ahora, escúchame a mí, Tom Doniphon, adónde yo vaya y lo que yo haga no es de tu incumbencia! ¡No te pertenezco!
       Tom: Hallie, lo repito: Estás mucho más hermosa cuando te enfadas.»

       Mención especial merecen los trabajos de tres secundarios cuya sola presencia bastan para llenar cada una de las escenas en las que aparecen, me refiero al compañero del héroe y a los secuaces del villano.

       El trabajo del actor Woody Strode como el leal Pompey, empleado y amigo de Tom, se deja sentir en el film como la de un ángel de la guarda, siempre pendiente, silencioso y cercano, aunque su mente parezca encontrarse ausente. La mirada perdida de Pompey, sentado en los escalones de la entrada del bar con su rifle en el regazo mientras espera a Tom, el día de las elecciones, es puro cine. Uno parece estar viendo a una persona real perdida en sus propios pensamientos, quien sabe si recordando un pasado doloroso o, quizás, sumergido en la soledad de saberse hombre de color en un mundo de blancos. Pompey siempre permanece ajeno y distante a todo lo que no esté relacionado con el señor Tom y aunque no se le ve disparar en toda la película, el espectador sabe que su rifle es letal, lo sabe sólo con ver el rostro pétreo del actor Woody Strode al otro lado del cañón. Lo mismo que sabe, al verlo en el funeral de Tom, que nadie ha querido a Tom Doniphon tanto como él. Y si Tom se enfada con él al encontrarle en la escuela, es porque siente que también Pompey le está traicionando al preferir, lo mismo que Hallie, la compañía de Ransom.

       «Tom: Vengo en busca de Pompey. He estado ausente durante tres semanas y todavía no has puesto ni los marcos de las ventanas ni las puertas. ¿Para qué estás perdiendo el tiempo aquí? ¡Vuelve a tu trabajo! Tu enseñanza ha terminado.»


       En cuanto a Floyd, el sádico esbirro de Liberty Valance, interpretado por Strother Martin con una risa histérica y malsana, difícil de olvidar, que acompaña con unos escalofriantes espasmos cuando Liberty da una paliza a alguien con su látigo, hemos de decir que el actor realizó un magnífico trabajo a la hora de encarnar a un secuaz, sumamente rastrero y desagradable, digno del villano compuesto por Lee Marvin. Strother Martin logró hacernos entender que Floyd necesitaba a Liberty para satisfacer su sadismo y su necesidad de seguir las órdenes de alguien.
       El otro secuaz de Liberty, Reese, interpretado por un joven Lee Van Cleef, representa al antagonista de Floyd, ya que mientras éste alentaba el furor de Liberty, Reese era el que detenía a tiempo la saña de su jefe para evitar que matara a su víctima. El rostro y la apariencia atrabiliaria de Cleef, con esa amenazadora sonrisa y ese intimidatorio brillo en sus maliciosos ojos, bastaban siempre para hacerle encarnar a un peligroso forajido, sin necesidad de que el actor realizara grandes actuaciones.


       El hombre que mató a Liberty Valance no supone únicamente el adiós de John Ford a los relatos fronterizos, sino también su homenaje cinematográfico a todos aquellos hombres que hicieron posible la nación y fueron olvidados. Ford pone de manifiesto esa eterna ingratitud, común a todas las sociedades que, olvidando a aquéllos que las hacen posibles, ensalzan a los que aparentan hacerlo. Tom Doniphon, un hombre prescindible en la nueva civilización —ya ni siquiera llevaba revólver cuando murió—, es enterrado en la más absoluta miseria, por la misma ciudad a la que liberó de la tiranía y que continúa rindiendo pleitesía a un falso héroe. Y es que la fama no la alcanzan los que la merecen, sino los que la necesitan para alcanzar su destino.

lunes, 15 de enero de 2024

FORDMANÍA 2

MOGAMBO (1953) de John Ford
 

       
A principios de los cincuenta, John Ford dirige esta obra maestra, injustamente considerada película de aventuras, cuyo verdadero eje central lo constituyen las peripecias amorosas del trío protagonista, un triángulo amoroso en el que una aventurera se enamora de un cazador de fieras, que a su vez se enamora de una mujer casada, que se enamora de él ante las narices de su inocente y enamorado marido. Ford aportó a este proyecto de encargo su particular visión sobre la escasa importancia que tienen las pasiones humanas frente a los amores tradicionales, basados en un profundo vínculo emocional de cariño, paciencia y respeto mutuo.
     
       Víctor Marswell (Clark Gable), cazador americano, regenta un negocio en África de safaris y caza de animales, en compañía de su amigo Brown-Pryce (Philip Stainton) y del desagradable y borrachuzo Boltchak (Eric Pohlmann). Cuando la aventurera Eloise Kelly (Ava Gardner) aterriza allí, plantada por el maharajá de Bangalore, Víctor se ve obligado a acogerla una semana hasta la llegada del siguiente barco. Aunque al principio, Kelly y Víctor no se llevan bien, a lo largo de la semana, llegan a entenderse e incluso inician un romance en el que ella se enamora sinceramente de él. Pero, no siendo correspondida, Víctor se deshace de ella al llegar el barco. Kelly parte con el corazón destrozado mientras él da la bienvenida al matrimonio Nordley, formado por el investigador Donald Nordley (Donald Sinden) y su joven esposa Linda (Grace Kelly), que pretenden hacer una expedición por el peligroso territorio de los gorilas. Nada más llegar, Donald sufre una ligera indisposición, durante la cual, Víctor y Linda se enamoran. El inesperado regreso de Kelly al campamento contraría a Víctor y sobre todo a Linda, poco acostumbrada a tratar con mujeres tan liberadas y atrevidas como ella. Kelly, al percibir la mutua atracción que existe entre el cazador y la dama, oculta su sufrimiento con ironía y sarcasmo. El propio Brown-Pryce, que también se ha dado cuenta, trata sin éxito de hacer desistir a su amigo de la Sra. Nordley. De manera que, durante el safari, Víctor y Linda coquetean de forma sutil mientras Donald, demasiado fascinado por la naturaleza africana, es el único en ignorar lo que está pasando. Al llegar a territorio Samburu, Kelly, dispuesta a cambiar de vida, se confiesa con el padre José (Denis O’Dea) y advierte a Linda que está poniendo su matrimoio en peligro por un hombre que no lo merece. Una vez instalado el campamento en el territorio de los gorilas, Linda y Víctor dan rienda suelta a su pasión mientras Donald, pese a estar concentrado en su investigación, comienza a notar que algo le ocurre a su mujer. Atormentados por la culpa, los amantes deciden confesar la verdad al marido. Sin embargo, llegado el momento, Víctor es incapaz de destrozarle el corazón a Donald y se emborracha para romper con Linda. Kelly apoya la nobleza de Víctor emborrachándose con él. Cuando Linda les descubre en ese estado se siente tan humillada que dispara contra Víctor hiriéndole sin consecuencias. Donald y Brown-Pryce acuden alertados por el disparo y Kelly improvisa una historia de acoso salvando la reputación de Linda ante su marido. Cuando los Nordley se marchan, Víctor trata de retener a Kelly a su lado, pero ella ya no es la misma aventurera que llegó a África.


       Ford eterno defensor de la familia, entendida como ese espacio emocional en el que los seres humanos aprenden el valor de apoyarse y cuidarse los unos a los otros, antepone en el film las relaciones matrimoniales, a las locas e irrefrenables pasiones románticas. El escenario de la salvaje selva africana, alejada de toda civilización, ambienta y justifica esa tendencia del trío protagonista a abandonarse a los propios impulsos sexuales, sin pensar en las consecuencias. Los personajes de Mogambo se debaten entre sus deseos más primitivos, sus ideales amorosos y la moral impuesta por la sociedad, para terminar persiguiendo la felicidad en el lugar equivocado. Sin embargo, siendo una película de Ford, todos serán capaces de redimirse al sacrificarse en pos de la preservación de la familia, institución enormemente frágil y pilar de toda comunidad.

       Aunque Ford aceptó esta película para poder visitar África, nunca lo hubiera hecho si no le hubiera interesado un guión lleno de humor, tolerancia y camaradería, tres elementos presentes en toda su filmografía. Era una época en la que los estudios abogaban por los remakes en color de sus éxitos en blanco y negro. En el caso de Mogambo, se trataba de renovar el film de Víctor Fleming Tierra de pasión (1932), una de las últimas películas que pudo saltarse el recién implantado Código Hays. Ambas películas compartían, no sólo a Clark Gable como el objetico romántico de dos mujeres antagónicas, sino también a John Lee Mahin como guionista adaptador de la obra de Wilson Collison, en que se basaban ambos films. El éxito de Mogambo, con una original banda sonora de música étnica grabada íntegramente en el Congo, superó con creces al de la obra teatral de Collison, que había sido un fracaso en los escenarios.

    
       En su manera de hacer cine, Ford siempre prefirió crear emociones a través de los sentimientos y las relaciones de los personajes, en lugar de recurrir a la técnica cinematográfica. Aún así, en Mogambo creó unos planos de gran belleza, con una composición de colores y formas capaces de ambientar los diferentes estados de ánimo de sus protagonistas, siempre en consonancia con la naturaleza. La historia de la película es una historia de personajes, confusos a causa de sus emociones, que se relacionan entre sí en un lugar salvaje, en el que terminan descubriéndose a sí mismos y comprendiendo a los demás. Ford daba tanta importancia a los personajes, que solía introducirlos sin preámbulos: Al cazador, cazando; a la aventurera, tomando una ducha desnuda al aire libre y al matrimonio, iniciando ilusionados una aventura por África.


       El vértice que siembra la discordia en el triángulo amoroso es el personaje interpretado por un maduro Clark Gable, que encarna en el film la típica exaltación fordiana de la masculinidad de la época, el héroe solitario, malhumorado y de rudas maneras, siempre dispuesto a entregarse a conquistas, borracheras y peleas. El mérito del actor fue salir airoso al repetir este personaje de Casanova aventurero cuando ya había pasado de los cincuenta y, hacerlo, sin caer en el más espantoso ridículo, con un personaje que en ocasiones más que parecer duro resulta gruñón y antipático. Sea como fuere Gable logra hacer que Marswell sea creíble, quizás porque sus maneras de gran estrella ante la cámara, su clásica sonrisa canalla frunciendo el entrecejo y los arrebatos indómitos de su personaje, le hacen parecer más atractivo de lo que es en realidad.


       «Kelly: Qué bonito está el río a la luz de la luna… (Víctor la agarra y la besa apasionadamente) Qué impulsivo, Sr. Marswell… El clima de África les hace ir muy deprisa.
       Víctor: Si le molesta, la dejo.
       Kelly: ¿Conque es capaz de ser amable y atento cuando quiere?
       Víctor: No se ilusione, puede equivocarse.»

       Pero aunque Víctor Marswell, cazador de animales y mujeres, pueda ser el protagonista de la película de aventuras que representa Mogambo, no lo es en absoluto de la historia amorosa que convierte esta película en obra maestra y de la que Marswell no es más que un mero comparsa en manos de las dos mujeres protagonistas que se lo disputan, Eloise Kelly y Linda Nordley. Esta rivalidad entre la aventurera y la dama constituye sin duda lo más interesante de esta historia de adulterio femenino, que escandalizó tanto a la censura franquista que prefirió eliminarlo  transformando al matrimonio Nordley en hermano —, aunque con ello hiciera planear la sombra del incesto sobre la película.


       Kelly, bohemia y vividora, es presentada por Ford con unas cualidades humanas de generosidad, sinceridad y compasión que la sitúan muy por encima de Linda, la dama elegante y culta que encarna el concepto de virtud femenina, pero que es arrogante, clasista e hipócrita. Linda se siente moralmente superior a Kelly, a la que desprecia por su absoluta falta de recato y por su frivolidad a la hora de hablar de los hombres. Por el contrario, Kelly comprende la debilidad de Linda y sabe reconocer en ella a ese tipo de mujer capaz de conseguir que los hombres hagan todo lo que desea.

       «Kelly: Oye, vaya chavala la rubia, es estupenda. De esas a las que los hombres les dais los planos de la mina.»

       La misma Linda reconoce con orgullo el poder que siempre ha tenido sobre su marido.

       «Linda: Donald es un marido que se ha creído todo lo que le he dicho desde que tenía cinco años.»

       La pasión que ambas sienten por Víctor, vuelve más humilde y taciturna a la alegre y descarada Kelly mientras que a Linda la vuelve más altiva e irritable. Y asimismo, el desengaño sufrido por ambas conduce a Kelly a la redención de una vida llena de excesos mientras que produce en Linda una violencia histérica, fruto de la incapacidad de su orgullo para sufrir la humillación de ser despreciada por el hombre al que ha entregado su amor y su reputación.

       Mogambo denuncia el modo en que las mujeres se veían obligadas a reprimir, disimular y negar sus pasiones, si no querían verse despreciadas por la sociedad. La fama de una mujer podía marcar en los años cincuenta la diferencia entre ser tratada con respeto o convertirse en una marginada social. Kelly, una mujer liberada sexualmente, sabe que ha perdido su reputación pero no se avergüenza y se muestra desafiante ante cualquiera que trate de juzgarla. Sin embargo, Linda no tiene el temperamento de Kelly, para ella perder la estimación de los demás supone una humillación demasiado dolorosa, por ello siente pánico ante la idea de que su adulterio salga a la luz.

       «Kelly: No se preocupe por mí, aunque me revolcara por el suelo, no podría perder más de lo que he perdido. Es a usted a quién hay que salvar. Compréndalo, no es un caballero, andante y romántico, es una boa constrictor en forma humana.»


       La pasión es simbolizada en el film por los animales salvajes que rodean a los 
personajes. Linda se encuentra con dos fieras en el transcurso de su aventura africana; primero, la pantera negra que la acecha cuando se pierde en la selva y más adelante, un joven gorila macho que se pone violento cuando su marido Donald trata de grabarlo. La reacción de Linda frente a estos animales es paralizarse y gritar de puro pavor pidiendo ayuda. La pasión sexual que Linda siente por Víctor la asusta tanto como estos animales, porque es tan incontrolable y peligrosa como ellos, lo que la convierte en presa fácil para el experto cazador. Por el contrario, Kelly se siente cómoda entre los animales de la selva, no siente por ellos ningún temor, incluso trata de hacer buenas migas con ellos.

       «Víctor: ¡Eh, Kelly, apártese del chimpancé! ¡Y haga el favor de no darle chicle!
       Kelly: ¿Es que no puedo hacer amistades en este palacio?
       Víctor: ¿Amistad con ese mono? Es capaz de arrancarle el dedo de un mordisco.
       Kelly: Pero si parece completamente…
       Víctor: Se lo advierto, tenga cuidado. Parece inofensivo, pero si sus dientes hacen presa en usted, no hay quien la libre.»


       Cuando un guepardo se cuela por la noche en su tienda, ella no grita ni se queda paralizada sino que espera con precaución a que el guepardo salga de su tienda tranquilamente. Y es que para Kelly la pasión es algo natural, la conoce bien y le inspira respeto, pero no miedo. Por su parte, Víctor es presentado como un animal más de la selva, idéntico a las fieras salvajes que colecciona y con las que se puede decir que se identifica. Se enfrenta a ellas en una batalla de iguales, mirándolas fijamente, sin dejar de apuntarlas con su arma hasta someterlas. Y con las mujeres se comporta igual, las domina físicamente, enseñándoles quién manda y luego se deshace de ellas cuando ya no le interesan. El joven gorila macho simboliza la pasión sexual de Víctor, por eso el mismo Víctor tiene que sacrificar al animal cuando va a atacar a Donald, el marido honesto y bueno. Víctor asesina su pasión por Linda, lo mismo que asesina al gorila, para proteger al leal marido, que forma con Linda una unidad familiar que todos los personajes del film terminan protegiendo.

       «Donald: Gracias, Víctor, me ha salvado la vida.
       Víctor: No creerá que lo tenía planeado, ¿verdad? Lo último que hubiera deseado es matar este animal.»


       De nuevo, la eterna búsqueda de una familia prevalece en el cine de Ford como meta inconsciente de cada personaje. Kelly ha estado a la deriva desde que perdió a su marido en el frente. Tratando de regresar al seno familiar por caminos equivocados, creyó haber encontrado en Víctor Marswell lo que andaba buscando. Sin embargo, al ser rechazada por éste, Kelly decide emprender una nueva vida, en la que poder ser respetada por los hombres.


       Linda, casada con su amigo de la infancia, ha olvidado su amor por él cegada por una salvaje y turbadora pasión a la que ha tratado de resistirse inútilmente. Grace Kelly supo ilustrar con una emotiva y temblorosa interpretación la inexperiencia e ingenuidad de Linda ante el deseo sexual. Ella sufre unos terribles remordimientos por traicionar a Donald, pero no puede resistirse a lo que siente por Víctor, porque nunca había sentido nada igual. Grace Kelly nos transmite con gran sensibilidad el enorme sufrimiento psicológico y emocional al que está sometido su personaje, reflejando en su hermoso rostro todo un desfile de sentimientos encontrados, dolor, dicha, pasión y celos. La forma en que Grace Kelly escenifica esa rabia infinita casi histérica, con la que Linda reacciona al sentirse menospreciada por Víctor, bastan para justificar su nominación al Oscar, pero lo que la hizo ganar el Globo de oro, sin duda fue la manera en la que logró que la pasión sexual de Linda por Víctor desbordara la pantalla a través de sus ojos en llamas, sin necesidad de pronunciar una sola palabra.


       Por último, también el solitario Víctor necesita una familia, aunque no quiera reconocerlo ante sí mismo.

       «Linda: ¿Ha estado usted casado, Sr. Marswell?
       Víctor: No. No tuve la suerte de encontrar una mujer a quién le interesara.
       Linda: Esa podría ser la respuesta de un cínico.
       Víctor: ¿Por qué habría de ser cínico? Aporto mi contribución a esta comunidad revuelta que es el mundo. ¿Qué debo esperar?
       Linda: Esa podría ser la respuesta de un solitario.
       Víctor. Es posible.»

       En realidad, Víctor, a pesar de sentir una considerable simpatía y atracción hacia Kelly, no la contempla como opción para formar una familia por considerar que no está a la altura de un vínculo semejante.

       «Víctor: Je, es una actriz barata, Brown-Pryce, las he visto en Londres, París, Roma… Empiezan en un cabaret de mala muerte y acaban en cualquier sitio cuando son viejas. No hay ni una pizca de honestidad en ella.»

       Por el contrario, al conocer a Linda, se convence de que ella es lo que ha estado buscando toda su vida.

       «Víctor: … porque no está usted enamorada de su marido…
       Linda: ¡Cállese!
       Víctor: Aunque lo dijera esta tarde en el coche. Y yo sé por qué lo dijo.
       Linda: Lo dije porque es cierto, estoy enamorada de Donald.
       Víctor: Me preguntó que por qué no me había casado, puede que usted sea la respuesta, Linda.»


       Sin embargo, para Ford, Marswell sólo es un elemento de desarmonía que amenaza el matrimonio de los Nordley. En realidad, Víctor se enamora de Linda porque representa su ideal de mujer, está tan confundido que incluso por primera vez se plantea formar una familia; pero comprende a tiempo que Linda ya tiene una familia: Donald, el confiado marido que siente una tierna devoción por su esposa, un hombre bueno que no merece una traición y al que todos compadecen. El actor Donald Sinden lo interpreta con tanta inocencia que resulta incómodo considerar el desengaño tan tremendo que va a llevarse al descubrir la verdad. El público casi llega a desear que la descubra y abra los ojos de una maldita vez. Pero Ford se apiada de su bondad y opta por dejar intacta su inocencia, que tampoco es tan grande como para llegar al extremo de no apreciar el atractivo sexual y la simpatía de Kelly.

       «Donald: Esa Kelly es una chica muy distinta de las que solemos tratar. Tiene sentido del humor, me agrada. Aunque está perfectamente claro, desde luego.
       Linda: ¿El qué?
       Donald: Pues que había algo entre ella y Víctor antes de nuestra llegada. Somos los malos de la comedia, les hemos estropeado el plan. Yo la comprendo a ella, Víctor es un tipo muy atractivo.»

       Ford siempre sintió predilección por las mujeres fuertes, cuya dignidad siempre exaltaba en su cine, mujeres capaces de afrontar el peligro y las penalidades con total entereza. Kelly es un claro ejemplo de la mujer fordiana por excelencia, una mujer dura y con clase, que disimula su sufrimiento con un divertido y afilado sentido del humor que la ayuda a mantener la cabeza bien alta frente al desprecio de los demás.


       «Kelly: ¿Quieres convertirme en una mujer honesta?
       Víctor: Me gustaría, Kelly.
       Kelly: ¡Me gustaría! Oye, camarada, tú y tus cambios de humor no me cubrirán de flores de azahar sólo porque llega el frío del invierno. ¡No, gracias! Seré como soy, pero donde nadie me eche nada en cara. »

       El personaje de Kelly podríamos decir que delata un inesperado feminismo en Ford, al que siempre se acusó de cierta misoginia, y lo hace además con las frases más irónicas y el humor más corrosivo del guión. Ava Gardner encarna a esta mujer de carácter con una naturalidad, una pasión y una gracia que llenan la pantalla convirtiendo a su personaje en el más sobresaliente del film. La actriz refleja en su mirada el dolor de Kelly al verse siempre utilizada sexualmente por hombres que son incapaces de tomarla en serio, pero lo hace con un aplomo y una ironía que se ganan el corazón del espectador. La frescura y el desparpajo con los que Gardner se expresa físicamente crean la ilusión de que Kelly es tan natural y salvaje como el leopardo cazado por Víctor que viaja en el barco con ella rumbo a la civilización.

Ford rueda a la Gardner caminando 
por la cubierta del barco de un lado a otro, lo mismo que el leopardo dentro de su jaula, nerviosa y magnética a un tiempo. Ninguno de los dos está en ese barco por decisión propia, los dos han sido expulsados por Víctor y de alguna manera los dos han caído en su trampa. Pero incluso cuando Marswell la rechaza, hay un coraje y un orgullo dentro de Kelly —que Ava Gardner encarna de forma admirable— que nos garantiza que ella saldrá adelante. Quizás por esa fortaleza que emana de Kelly es por lo que la interpretación de Ava Gardner resulta tan conmovedora en los momentos en los que su personaje se derrumba y la vemos llorar, pero eso sí, siempre llena de rabia. Pero lo que realmente nos conquista de ella es su generosa humanidad, capaz de comprender a los demás hasta el extremo de ofrecer su amistad y apoyo a su rival, en un momento en que ya se siente vencida e incluso despreciada por ella. Y lo hace para proteger la familia que tiene con su marido y que Víctor está amenazando.

       «Kelly: Por favor… Nosotras no podemos engañarnos. Quiero hablarla como amiga y la única forma en que sé hacerlo es diciéndole que la comprendo. Es un granuja muy guapo y atractivo…
       Linda: Kelly, se lo ruego, perdóneme, tengo que hacer el equipaje.
       Kelly: De acuerdo, ya está; pero no pierda la cabeza. Usted lo tiene todo en la vida. Es usted bonita, muy distinguida y tiene un marido estupendo.
       Linda: Estoy pensando, Srta. Kelly, que todos estos consejos suyos son porque conoce al Sr. Marswell algo más íntimamente que yo.
       Kelly: Está más colada de lo que creía…»

       Precisamente, será esta generosidad de Kelly la que convenza a Víctor de que Kelly es más valiosa y más digna de su amor de lo que él había creído. Aunque a esa altura del metraje, todo el mundo se ha dado cuenta ya de que es Víctor quien no es digno de Kelly. Pero, claro, la moral de los años cincuenta tenía que condenar la liberalidad sexual de Kelly y la vida frívola a la que se había entregado desde la pérdida de su marido, es por ello que Ford para redimirla necesitaba mostrarla arrepentida y confesando sus pecados ante un sacerdote, como si en una mujer no fuera lícito tratar de sobrevivir a toda costa. Víctor también se redime al renunciar a Linda para no destrozar una familia, pero, en su caso, no hace falta una confesión ni un sacerdote, basta con emborracharse y encajar un disparo, como los machos. Discriminaciones sexistas aparte, para una mujer resulta espléndido ver a Kelly hacerse valer ante Víctor, después de que él se haya pasado toda la película menospreciándola.

       «Víctor: Oye, me voy a quedar aquí unos días, a ver si atrapo un par de gorilas jóvenes que compensen del viaje. ¿Por qué no te quedas conmigo?
       Kelly: ¿Para qué?
       Víctor: Bueno, después, quizás podríamos…
       Kelly (Riendo con ironía): No, ni tú ni nadie volverá a darme un chapuzón para ponerme a secar.»

       Por suerte, ha estado Brown-Pryce para mostrarnos que no todos los hombres son tan obtusos como Víctor Marswell y que, en efecto, John Ford tenía algo de feminista dentro de esa apariencia de hombre duro y conservador.
       «Kelly: Gracias, Brown-Pryce, ha sido usted muy amable.
       Brown-Pryce: Y usted es una gran chica, mis Kelly.
       Kelly: No crea que no le comprendo, yo sería un estorbo para su negocio.
       Brown-Pryce: A veces hay quien no ve un árbol, porque se lo tapa el bosque.
       Kelly: Y algún día, tropezará con el árbol que no es y se romperá la nariz. Cuídese, amigo Brown-Pryce. Y a él también. »

       Cuando Kelly pide a Brown-Pryce que cuide de Víctor demuestra sentir hacia él una responsabilidad afectiva que la hace desear su bienestar por encima de todo. Ford de forma harto inteligente, e incluso poética, vuelve a usar al final del film esta muestra de responsabilidad afectiva cuando Víctor pide a Brown-Pryce que cuide de Kelly, demostrando así que comienza a sentir algo más que atracción sexual por ella.

       En el cine de Ford es habitual encontrar parejas con carácter, como la formada por Kelly y Víctor. De ese modo, el conservador director reflejaba la conveniencia de formar pareja con alguien perteneciente a la misma clase social, con los mismos gustos y aficiones, para garantizar que la relación perdure. Ford nos presenta a Kelly y a Víctor como dos personas muy parecidas, desde el explosivo momento en que se conocen: los dos tienen un temperamento fuerte, los dos gritan y los dos son impertinentes llegando a resultar casi vulgares. Son tan parecidos que no pueden evitar odiarse, amarse o ambas cosas.

       «Kelly: ¡Escuche, amigo, no tiene usted por qué gritarme! Soy yo quién ha venido desde Nueva York a este lugar inmundo, al continente negro, donde me esperaba un hombre con una linterna.
       Víctor: Oiga, le aconsejo que no malgaste sus energías y que se vista. Le daré una habitación para usted sola.
       Kelly: Espere, ¿no… no podría proporcionarme una canoa, un camión o unos patines, algo para salir de aquí?
       Víctor: Este territorio no se puede atravesar de ninguna manera, así que tendrá que esperar el barco de la próxima semana.
       Kelly: Entonces, ¿no hay forma de largarse?
       Víctor: ¡No! ¡Y vaya a vestirse si no quiere que la lleve desnuda!
       Kelly: Uh… Qué tío… Vaya una semanita que me espera.»

       Si bien es cierto que, en Mogambo, Ford defiende la importancia de proteger y salvaguardar el amor conyugal frente al deseo, el verdadero mérito del director consiste en atreverse a mostrar la pasión sexual femenina sin condenarla, aceptando que las pulsiones sexuales son algo natural en cualquier ser humano adulto. Ni Kelly ni Linda son unas depravadas, son solo dos mujeres —con sus virtudes y defectos— reaccionando de forma natural ante un hombre más atractivo de lo normal.