miércoles, 30 de diciembre de 2020

DONENMANÍA 1

“INDISCRETA” (1958) de Stanley Donen
   
     
       Cuando, al aproximarse la década de los sesenta, el público empezó a perder el interés por el género musical, Stanley Donen —conocido por entonces como “el rey del musical”—, se reinventó a sí mismo en director de comedias románticas, entre las que destaca, por su tierno romanticismo, “Indiscreta”, una comedia en la que dos personajes, emocionalmente fuertes, se enamoran perdidamente, con un amor puro, que enturbia la mentira de uno de ellos, creando un enredo de mil pares de narices. Para Donen, el cine representaba un nivel de verdad más profundo que el del mundo real, el de los sentimientos, y es justo de eso de lo que trata esta comedia, de unos sentimientos profundos, donde el miedo a entregarse al otro, sin reservas, no supone más que un estorbo hacia la felicidad.
   
       Anna Kalman (Ingrid Bergman), famosa actriz, decepcionada con el amor y con los hombres, se enamora al primer vistazo de Philip Adams (Cary Grant), un hombre de negocios al que su cuñado, el ministro Alfred Munson (Cecil Parker), quiere captar para la OTAN. Philip siente lo mismo que Anna, pero, al ver el interés de ella, la advierte, como un caballero, de que está casado, aunque está tramitando el divorcio. Ella decide confiar en él e inician un romance que los hace tan felices, que Philip acepta el trabajo en la OTAN sólo para quedarse en Europa y poder ver a Anna los fines de semana. Todo va sobre ruedas hasta que a Philip le envían a Nueva York en una misión que le ocupará unos cinco meses. Anna se desespera ante la inminente separación y, en un momento de debilidad, le pide que trate de acelerar el divorcio para poder casarse y viajar juntos, pero enseguida se arrepiente de haberle presionado así y le suplica, entre lágrimas, que la perdone. Aún así, incapaz de resignarse con su partida, Anna proyecta sorprender a Philip, llegando antes que él a Nueva York para recibirle allí. Ante la resolución de su cuñada, Alfred no tiene más remedio que ponerla al tanto de que Philip, a su vez, planea sorprenderla a ella, apareciendo en su apartamento el día de su cumpleaños, cuando se suponía que ya debía estar en Nueva York. Anna llora de emoción y su hermana Margaret (Phyllis Calvert), indignada por la ciega confianza que su hermanita tiene depositada en el Sr. Adams, le desvela que Philip no es tan maravilloso como ella cree, porque, en realidad, es soltero y ha mentido para evitar el matrimonio. Anna enloquece de rabia y decide vengarse de él por haberse burlado de ella. Primero, le pone celoso con David, un antiguo admirador suyo, que continúa asediándola y después, cita a éste en su apartamento, para que cuando Philip aparezca, en su cumpleaños, los descubra juntos. En el último momento, el plan de Anna está a punto de irse al garete cuando David sufre un ataque de apendicitis, pero Anna, con ayuda de su ama de llaves, Doris Banks (Megs Jenkins), convence a su chófer Carl Banks (David Kossoff), marido de Doris, de que interprete el papel de admirador y se esconda en su dormitorio, para que Philip crea que es David. Sin embargo, la farsa ideada por Anna termina volviéndose contra ella, cuando Philip aparece anunciando que ya tiene el divorcio y pidiéndole que se case con él. Antes de que Anna pueda impedirlo, su chófer aparece para representar el papel de amante y Philip, picando el anzuelo, se marcha muy indignado. Destrozada, Anna se arrepiente de haber arruinado su felicidad por su loco afán de venganza; pero Philip aún no ha dicho la última palabra… Y Anna, tampoco.


       “Hacer cine es como enamorarse”, afirmaba Donen, y puesto que él era un maestro en eso de hacer cine, no es de extrañar que supiera narrar con tanta delicadeza y credibilidad el proceso de enamoramiento de los dos protagonistas de esta película. Los detalles constituían el arma más poderosa de este director, a la hora de transmitir al público lo que la película quería contar, por ello, esta historia de amor está plagada de trocitos de realidad, que logran conmovernos, sin caer nunca en el sentimentalismo, a pesar de rezumar una infinita ternura. Un ejemplo de ello es el detalle del color de las rosas que aparecen en la película. Las rosas amarillas, que simbolizan la alegría de vivir, el optimismo y la celebración de un encuentro, son precisamente las favoritas de Philip y representan la presencia de éste en el apartamento de Anna, mientras que las rosas rojas, símbolo de fuego y de pasión, son las que Anna emplea para poner celoso a Philip, porque representan la presencia de David en el apartamento de ella. Y es que Donen se identificaba al cien por cien con la conocida frase de Flaubert “Dios está en los detalles” o, en versión patria, también podríamos recurrir a la famosa “entre los pucheros, anda Dios” de nuestra Santa Teresa de Jesús. De esa forma, mezclando unos detalles sencillos y otros ampulosos, de la vida cotidiana de la pareja, tanto en privado como en sociedad, Donen dota a la trama de una gran veracidad. Y, asimismo, intercalando drama y comedia, proporciona una gran profundidad a la historia romántica, logrando que todo lo ajeno a dicha relación resulte superfluo, lejano y gris.


       El secreto para que una comedia funcione —al margen del ingenio y la comicidad— es el dominio del tempo, y nadie puede poseer un sentido más completo y desarrollado del ritmo que un director de musicales. Si, además, éste cuenta con un reparto de la calidad interpretativa de Grant y Bergman, la categoría del film está garantizada. Cary Grant, amigo personal de Donen e imbatible actor de comedias, borda su rol de hombre perfecto, atractivo, encantador y adinerado que, por ser absolutamente contrario al matrimonio, no es del todo sincero con la mujer amada.

       “Philip: Aunque te parezca mentira, quiero a Anna, la quiero como no había querido a ninguna mujer, pero no me casaría, aunque me apuntaras con una pistola.
       Alfred: Aquí no tengo pistola. Además, un cuñado no debe mezclarse en eso. No somos de la misma sangre.”

       Las sonrisas de Philip, al contemplar con arrobo el objeto de su amor, esconden cierta falsedad en la mirada, con la que Grant anticipa al espectador su falta de sinceridad con Anna. Ingrid Bergman, la actriz que supo transmitir cualquier emoción femenina en la pantalla con extremada sensibilidad, compone un personaje inteligente, sensible y de una fortaleza impetuosa, que conquista al público de inmediato con su elegante presencia y su férrea determinación.

       “Margaret: Anna, quiero hablarte en serio. Siempre te he querido como una madre, pero hay algo en tu carácter que no me gusta. Eres muy vehemente.”


       Desde la película “Encadenados” (1946) de Hitchcock, Grant y Bergman no habían 
vuelto a coincidir en un film, y fue por expreso deseo de Cary Grant, que Donen contara con Ingrid Bergman para encarnar a su partenaire. El director dudaba de si la actriz aceptaría, pero ésta lo hizo de inmediato, deseosa de volver al cine, tras su matrimonio con Rossellini. Stanley Donen no podía imaginar una pareja de amantes adultos más románticos que la formada por Bergman y Grant, quienes demostraron, una vez más, su gran complicidad interpretativa y esa química magnética y sugerente, con la que inundaban la pantalla de sensualidad. Para cumplir su deseo de mostrar a la pareja en la cama, Donen tuvo que ingeniárselas para burlar la censura, usando la técnica de la pantalla partida, de manera que los dos personajes, cada uno en su cama y en lugares distintos, charlaban por teléfono, dando la impresión de estar acostados en el mismo lecho, a pesar de la distancia que los separaba. Donen dirigía sus comedias dando libertad a sus actores, sin interponerse en su camino, pero dejándose ver, es decir, haciendo sentir a los actores su presencia vigilante sobre ellos. Y el resultado, en cualquiera de sus films, demuestra que, con el método de “no intervención”, el director sabía sacar de sus intérpretes todo lo que esperaba de ellos.


       La trascendencia de los personajes protagonistas en la historia era de tal envergadura, que exigía un tratamiento dramático y al mismo tiempo cómico de los mismos, que el guionista Norman Krasna supo construir con inteligencia y sofisticación. El guión es una adaptación de la obra teatral “Kind sir” del propio Krasna, que éste ya había estrenado con éxito en Broadway. Y que, a finales de los ochenta, volvería a reescribir para un remake de “Indiscreta” que Richard Michaels dirigiría para la televisión, con Robert Wagner y Leslie-Anne Down en el reparto.

       Es cierto que el romanticismo prima, en el film, sobre el humor durante todo el metraje, pero la agudeza de los diálogos y la comicidad de algunas secuencias hacen de “Indiscreta” una película sumamente simpática y conmovedora a partes iguales, en la que podemos apreciar el inconfundible estilo de Stanley Donen en cada plano —destacando los expresivos primeros  planos de los protagonistas—. El maestro del musical no pudo resistirse a incluir una divertida danza escocesa, para lucimiento del humor físico de Cary Grant y de su propio talento a la hora de filmar un baile de la mejor manera posible, algo que aprendió en sus tiempos de bailarín y coreógrafo.


       Aunque los diálogos de Krasna son más lentos de los que solemos encontrar habitualmente en una comedia, resultan idóneos para el ritmo pausado que Donen eligió para esta comedia romántica y fastuosa, que se desarrolla en una recreación hollywoodiense del Londres de finales de los cincuenta. Aún así, las conversaciones son interesantes, sofisticadas al tiempo que sencillas e inteligentes a la par que tiernas. El origen teatral de la historia se deja sentir, a lo largo de todo el film, en el hecho de que sean las palabras, en lugar de las imágenes, las que hagan avanzar la trama, es decir que, los hechos básicos de la historia se nos dan a conocer mediante los diálogos de los personajes. Por ejemplo, Margaret cuenta como averiguó que Philip era soltero leyendo el informe sobre Philip que Alfred tenía en su despacho, cuando, cinematográficamente hablando, habría sido más efectivo mostrar al espectador ese momento en imágenes. Sin embargo, los irónicos comentarios de Alfred, entrometiéndose en la conversación de las dos hermanas, proporcionan a la escena el dinamismo perdido al prescindir de la acción, para sustituirla por palabras.

       “Margaret: ¡Es soltero! ¡Soltero! Ha mentido.
       Alfred: ¡Canastos! Sí que va a ser un gran día, sí.
       Anna: ¿Por qué dices eso?
       Margaret: ¡Porque es cierto! Estoy segura.
       Anna: ¿Cómo lo sabes?
       Margaret: Vi el informe de Scotland Yard en el despacho de Alfred.
       Alfred: ¡¿Quién te ha autorizado a fisgar los papeles de mi despacho?! ¡No tienes derecho a aprovecharte de tu condición de esposa para jugar con la seguridad del gobierno! ¡Te prohíbo que entres en mi despacho, si no te anuncias y estoy yo presente!
       Margaret: ¡Cállate, Alfred!”

       Este hábil manejo de los diálogos, junto a la brillante reacción de Ingrid Bergman, poniéndose como una furia, gritando y gesticulando encolerizada, sin atender a razones, hasta encerrarse en su habitación con un portazo, hacen que la secuencia funcione a la perfección como punto medio del desarrollo.



       El matrimonio formado por los Munson, Margaret y Alfred, prestan un doble servicio a la estructura del film; por una parte, funcionan como contrapunto a la pareja protagonista, el romance de Anna y Philip acaba de empezar y se están descubriendo el uno al otro, mientras que los Munson son un matrimonio veterano, acomodado en su rutina diaria y en la complicidad que proporcionan los años de convivencia; por otra parte, los Munson también permiten mostrar al espectador los sentimientos, los miedos y las convicciones de los protagonistas, al ejercer, con ellos, sus roles de confidentes. Anna comparte confidencias con Margaret mientras Philip lo hace con Alfred, ello permite mostrar al público de una forma más profunda cómo son los dos protagonistas en realidad. Algo que también sucede cuando Anna y Philip se cuentan, el uno al otro, en su primera cita, episodios de sus respectivas infancias que les marcaron y prepararon para la vida adulta.

       “Philip: Salí con un traje azul nuevo, me acerqué el violín a la barbilla y todos empezaron a reír. Al principio, sonrisas y después, carcajadas.
       Anna: ¿Se reían antes de que empezaras a tocar?
       Philip: Sí, antes.
       Anna: ¿Por qué?
       Philip: Porque soy zurdo. Parece ser que un violinista zurdo provoca la risa.”

       Posteriormente, Donen nos muestra una divertida escena en la que Anna regala a Philip un violín por Navidad y cuando éste se pone a tocarlo, ella se parte de risa.


       En la película aparece una tercera pareja, formada por los sirvientes de Anna, Doris y Carl Banks, ama de llaves y chófer, respectivamente. Los dos parecen respetar y sentir tanto cariño por su jefa, que no dudan en colaborar en la farsa que ella prepara para vengarse de Philip. Aunque ellos creen que se trata sólo de una broma inocente, el pobre Carl protagoniza un divertido momento, al resistirse a participar en la burla por miedo a que el Sr. Adams reaccione de forma violenta.

       “Carl: En mi juventud, he visto muchas comedias y los enamorados, en las escenas de celos, llevan un cuchillo o un revólver o un hierro de atizar el fuego. Al final, el más infeliz queda tendido en el suelo.
       Doris: Carl, eres un cobarde.
       Carl: Lo sé, siempre he sido cobarde.
       Doris: Yo me avergonzaría de confesarlo.
       Carl: Y me avergüenzo…”

       La relación entre Philip y Anna permite a Donen abordar con entera libertad la cuestión del adulterio —tema tabú en la Norteamérica de finales de los cincuenta—, porque, como en realidad Philip es soltero, dicho adulterio es falso, por lo tanto, no está teniendo lugar. De esa manera, el film puede hacernos llegar el mensaje de que, si el matrimonio está muerto y en vías de extinción, o sea, en proceso de divorcio, el adulterio es lícito. Postura que supondría un escándalo, si Philip estuviera verdaderamente casado. Cuando la película se estrenó en España, la censura no admitió este subterfugio y algunas escenas del romance de la pareja fueron directamente eliminadas, algo fácilmente reconocible, hoy en día, gracias a las diferencias en el doblaje.


       Respecto al tema del falso adulterio, hay que decir que resulta despreciable y cobarde la manera en la que Philip manipula a Anna desde el comienzo de sus relaciones.

       “Philip: Puesto que no tengo la menor intención de casarme, creo que lo más correcto es hacérselo saber desde el principio.
       Alfred: ¿Antes de que se enamoren?
       Philip: Sí, naturalmente, antes. Lo contrario no estaría bien. ¿Y cómo se lo hago saber? Si digo: no me casaré nunca. ¿Qué mujer cree que eso es verdad? Al contrario, es un desafío para ellas.
       Alfred: Entonces, ¿qué haces?
       Philip: Les digo que soy casado, aunque estoy tramitando el divorcio. Queda aclarada la situación y no puede haber ningún malentendido.”

       Poniendo de manifiesto que la aparente integridad de la que el personaje masculino presume es pura fachada, sólo los sentimientos de Anna son absolutamente sinceros. Además, Alfred tiene razón, el sistema de Philip es poco acertado para burlar el matrimonio, pues tarde o temprano el engaño terminará saliendo a la luz y no necesariamente cuando a él le convenga.

       “Alfred: Tiene que haber algún fallo en tu sistema, no acabo de saber qué es, pero, forzosamente, tiene que haberlo.
       Philip: ¿Por qué tiene que haberlo?
       Alfred: Puedes equivocarte. Crees que eres una excepción y la mayoría de los hombres se casan.”


       De hecho, en cuanto Philip cree tener un rival, no duda en rectificar y proponerle matrimonio a Anna. En la secuencia en la que Anna lo pone celoso, hablándole de David, y luego, lo rechaza sexualmente con la típica excusa del dolor de cabeza, el desconcierto, la confusión y la irritación del listillo de Philip, seguro que hacen reír a todas las mujeres del mundo y, en general, a todas aquellas personas que hayan sido burladas, como Anna, alguna vez.

       “Philip: Y demuestra poca delicadeza llamar a estas horas de la noche.
       Anna: Él sabe que no me acuesto hasta más tarde. ¡Uh!, perdona, he dicho una tontería, ¿verdad? Debes olvidarlo. Bórralo de tu mente.
       Philip: ¡Una noche que empezó tan bien y se ha convertido, de repente, en la más exasperante de mi vida!
       Anna: Tu vida no ha acabado aún.”

       Anna juega con él usando todas sus armas de mujer de mundo y de actriz consagrada, y lo hace con todo el derecho, puesto que fue él quien empezó a mentir. En realidad, si la historia se llama “Indiscreta” es por estar contada desde un punto de vista masculino, que hace responsable a Margaret de la crisis de la pareja, por haber fisgado en los papeles de su marido; cuando, lo cierto es que, si hubiera sido contada desde un punto de vista femenino, la cinta se habría llamado, algo así como, “Embustero”, y habría responsabilizado a Philip de haber puesto en peligro la relación. Aunque, hay que reconocer, en descargo de Philip, que el descarado empeño de Margaret en que su hermana y él se quedaran a solas, cuando acababan de conocerse, podría haber despertado en Philip el recelo de estar ante una “caza-maridos” y haber mentido para protegerse. Pero, aún así, es jugar sucio, puesto que no es justo culpar a Anna de las indiscreciones de su hermana.

       A pesar de que fuese realizado a finales de los cincuenta, el único aspecto del film que da la impresión de haber quedado demasiado obsoleto, en la actualidad, quizás sea la renuncia de Anna, por casarse con Philip, a todo aquello que conforma su vida —su trabajo en el teatro y su residencia en Londres—. Es difícil creer que una actriz famosa, admirada y envidiada por todos los que la conocen y que, como dice su hermana, es mucho más feliz cuando está trabajando, vaya a ser capaz de tomar una decisión tan drástica e injusta para ella, como es la de abandonarlo todo. Pero, claro, a finales de los cincuenta era algo natural y muy habitual que una mujer renunciara a su vida laboral para casarse. La misma Anna reconoce, en un momento del film, que casarse con Philip es la ilusión de su vida.

       En última instancia, la historia de amor narrada por Donen en “Indiscreta” parece querer alertarnos de que el amor es delicado como un bebé y, puesto que es lo único que nos hacer realmente felices, hay que cuidarlo con esmero. En un momento del film, Anna resume dicho mensaje, al afirmar: “… la felicidad es difícil de alcanzar”. Al enamorarnos, sentimos miedo a que nos rompan el corazón y tratamos de protegernos por todos los medios a nuestro alcance. Es una reacción natural, pero hay que tener cuidado y saber controlarla, porque supone jugar con fuego y poner en riesgo la relación. Los protagonistas románticos de esta película juegan al ratón y al gato durante toda la segunda parte del film, hasta que, por fortuna, logran que el éxito de sus recíprocos sentimientos, se imponga a todos los obstáculos que sus mutuos mecanismos de defensa han ido creando, ante un amor tan profundo que les desarma. El triunfo de los protagonistas es el triunfo de los sentimientos, algo inexorable tratándose de una comedia de Donen, y supone, además, el final más deseado por el público, en toda comedia romántica.