Mostrando entradas con la etiqueta John Wayne. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta John Wayne. Mostrar todas las entradas

miércoles, 10 de abril de 2024

FORDMANÍA 3

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE (1962) de John Ford
       

       
Tras dirigir infinidad de westerns, John Ford se despide del salvaje oeste con esta obra maestra de madurez, en la que nos muestra cómo la ley y el orden, provenientes del este, trajeron el progreso y la civilización a los indómitos territorios fronterizos, que aún permanecían regidos por la ley del más fuerte. Y para que esa transición fuera posible, hicieron falta leyendas y el sacrificio de los hombres intrépidos que las crearon.
       
       El veterano senador Ransom Stoddard (James Stewart) y su esposa Hallie (Vera Miles) regresan a Shinbone, para asistir al funeral de Tom Doniphon (John Wayne). Interrogado por la prensa local acerca de la identidad del fallecido, Ransom les cuenta la verdad sobre su amigo: Recién licenciado en derecho, Ransom llega al oeste y es asaltado brutalmente por el bandido Liberty Valance (Lee Marvin) y sus secuaces. El rudo vaquero Tom Doniphon encuentra a Ransom malherido en el desierto y con ayuda de su leal Pompey (Woody Strode) lo lleva a la ciudad para que Hallie (Vera Miles), camarera del restaurante de los Ericson, lo atienda. Peter Ericson (John Qualen) y su mujer Nora (Jeanette Wolan) lo acogen bajo la protección de Tom. Y, una vez restablecido, Ransom, mientras trabaja en el restaurante como lavaplatos, busca la manera de encarcelar a Liberty. Tom nota la complicidad surgida entre Hallie y Ransom, pero está tan convencido de que Hallie se casará con él, que sigue ampliando su casa para ella. Liberty Valance vuelve a atacar a Ransom y cuando Tom sale en su defensa, el mismo Ransom impide que lleguen a las armas. Tom aconseja a Ransom marcharse de la ciudad, pero Dutton Peabody (Edmond O’Brien), dueño del periódico local, le ofrece trabajar en su oficina; Ransom se queda y comienza a ejercer de maestro voluntario en el pueblo. En sus clases, Stoddard transmite a sus alumnos la importancia de votar en las próximas elecciones para elegir a un delegado que defienda en Washington sus derechos frente a los ganaderos. Pero cuando Liberty, del lado de los ganaderos, asesina a algunos granjeros, se suspenden las clases por temor a sus represalias. Peabody decide publicar los crímenes de Liberty y advierte a Hallie de que Ransom se está entrenando con el revólver. Hallie, temiendo que quiera enfrentarse a Liberty, corre a pedir a Tom que lo proteja. Éste, celoso, humilla a Ransom demostrándole que es un novato con el revólver. Durante las elecciones Ransom y Peabody son elegidos; Liberty amenaza a Ransom con matarle si no abandona la ciudad y destroza el periódico dejando malherido a Peabody. Ransom, entonces, decide enfrentarse a Liberty. Hallie envía a Pompey a buscar a Tom, pero antes de que llegue, se produce el duelo y aunque Ransom resulta herido, consigue matar a Valance. Mientras Hallie cura al herido, el cariño de ambos sale a relucir y Tom comprende que ha perdido a Hallie. Destrozado, incendia la casa que estaba ampliando para ella. La fama por haber matado a Liberty Valance empaña la candidatura de Ransom en la convención territorial y éste decide abandonar. Pero Tom logra tranquilizar su conciencia desvelándole quién mató en realidad a Liberty Valance.



       Ford compró los derechos del relato homónimo de Dorothy Johnson, en que se basa el guión, con la intención de que James Warner Bellah y Willis Goldbeck escribieran su adaptación para el cine. Ambos escritores realizaron un magnífico trabajo componiendo un western atípico —en el que hasta el clásico duelo se convierte en un duelo a tres— sobre la evolución del estilo de vida de las comunidades del oeste americano. La estructura de este western se apoya en dos triángulos narrativos, uno amoroso, en el que Hallie tendrá que elegir entre Tom y Ransom; y otro de violencia, en el que Tom tendrá que elegir entre matar a Liberty Valance o dejar que éste mate a Ransom. Ambos elegirán el progreso, la ley y el orden, o sea, a Ransom. Tom comprende y asume la elección de Hallie, porque él mismo opta por defender a Ransom y lo que él representa para la ciudad y sus habitantes.


       Ford supo desde el principio que relatar el proceso de civilización del oeste requería de interiores y de una narración intimista, donde la palabra se impusiera a la acción. Del mismo modo que la conquista del oeste demandaba escenas de acción en grandes extensiones de desierto, el nacimiento de la nación americana precisaba de interiores; restaurantes, cocinas, salones, oficinas, escuelas… Y, en general, cualquier espacio en el que los ciudadanos realizaran sus actividades cotidianas. El triunfo de los libros sobre las balas requería, además, una narración llena de diálogos, de miradas, de silencios, de sombras, de sentimientos ocultos, de miedos y de mentiras.
       También comprendió Ford que la historia que iba a rodar demandaba el blanco y negro, porque era la narración melancólica de una época de leyenda que llegaba a su fin. El atractivo de lo salvaje, de la aventura, de la vida indómita desaparecería con la llegada del ferrocarril, de la democracia, de los hombres de leyes y de la organización social y política; pero permanecería para siempre, como una añoranza de libertad, en el corazón de los ciudadanos americanos. Esa nostalgia pedía a gritos una fotografía en blanco y negro, pese a la oposición del estudio y del director de fotografía, William H. Clothier, que trataron en vano de imponer a Ford el color: «¡Maldita sea, vamos a hacerla en blanco y negro! ¡No tiene que ser en color!» La fotografía final llena de claroscuros, de sombras y de primeros planos es de una conmovedora belleza, la belleza que merecía el adiós visual de Ford al mito americano del lejano oeste.


       Entre los recursos cinematográficos que Ford solía emplear en sus películas, hay que destacar en este film su insuperable talento para dinamizar cualquier secuencia y convertirla en una auténtica obra de filigrana narrativa, llenándola de pequeñas acciones, o sub-acciones, que suceden en el mismo plano que la acción principal y que aportan espontaneidad y dan vida a la acción. Ejemplo de ello es la acción protagonizada en segundo plano por el tonto del pueblo y su padre en la convención territorial: el hijo chupa una piruleta mientras escucha los discursos; su padre, al verlo, se la quita de las manos y, enojado, la tira al suelo; pero el hijo tiene un montón de piruletas escondidas y cada vez que su padre le tira una, saca otra y se pone a chuparla otra vez. Estas sub-acciones dan testimonio del talento de Ford como artesano cinematográfico, en cuya filmografía cualquier personaje, por secundario que fuera, tenía su importancia y quedaba perfectamente definido, tanto a nivel externo como interno. Tal es el caso del negligente y cobardica comisario Link Appleyard (Andy Devine), muestra viviente de la absoluta ausencia de ley y orden en la ciudad. Ford retrata con humor al comisario, convirtiéndolo en un glotón y un bufón, para subrayar que el cargo no era más que simbólico, puesto que en el oeste la ley no era más que un chiste.


       «Ransom: Pues bien, voy a presentar la denuncia y a cuidar de todos los detalles legales. Y la verdad es que usted posee jurisdicción, según dice aquí. De forma que la próxima vez que se presente en esta ciudad, usted lo arrestará.
       Link: Lo que usted diga, señor Stoddard. Me voy a desternillar de risa. ¿Ha dicho usted arrestar? ¿A quién ha dicho?
       Ransom: A Liberty Valance.
       Link: ¿Arrestar a Liberty Va…? ¡¿Ha dicho usted Liberty Valance?! Ahora que empezaba a recuperar mi apetito…»

       La riqueza simbólica del arte visual y narrativo de Ford inunda el film de momentos de una gran profundidad, cargados de emoción y significado. La renuncia de ambos protagonistas masculinos a todos sus sueños queda plasmada, así, en gestos tales como el de Ransom cuando, ante la inminente amenaza de Liberty, borra de la pizarra de la escuela la cita: «La educación es la base de la ley y el orden»; o cuando el mismo Ransom arranca de la pared y arroja al suelo lo que queda de su letrero, «Ransom Stoddard, licenciado en leyes», después de que Liberty lo haya destrozado a balazos. Con estos dos momentos, Ford nos anticipa que Ransom está a punto de renunciar a su empeño de pararle los pies a Liberty sin usar la violencia.

       «Hallie: Ransom, después de todo lo que nos has enseñado, ¿cómo puedes pretender ahora que claudiquemos?
       Ransom: Ya has oído lo que ha dicho Tom. Cuando amenaza la fuerza, entonces, de nada sirven las palabras.»


       Del mismo modo, el momento en que Tom incendia la casa que estaba ampliando para casarse con Hallie simboliza que está renunciando a su único sueño, formar una familia con la mujer que ama. Tom está quemando sus naves y rindiéndose ante su rival. Como vemos, Ransom, el soñador, se estrella contra la dura realidad del oeste y Tom, el realista, se estrella contra los sueños de un nuevo estilo de vida, en el que los hombres como él ya no serán necesarios. Por su parte, Hallie tendrá que renunciar a Tom para formar parte de esa nueva civilización. El desencanto que inunda el corazón de los tres protagonistas impregna toda la película de una melancólica tristeza por todo aquello que no pudo ser y por todo aquello a lo que tuvieron que renunciar en pos de una sociedad mejor.

       «Hallie: Usted sabía que yo quería venir aquí, ¿no es cierto?
       Link: Usted dijo que quería ver los cactus en flor. Allí está su casa. Bueno, lo que quedó de ella. Rodeada de flores por todos lados.
       Hallie: No pudo jamás terminar aquella habitación, ¿no es verdad?
       Link: No. En fin, usted lo sabe muy bien.»

       Pero no solo las acciones de los personajes están cargadas de significado, también el simbolismo de determinados objetos es empleado por Ford para representar cada uno de los temas que aparecen en el film: el látigo de Liberty Valance, simboliza la ley de la fuerza; la diligencia cubriéndose de polvo en un almacén, simboliza el pasado indómito; la flor de cactus, simboliza la belleza del desierto y el corazón de Tom Doniphon, capaz de florecer entre espinas.


       La anticipación es otro de los recursos empleados por Ford para hacer avanzar la historia, creando expectativas en el espectador respecto a lo que va a suceder. Por ejemplo, Peter Ericson anticipa que Tom puede perder a Hallie, desde el momento mismo en que Ransom aparece en sus vidas.

       «Nora: Hallie será una esposa maravillosa para el hombre que se case con ella.
       Peter: Sí, para el hombre que se case con ella. Si Tom Doniphon es inteligente, le planteará la cuestión a Hallie antes de que llegue alguien y le eche a perder todos sus planes.»

       Otra anticipación, ya empleada por Ford en La diligencia, que también aparece en el film, es la de la famosa jugada de póker llamada mano del muerto (ases y ochos), considerada de mal augurio, que anticipa la muerte de Liberty Valance en el duelo.

       El simbolismo y la anticipación eran herramientas frecuentes en el cine de Ford, porque en sus películas lo importante era lo no dicho, el subtexto, los sentimientos ocultos, todo aquello que se escondía bajo el sentido del humor, la amistad, el valor, la bondad, la generosidad, la caballerosidad… Todos temas recurrentes en el cine de Ford.

       En este western nostálgico, Ford escenifica los inicios de la democracia americana cuando ésta aún andaba en pañales y cuando el mejor candidato posible era un representante de la ley, cuyo valor hubiese quedado probado; es decir, un político con los atributos de un héroe; o, como en el caso del film, un político respaldado por un héroe en la sombra. Ford ilustra en el film cómo el oeste se civilizó gracias a hombres tan contrapuestos como Ransom Stoddard y Tom Doniphon; hombres que se complementaban para hacer frente a la resistencia de los que, como Liberty Valance, se aferraban al despotismo feroz de imponer a los demás su propia ley.


       «Liberty: Sois muy valientes cuando estáis juntos, pero no votéis ahora algo de lo que luego os arrepentiréis cuando estéis a solas.»

       El nuevo oeste necesitaba lo mismo que sus mujeres, hombres cultivados que trajeran el progreso a sus ciudades y hombres duros dispuestos a sentar las bases para que ese proceso fuera posible.

       «Doctor: ¡Eh, Tom! Lo que necesitamos es autoridad. Nos hace falta un hombre que sepa imponerse.
       Tom: Estoy de acuerdo con usted, doctor.»


       Hallie se debate entre su cariño por el indómito y resolutivo Tom, que vive el presente, y su fascinación por Ransom, el hombre de leyes, educado y caballeroso, que aspira a un futuro más justo y pacífico. Hallie no se engaña, sabe que Ransom es testarudo y valiente, pero que sus palabras no tienen nada que hacer frente a las balas. También sabe que Tom tiene todas las cualidades de un héroe, aunque no lo parezca por sus rudas maneras, su carácter autoritario y su físico algo primitivo. Ella necesita las cualidades de ambos hombres, lo mismo que el oeste necesita orden y fuerza para crecer. Tom Doniphon y Ransom Stoddard representan dos personajes habituales en la filmografía de John Ford: el independiente hombre de acción, necesario para conquistar el oeste y el responsable ciudadano, necesario para civilizarlo. El hombre del este frente al hombre del oeste. El intelectual y el soldado trabajando juntos para hacer posible la nación americana; dos rivales que se respetan y se admiran, aunque no sean capaces de ponerse de acuerdo. Hallie elige el futuro que Ransom representa, pero toda su vida mirará con nostalgia al pasado, al hombre que renunció a todo para que ella fuera feliz.

       «Tom: Fue un asesinato a sangre fría, pero no me remuerde la conciencia. Hallie es dichosa. Quería que tú vivieras.
       Ransom: ¡Me… me salvaste la vida, Tom!
       Tom: Mejor hubiera sido no hacerlo. Ahora Hallie te pertenece. ¡Entra de nuevo ahí y acepta el nombramiento! Tú le enseñaste a leer y escribir. Ahora dale la ocasión de que tenga sobre qué leer y escribir.»


       Después del sacrificio de Tom, resulta reconfortante para el espectador comprobar que el fantasma de Tom Doniphon siempre se ha interpuesto entre Hallie y Ransom; que su felicidad siempre ha estado empañada por una mentira; y que ninguno de los dos ha podido enorgullecerse de los logros políticos de Ransom, porque sin Tom nunca hubieran sido posibles. En aquella época, la aceptación por parte del pueblo de hombres, como Ransom, capaces de hacer progresar la sociedad americana, exigía que se les rodeara de un halo de leyenda semejante al de los ídolos del salvaje oeste. Y toda leyenda precisa de un hecho insólito realizado por un héroe y magnificado por la admiración de toda la comunidad. Tom tuvo la oportunidad de convertir a Ransom en el héroe que la región necesitaba y no dudó en hacerlo. Y Ransom aprovechó esa oportunidad para contribuir con su esfuerzo a crear una sociedad legal, a la que dedicó toda su vida.

       «Ransom: Oh, gracias, Jason, gracias. Escribiré una carta a la dirección de este ferrocarril dándole las gracias por la amabilidad de todos sus empleados.
       Jason: No… Lo hacemos muy a gusto. Lo hacemos todo muy a gusto por el hombre que mató a Liberty Valance.»


       Leyendas aparte, el simple acontecimiento de que la eterna lucha entre granjeros y ganaderos se tratara de solucionar mediante unas elecciones  algo nunca visto en un western— constituía ya una prueba de que la civilización estaba llegando al oeste y de que nada iba a detenerla. Y aunque Ford presenta este avance como un acontecimiento positivo, eso no le impide mostrarnos su desconfianza hacia la actividad pública, siempre apoyada en falsedades o en verdades a medias. Para Ford, no sólo la carrera política de Ransom se apoya en una mentira, sino que es la política misma la que se sirve de toda una puesta en escena y de un montón de patrañas para embaucar al pueblo. En la secuencia de la convención territorial, el comandante Starbuckle (John Carradine) inicia su disertación con el gesto de arrugar y tirar al suelo su discurso, alegando que no es momento de oratorias sino de hablar con el corazón. Pero el doctor Willoughby (Ken Murray) recoge con malicia el papel comprobando que está en blanco; a partir de ese momento, no deja de mirar al orador con reproche. Pero quizás lo que más desprestigia a la clase política, en el film, sea el hecho de que Ransom se sienta incapaz de acudir al congreso con las manos manchadas de sangre, pero en cambio, no duda en hacerlo apoyándose en una conveniente mentira, que, por otra parte, no puede desvelar porque sería señalar a Tom como asesino. Sólo a la muerte de éste, animado por Halley, Ransom se decide a contar la verdad, pero, finalmente, la propia importancia política de Ransom Stoddard le hará comprender que en el oeste las leyendas son más necesarias que la verdad. Obligándole a seguir manteniendo viva la mentira con la que ha tenido que cargar toda su vida.

       Pero, si bien, Ford parece desconfiar de la política, en cambio, parece sentir cierta admiración por el mundo del periodismo, cuya influencia en la sociedad considera decisiva a la hora de hacer avanzar a una comunidad hacia un futuro más libre y justo.

       «Peabody: Yo… Yo soy un periodista, no un político. No. Los políticos son los que me dan trabajo y yo los creo y los derribo. Pero yo no quiero ser uno de ellos, no podría serlo, me destruiría a mí mismo.»


       Representado en el film por la figura del heroico periodista Dutton Peabody, interpretado con cierta grandilocuencia por el veterano Edmon O’Brien, el cuarto poder contribuye a acabar con la tiranía de Liberty Valance, denunciando sus crímenes en primera plana; concienciando a los ciudadanos de la importancia de su voto y haciendo despegar la carrera política de Ransom.

       «Peabody: Buen pueblo de Shinbone, yo… Yo soy vuestra conciencia, yo soy la débil voz que truena por las noches, vuestro perro guardián que aleja a los lobos, yo soy vuestro padre confesor, yo soy… Yo soy… Yo… ¿Qué más soy?
       Tom: ¿El borracho de la ciudad?»

       El valor de Peabody como periodista es similar al de Ransom como abogado, ambos desempeñan verdaderos oficios de riesgo en el lejano oeste y se sirven de las palabras para desafiar el despotismo de Liberty Valance; pero, sin el respaldo del revólver de Tom Doniphon, ese valor hubiera resultado inútil. Tanto Peabody como Ransom sufren la violencia de Liberty, que ve en ellos la amenaza de una nueva era en la que la tiranía de su látigo no tiene cabida. En el caso de Peabody, gracias a su alcoholismo y a su educación clásica, encuentra el valor que necesita en la bebida y en los versos de Shakespeare para defender ante Liberty la libertad de prensa. Mientras que Ransom, pese a sus convicciones legales, llega a un punto en que su rabia le arrastra a coger un arma, renunciando así a sus propios principios.


       James Stewart, en su rol de hombre del este que al llegar al oeste ve cuestionada su hombría, por no compartir esa forma destructiva y obsoleta de entender el valor, se equipara al personaje encarnado por Gregory Peck, unos años antes, en el film de William Wyler, Horizontes de grandeza (1958). Stewart poseía ese físico delgado y de apariencia vulnerable, idóneo para Ransom, y al mismo tiempo tenía una personalidad que representaba esa testarudez americana, investida de honradez, que aportaba al personaje el coraje necesario para defender sus ideas. Vemos al actor temblando a la hora de acudir a un duelo en el que sabe que le van a matar, pero decidido a afrontarlo por puro acto de dignidad. Stewart borda el aspecto intelectual del personaje, ese abogado, ese maestro y ese político que conquistan el corazón de Hallie y que convencen al espectador de la necesidad en Shinbone de un hombre como Ransom. Gracias a la credibilidad de Stewart como actor, nadie duda de que Ransom vaya a triunfar en sus labores de hombre de leyes, del mismo modo que nadie duda de que por mucho que entrene no podrá vencer a Liberty con un arma, por ello, el momento en que vemos a Liberty caer ante Ransom es sumamente inesperado y sorpresivo. Y así, la leyenda está servida, una vez más, David ha vencido a Goliat; pero no sería propio de una película de Ford un desenlace tan inverosímil. Ford nos muestra solo una parte del duelo, nos oculta la verdad, precisamente para hacernos sentir la emoción de la leyenda. Todo el mundo, espectadores y habitantes de Shinbone, ha presenciado cómo Ransom mataba a Liberty, y además con la mano izquierda, un hecho insólito que nos llena de emoción. Por eso, al descubrir la verdad, comprendemos la importancia del acto de Tom al actuar en las sombra y mantener en secreto su intervención, que sólo desvelará al verle flaquear ante su misión de defender los derechos de los ciudadanos.

       «Ransom: Vuelvo a mi casa, Tom. Me vuelvo al este, que es adonde pertenezco.
       Tom: Valance no logró hacerte huir, ¿qué te pasa ahora, amigo? ¿Tu conciencia?
       Ransom: ¿Acaso no es una carga matar a un hombre y luego querer construir una vida sobre esta muerte?
       Tom: Hablas demasiado, piensas demasiado. Además tú no mataste a Liberty Valance.»

       Por su parte, John Wayne realiza una de las interpretaciones más interesantes de toda su carrera, aunque estuvo a punto de rechazar el personaje por considerar que James Stewart tenía más protagonismo, a pesar de que para John Ford: «Jimmy Stewart tenía más escenas, pero Wayne era el personaje central, el motivo de todo.» Si bien, el actor encarnaba, una vez más, al hombre de acción curtido por la dureza de la vida en los territorios fronterizos, en esta ocasión se trataba de un antihéroe romántico, atormentado por un amor al que se ve obligado a renunciar y por el cual se traiciona a sí mismo. Hay que tener en cuenta que disparar a un hombre desde un callejón en sombras era considerado en el oeste no sólo un acto de cobardía, sino un crimen. La misma víctima, Liberty Valance, cuando acude al duelo y le grita a Ransom que se acerque a la luz para dejarse ver, parece intuir que el verdadero peligro que le acecha se encuentra oculto en las sombras y no frente a él.

       «Liberty: ¡Acércate donde yo te pueda ver! ¡Sal de las sombras, cobarde!


       Al recordar cómo disparó contra Valance, John Wayne refleja en su rostro toda la desolación de Tom Doniphon; un rostro sombrío que desaparece bajo el humo de su cigarrillo para dar paso al flashback dentro del flashback que nos revela la verdad. Por otra parte, la excelente expresión corporal de John Wayne refleja con suma naturalidad toda la fuerza bruta de Tom Doniphon, su seguridad en sí mismo y la determinación de su carácter. A lo largo del film vemos a Wayne tratando con brusquedad tanto a amigos como a enemigos, los empujones, las patadas, los agarrones y los portazos son las maneras habituales de ese hombre rudo y sin modales acostumbrado a mandar.

       «Tom: Necesitamos dos buenos delegados que nos representen en la capital, Valance. Dos hombres honrados. Y uno de ellos lo tenemos en usted, Sr. Stoddard.
       Liberty: ¿Buscas pelea, Doniphon?
       Tom: ¿Quieres ayudarme a encontrarla?»


       Y frente a estos dos hombres buenos y antagónicos, Liberty Valance, el inolvidable forajido encarnado por un Lee Marvin en estado de gracia, que supo representar, con una ferocidad y una gracia pocas veces vistas en el cine, lo peor del salvaje oeste, todo aquello que había que erradicar para hacer posible la nueva sociedad americana. Lee Marvin asumió el típico rol de villano que mantiene aterrorizada a toda una comunidad —personaje recurrente en muchos westerns—, dándole un enfoque primitivo y salvaje. Un forajido que representa el libertinaje por excelencia, aunque paradójicamente se llame Liberty. Sádico, abusón, irónico y con la inteligencia suficiente para saber que Tom Doniphon es el único rival con el que no le interesa medirse.

       «Liberty (A Ransom): Esta votación no significa nada. (Tom se acerca a ellos) Tú no te metas en esto. Se ha estado ocultando durante mucho tiempo detrás de ti. (A Ransom) Te doy una opción, lavaplatos: o abandonas la ciudad esta noche, o quedarás muy solito ahí fuera en la calle.»

       Tom Doniphon y él son las dos caras de una misma moneda, ambos representan a hombres duros y rápidos a la hora de sacar el revólver, pero mientras uno encarna la nobleza, el otro representa la maldad más execrable.

       «Tom: Oh, comprendo que esos libros de leyes signifiquen mucho para ti, pero aquí no te servirán. Aquí los hombres resuelven sus problemas por sí mismos.
       Ransom: Sí, pero ¿se da usted cuenta de lo que me dice? Mire, usted, me está usted diciendo exactamente lo mismo que me dijo Liberty Valance, ¿entiende?»


       La personalidad narcisista de Valance, egocéntrica y despiadada, se puede apreciar hasta en su caracterización, con ese chaleco bordado a juego con el sombrero y el látigo, y sobre todo con esa chulería innata que Lee Marvin siempre tuvo al moverse por la pantalla, con la que incluso consigue que su personaje muera con esa arrogancia propia de los hombres duros que daba el oeste. El actor compuso un villano de tal calibre que logra permanecer imborrable en la memoria de los espectadores décadas después de haber visto la película; podremos olvidar a Tom Doniphon, podremos olvidar a Ransom Stoddard, pero nunca, aunque queramos, podremos olvidar a Liberty Valance.

       Vera Miles interpreta a Hallie como la mujer de carácter, despierta y dotada de un gran sentido común, que era, pero al mismo tiempo nos transmite su delicadeza, capaz de emocionarse ante una flor o ante un gesto de bondad o coraje. La actriz expresa, en cada mirada de admiración que le dedica a Ransom, el profundo deseo de Hallie de prosperar. La llegada de Ransom despierta en ella el anhelo de ser algo más que una camarera y la futura esposa de alguien —posiblemente de Tom Doniphon—. Ransom abre todo un mundo ante ella, la enseña a leer y la convierte en maestra de párvulos; le habla de ciudades donde se respeta la ley y donde crecen las rosas; y la trata, no como a una simple mujer, sino como a su igual. Y Hallie, aunque nunca deja de tener los pies en la tierra, se siente valiosa y llena de ilusiones; y, como es natural, no quiere renunciar a todo eso.


       «Hallie: Ransom… Si hubieses sido tú en lugar de Valance, yo… (Llora)
       Ransom: Oh, no, Hallie… Hallie…
       Hallie: No puedo remediarlo, me siento tan culpable… No quería que te marcharas. Quería que te quedaras. Podía haberte… Lo siento, perdóname.
       Ransom: Por favor, Hallie… Hallie… (Hallie abraza a Ransom)»

       Podemos contemplar todas esas emociones en los ojos de Vera Miles, que realizó una interpretación contenida de todo un torbellino de mujer, obligada a comportarse con la mesura y el decoro que se esperaba de una mujer de la época; pero con un espíritu fuerte y rebelde, que enamoró a Tom.

       «Tom: Hallie, vuelve adónde deberías estar, no quiero que estés en una escuela que puede convertirse en un tiro al blanco.
       Hallie: ¡Ahora, escúchame a mí, Tom Doniphon, adónde yo vaya y lo que yo haga no es de tu incumbencia! ¡No te pertenezco!
       Tom: Hallie, lo repito: Estás mucho más hermosa cuando te enfadas.»

       Mención especial merecen los trabajos de tres secundarios cuya sola presencia bastan para llenar cada una de las escenas en las que aparecen, me refiero al compañero del héroe y a los secuaces del villano.

       El trabajo del actor Woody Strode como el leal Pompey, empleado y amigo de Tom, se deja sentir en el film como la de un ángel de la guarda, siempre pendiente, silencioso y cercano, aunque su mente parezca encontrarse ausente. La mirada perdida de Pompey, sentado en los escalones de la entrada del bar con su rifle en el regazo mientras espera a Tom, el día de las elecciones, es puro cine. Uno parece estar viendo a una persona real perdida en sus propios pensamientos, quien sabe si recordando un pasado doloroso o, quizás, sumergido en la soledad de saberse hombre de color en un mundo de blancos. Pompey siempre permanece ajeno y distante a todo lo que no esté relacionado con el señor Tom y aunque no se le ve disparar en toda la película, el espectador sabe que su rifle es letal, lo sabe sólo con ver el rostro pétreo del actor Woody Strode al otro lado del cañón. Lo mismo que sabe, al verlo en el funeral de Tom, que nadie ha querido a Tom Doniphon tanto como él. Y si Tom se enfada con él al encontrarle en la escuela, es porque siente que también Pompey le está traicionando al preferir, lo mismo que Hallie, la compañía de Ransom.

       «Tom: Vengo en busca de Pompey. He estado ausente durante tres semanas y todavía no has puesto ni los marcos de las ventanas ni las puertas. ¿Para qué estás perdiendo el tiempo aquí? ¡Vuelve a tu trabajo! Tu enseñanza ha terminado.»


       En cuanto a Floyd, el sádico esbirro de Liberty Valance, interpretado por Strother Martin con una risa histérica y malsana, difícil de olvidar, que acompaña con unos escalofriantes espasmos cuando Liberty da una paliza a alguien con su látigo, hemos de decir que el actor realizó un magnífico trabajo a la hora de encarnar a un secuaz, sumamente rastrero y desagradable, digno del villano compuesto por Lee Marvin. Strother Martin logró hacernos entender que Floyd necesitaba a Liberty para satisfacer su sadismo y su necesidad de seguir las órdenes de alguien.
       El otro secuaz de Liberty, Reese, interpretado por un joven Lee Van Cleef, representa al antagonista de Floyd, ya que mientras éste alentaba el furor de Liberty, Reese era el que detenía a tiempo la saña de su jefe para evitar que matara a su víctima. El rostro y la apariencia atrabiliaria de Cleef, con esa amenazadora sonrisa y ese intimidatorio brillo en sus maliciosos ojos, bastaban siempre para hacerle encarnar a un peligroso forajido, sin necesidad de que el actor realizara grandes actuaciones.


       El hombre que mató a Liberty Valance no supone únicamente el adiós de John Ford a los relatos fronterizos, sino también su homenaje cinematográfico a todos aquellos hombres que hicieron posible la nación y fueron olvidados. Ford pone de manifiesto esa eterna ingratitud, común a todas las sociedades que, olvidando a aquéllos que las hacen posibles, ensalzan a los que aparentan hacerlo. Tom Doniphon, un hombre prescindible en la nueva civilización —ya ni siquiera llevaba revólver cuando murió—, es enterrado en la más absoluta miseria, por la misma ciudad a la que liberó de la tiranía y que continúa rindiendo pleitesía a un falso héroe. Y es que la fama no la alcanzan los que la merecen, sino los que la necesitan para alcanzar su destino.

sábado, 4 de noviembre de 2023

FORDMANÍA 1

LA DILIGENCIA (1939) de John Ford
     

       Después de trece años sin dirigir un western, Ford aborda su primer western sonoro y logra revitalizar el género haciéndolo evolucionar hacia una espléndida madurez, con la que sienta las bases del western moderno.
    
       En 1875, la diligencia era el único medio de transporte en la salvaje frontera de Arizona, donde Gerónimo, líder de los apaches, combatía al hombre blanco. A pesar de su amenaza, la diligencia con destino a Lordsburg decide continuar su viaje escoltada por el ejército. El comisario Curly Wilcox (George Bancroft) se une al cochero Buck (Andy Devine) como guardia armado con la intención de detener a Ringo Kid (John Wayne), preso fugado de la cárcel que se dirige a Lordsburg para vengar a su familia, asesinada por Luke Plummer (Tom Tyler). La Liga de las Damas en favor de la Ley y el Orden obligan a la prostituta Dallas (Claire Trevor) y al borrachuzo Doc Boone (Thomas Mitchell) a abandonar la ciudad en la diligencia. Por su parte, el Sr. Hatfield (John Carradine), caballero del sur convertido en tahúr, decide tomar la diligencia para ofrecer su protección a la Sra. Lucy Mallory (Louise Platt), que viaja para reunirse con su marido. Completa el grupo de viajeros Samuel Peacock (Donald Meek), comerciante de licores con aspecto de reverendo. En las afueras de la ciudad, el banquero Gatewood (Berton Churchill) toma la diligencia para huir llevándose consigo la nómina de los mineros. Por último, Ringo Kid, habiendo perdido su caballo, detiene la diligencia y es apresado por Curly, para impedir que se enfrente a Luke Plummer. Nada más iniciarse el viaje, se producen los primeros enfrentamientos entre los pasajeros a causa de sus diferencias políticas y sociales. Al llegar a Dry Fork, la diligencia se queda sin la protección del ejército; aún así, los viajeros acuerdan seguir adelante. Durante el trayecto, Dallas sufre el desprecio de todos, especialmente el de Lucy Mallory; sólo Ringo, ignorante de su oficio, la trata con respeto y ambos se enamoran. En la siguiente parada, Apache Wells, la Sra. Mallory, al enterarse de que su marido ha sido herido, se pone de parto. El doctor, pese a su borrachera, logra serenarse y atenderla, ayudado por Dallas. Nace una niña y Ringo al descubrir el instinto maternal de Dallas, le propone matrimonio. Dallas, emocionada, le convence para que renuncie a su venganza y huya. Sin embargo, al ver las señales de humo de los apaches, Ringo decide quedarse para proteger la diligencia. Atacada por los hombres de Gerónimo, la diligencia emprende una desenfrenada carrera hacia Lordsburg, defendida por Ringo, Buck, Curly, Hatfield y el doctor, que no tardan en quedarse sin municiones. Hatfield decide reservar su última bala para Lucy, pero recibe un balazo y la caballería acude al rescate haciendo huir a los apaches. Una vez en Lordsburg, cada viajero deberá enfrentarse a su propio destino.


       Se dice que con La diligencia, el western se hizo adulto, se hizo arte, se consolidó como género dejando de ser considerado mero entretenimiento. La historia con la que Ford lograba esta hazaña reflejaba la dureza de la vida fronteriza en los territorios que el hombre blanco trataba de arrebatar a los indios, donde los verdaderos héroes surgían de lo más bajo de la sociedad, individuos rechazados y humillados, que lograban redimirse gracias a su coraje y a su sacrificio. Cada personaje del film representa un símbolo de esa sociedad, por ello, más allá de la redención individual de cada personaje, la película de forma indirecta nos habla de la redención colectiva de esa nueva nación que se estaba forjando. En definitiva, se trata de la victoria de los valores humanos sobre los prejuicios políticos, sociales, económicos o morales. De modo que los protagonistas de la película se redimen a sí mismos y se redimen como grupo al comprender que para sobrevivir en una tierra salvaje deben permanecer unidos frente a la adversidad.

       Basado en el relato Diligencia a Lordsburg de Ernest Haycox —inspirado a su vez en la novela corta de Maupassant Bola de sebo—, el guión de Dudley Nichols, escrito con la colaboración no acreditada de Bent Hecht, recoge elementos de ambas narraciones para crear una metáfora de cómo una nación se regenera tras sufrir una guerra civil (la guerra de secesión americana) mediante el esfuerzo conjunto de todos sus ciudadanos, que logran dejar a un lado sus diferencias para hacer frente al desafío de volver a ser una sola entidad. En el caso de La diligencia, la sociedad respetable y la marginal se ven obligadas a convivir, bajo una amenaza llamada Gerónimo.


       «Doc: Gerónimo, ese es el nombre de nuestro verdugo. Ha escapado de la reserva. Está en pie de guerra.»

       En esta tierra salvaje, el fuera de la ley se convierte en la autoridad, erigiéndose en líder del grupo. Ringo impone el orden entre los viajeros y arriesga su vida para defender la diligencia, porque él es el único que sabe luchar como un salvaje. Los soldados de caballería, defensores de la sociedad, abandonan la diligencia a su suerte cuando todos los viajeros se encuentran divididos por cuestiones políticas o sociales, sin embargo, acuden a su rescate cuando el orden y la unión se han restablecido entre ellos, es decir, cuando se han transformado en algo que merece ser protegido. El séptimo de caballería acudiendo al rescate de los civiles llegaría a constituirse en lugar común de la mayoría de los westerns.


       Del mismo modo, la redención de los personajes de forma individual se produce cuando han demostrado ser valiosos como miembros del grupo. Ringo, el preso fugado, se redime cuando sacrifica su libertad para defender la diligencia. La intolerante Lucy Mallory se redime de su arrogancia cuando comienza a tratar a Dallas como a su igual, una vez que Dallas se ha redimido al demostrar su entrega y generosidad protegiendo al bebé. Asimismo, el borracho doctor Boone se redime al demostrar su valía como profesional trayendo al mundo a la niña y salvando la vida de Peacock. A su vez, Peacock, que como vendedor de whisky contribuye al alcoholismo de los ciudadanos, se redime al terminar suplicando a un alcohólico que deje la bebida. Hatfield, el caballero tahúr, se redime arriesgando su vida para proteger a una dama. Curly, el comisario, se redime al dejar escapar a Ringo, inocente del crimen por el que se le condenó. Buck, el cochero cobardica, se redime con su heroica actuación ante el ataque apache. El único personaje que no evoluciona a lo largo del film es el banquero Goodwell, estafador y ladrón, un personaje insufrible, que molesta a todos los pasajeros con su agresividad verbal, pero que termina siendo silenciado por el doctor de un puñetazo —es decir, el médico le aplica su medicina—. El banquero como figura negativa era bastante habitual en el cine de Ford. El banquero fordiano es un siervo absoluto del dinero, su codicia y su egoísmo no se detienen ante nada. Ni la ley ni su país ni su familia ni la compasión tienen ninguna importancia para él. Gatewood está convencido de que por ser un hombre de negocios tiene derecho a hacer lo que quiera sin rendirle cuentas a nadie.


       «Gatewood: ¡No sé adónde va a ir a parar el gobierno! En vez de proteger a los 
hombres de negocios se dedica a meter las narices en nuestro trabajo. Válgame, si hasta están hablando de inspectores bancarios… Como si no supiéramos llevar nuestros propios bancos. ¡Hasta me llegó una carta de algún funcionario entrometido diciéndome que iban a inspeccionar mis libros! Tengo un programa, caballeros, que debería ser enaltecido en todos los periódicos del país. ¡América para los americanos! ¡Hay que impedir que el gobierno se entrometa en los negocios! ¡Que reduzcan los impuestos! ¡La deuda nacional es un escándalo! ¡Más de mil millones de dólares! ¡Lo que necesita el país es un hombre de negocios como presidente!
       Doc Boone: Lo que el país necesita es más bebida.»

       Resulta fascinante que sea, precisamente, el personaje más intelectual, el doctor, quien silencie al banquero y que sea el defensor de la ley, el sheriff, quien le ponga entre rejas. Todo un alegato de Ford en favor de seguir el consejo dado por Tucídides a todas las naciones del mundo: No separar a los intelectuales de los guerreros.

       El banquero, que representa a una de las clases más altas de la sociedad, es apartado de ésta, por romper una y otra vez la armonía social que los demás personajes tratan de recomponer durante el viaje. La recuperación de la armonía social es tan importante en el film que, llegado el momento del duelo, entre Ringo y los Plummer, Ford evita recrearlo en imágenes, realizando una inteligente elipsis que nos muestra tan solo el resultado del mismo. Al fin y al cabo, todo duelo implica violencia, la cual siempre es desarmonía.


       El guión mantiene la crítica del relato de Maupassant a la hipocresía de la sociedad, que valora a sus individuos en función de su estatus socioeconómico sin tener en cuenta sus valores humanos. Bola de sebo mostraba una sociedad dividida entre ciudadanos respetables, clasistas y cobardes, y ciudadanos marginados, dispuestos a sacrificarse por los demás; de estos últimos adviene la redención de la sociedad. Este recurso ha sido muy utilizado en el western, donde era frecuente que el personaje expulsado de la sociedad por los que representaban la ley y la moral —en la película, la Liga de las Damas en favor de la Ley y el Orden— era el que terminaba salvando dicha sociedad. Estos personajes siempre buscaban regresar al seno de la civilización, aunque nunca lo consiguieran, ni siquiera constituyéndose en sus salvadores; sin embargo, Dudley Nichols da un giro a este recurso logrando la redención de estos personajes marginados que, con su amor y generosidad, logran crear una nueva sociedad que finalmente los acepta. El mismo Ford, como extranjero irlandés, siempre luchó por ser aceptado en la sociedad americana, aunque a menudo se manifestara en contra de sus dirigentes. Lo paradójico del final de La diligencia es que una vez que la sociedad vuelve a aceptar a la prostituta y al fuera de la ley, ellos se alejan de ella de forma voluntaria. Dando la impresión de que Ford cuestionaba las ventajas de vivir en sociedad, decantándose por la vida salvaje.

       «Doc: Bueno, eso les ahorrará las bendiciones de la civilización.»



       En cualquier caso, el amor entre Ringo y Dallas está basado en todo momento en el deseo de fundar una nueva familia, tras haber perdido cada uno la suya de forma violenta. Y la familia es el símbolo por excelencia de la armonía social y el lugar favorito de Ford en el que ambientar los conflictos dramáticos de sus películas.

       Del relato de Haycox, el guión mantiene la mayoría de los hechos básicos que estructuran la historia y también conserva algunos de sus personajes; la esposa embarazada del militar, el jugador, el vendedor de licores, el fuera de la ley y la prostituta. Pero estos personajes, algunos típicos del western, son tratados por Nichols con un enfoque diferente, que los aleja del estereotipo: La prostituta es una buena chica, el fuera de la ley es un joven ingenuo y honesto y el banquero es un sinvergüenza. En realidad, John Ford compró los derechos del relato de Haycox precisamente por sus personajes. Y si hay algo que caracterice el guión de La diligencia es la profundidad psicológica de los mismos y la mezcla de poesía y humor de sus diálogos.


       «Doc: No soy solo un filósofo, también soy un fatalista. En algún lugar, en algún momento, aparecerá la bala apropiada o la botella equivocada para Josiah Boone. ¿Para qué preocuparse por el cuándo o el cómo?
       Curly: ¿Sí o no?
       Doc: Poseedor de esta sabiduría, señor, siempre he cortejado el peligro. Durante la reciente guerra… en la que tuve el honor, señor, de servir a la Unión… a las órdenes de nuestro gran presidente Abraham Lincoln… y el general Phil Sheridan combatí entre las balas, la metralla y el rugido de los cañones…
       Curly: ¿Quiere usted regresar o no?
       Doc: ¡No! Quiero otro trago.»

       El cine de Ford acostumbraba a narrar relatos enmarcados en la historia de los Estados Unidos, de modo que sus héroes y sus argumentos estaban siempre relacionados con algún aspecto histórico. John Ford se consideraba a sí mismo como un director de Westerns y a través de este género entró en contacto con los dos aspectos claves de la historia de los Estados Unidos, la guerra de secesión y la colonización del Oeste. El tema principal de la mayoría de sus westerns mostraba la dificultad de vivir a caballo entre el territorio civilizado y el territorio salvaje, con la consecuente confrontación con los indios —es decir con la adversidad—. En el film que nos ocupa, los viajeros abandonan la protección de la ciudad para adentrarse en la aventura de lo desconocido y lo salvaje. Y lo hacen para conseguir sus objetivos.

       «Doc: Nos van a arrancar la cabellera a todos, Gatewood, seremos masacrados de un vil plumazo. Por eso nos acompañan los soldados.»


       Otra de las características de su cine es la belleza visual de sus imágenes, siempre unidas a una gran sencillez. La diligencia avanzando por el impresionante paisaje de Monument Valley adquiere bajo la batuta de Ford una identidad legendaria y romántica, que la convierte en un personaje más de la historia. Ford era un gran director de exteriores que supo solventar el estatismo propio de una historia que transcurría en gran parte en el interior de una diligencia con su enorme habilidad para encuadrar y componer unos planos cargados de dinamismo. Poseedores a su vez de una estética tan sobria y tan bonita que conecta las imágenes de Ford con la pintura. De tal forma que su filmografía queda reflejada en la pantalla con una estética cinematográfica propia.


       Esta sencillez artística se corresponde con su predilección por hacer avanzar las historias de forma lineal. Identificando lo relevante de la historia y desechando todo lo superfluo para lograr una puesta en escena, unos planos y un montaje siempre al servicio de la fluidez narrativa. Ford reduce el pasado de Dallas o el de Ringo a meras pinceladas, sólo lo necesario para que el espectador intuya la soledad y el sufrimiento que ambos protagonistas tienen en común.

       «Ringo: Mi padre y mis hermanos fueron abatidos a tiros por los Plummer. Supongo que usted no sabe lo que es perder así a la familia de uno.
       Dallas: Perdí a la mía cuando era una niña. Hubo una masacre en las montañas.
       Ringo: Eso es muy duro, especialmente para una chica. Es un país duro.
       Dallas: Hay que seguir adelante pase lo que pase.»

       Esta linealidad narrativa aportaba una gran fluidez a sus historias. En el caso de La diligencia, el director logra imponer un ritmo perfecto al film, con una acción que nunca decae, pese a su planteamiento básicamente teatral. Ejemplo de ello es la impresionante secuencia del ataque apache a la diligencia, que se lanza a una carrera desesperada por alcanzar la ciudad antes de ser apresada por los indios. Tim Burton parece haberse inspirado en dicha secuencia para rodar en Sleepy Hollow (1999) la persecución del jinete sin cabeza a la carroza, desde cuyo techo Johnny Deep se enfrenta a él a todo galope. El especialista Yakima Canutt, que solía doblar a John Wayne en las escenas de acción, se convirtió en leyenda, al rodar dentro de esta secuencia la mítica escena en que salta desde su caballo sobre los caballos que tiran de la diligencia a gran velocidad. Se dice que Ford necesitó tomarse un trago después de rodar dicho instante porque temía que Yakima se matara. Pero durante el ataque apache se produce otra inolvidable proeza de Yakima, me refiero al momento en que cae entre las patas de los caballos de la diligencia y pasa por debajo de ésta apareciendo por la parte trasera. Escena homenajeada por Spielberg en su primer Indiana, En busca del Arca perdida (1981), donde el Dr. Jones se arrastra bajo un camión saliendo ileso por la parte trasera.


       La maravillosa narrativa de Ford se caracteriza, no sólo por su fluidez, sino también por su profunda mirada poética, sobre todo a la hora de fotografiar a sus personajes. Ford realizaba en imágenes un verdadero estudio de sus protagonistas,  dando mucha importancia a sus rostros y sacando grandes miradas a sus intérpretes. Presentaba a sus protagonistas con grandes entradas que transmitían al público quién era el personaje desde el primer fotograma. Ford presenta al fuera de la ley, Ringo Kid, que posteriormente se erigirá en héroe, solo y sin caballo en territorio apache con la única compañía de su rifle, dejando claro desde el principio de qué pasta está hecho. Por otra parte, nos presenta a Dallas caminando por una calle de la ciudad con su maleta en la mano, escoltada por el sheriff y por un grupo de puritanas que la siguen de cerca con gesto severo. Y por si hubiera quedado alguna duda de quién es la chica, al subirse a la diligencia se levanta la falda desafiando a los hombres que le silban.

El mismo doctor 
Boone está borracho ya desde su primera aparición, pero eso sí exultante de dignidad.

       «Dallas: ¿Qué he hecho, Doc? ¿Acaso no tengo derecho a vivir?
       Doc: Nos ha abatido una repugnante enfermedad llamada prejuicios sociales, hija mía. Estas queridas Damas de la Liga en favor de la Ley y el Orden están limpiando la escoria de la ciudad. Vamos, sé una escoria orgullosa y exultante como yo.
       Sheriff: Cállese, doctor. Está usted borracho.
       Doc: Exultante, señor.»

       De ese modo, Ford presenta a los tres marginados con los que se dispone a realizar a lo largo de su narración una verdadera exaltación de aquellos que son humillados y despreciados por la sociedad. Tema recurrente en sus films, donde mediante el humor, el romanticismo y la aventura, este director duro y poético nos invitaba a superar los prejuicios sociales y a aceptar que nuestra condición humana nos hace a todos iguales. En este sentido el film supone un claro ataque al puritanismo y al clasismo de la sociedad.


       «Ringo: Se diría que tengo la peste, ¿verdad?
       Dallas: No… no es usted.
       Ringo: En fin, supongo que uno no puede fugarse de la cárcel e incorporarse a la sociedad en la misma semana.»

       El perfeccionismo de Ford le conducía a un sistema de rodaje que consistía en realizar muchos ensayos y pocas tomas, obteniendo unas escenas tan naturales que parecían improvisaciones pero que no eran sino el resultado de un arduo trabajo de planificación. Ford solía usar a los mismos colaboradores, actores, técnicos y guionistas en la mayoría de sus films lo que provocaba un cierto halo de familiaridad en los mismos, algo muy apropiado para su cine, siempre interesado en la familia como núcleo dramático. En La diligencia aparecen dos padres de familia, Buck y Peacock, cuya aparente cobardía no es sino preocupación por conservar la propia vida para sustento de su prole. No olvidemos la desgracia que la pérdida del cabeza de familia podía suponer para la viuda y los hijos en el Lejano Oeste.


       «Peacock: Yo… Yo quisiera seguir adelante, hermano, quiero regresar al seno de mi querida familia en Kansas City, Kansas, lo antes posible… Pero tal vez no consiga regresar a ese seno si seguimos adelante. Dadas las circunstancias… Yo… compréndame, prefiero volver con los senos… quiero decir, con los soldados.»

       Al gusto de Ford por la sencillez, debe sumarse su predilección por los detalles que dan profundidad a las subtramas, perfectamente estructuradas, de cada uno de sus personajes, puesto que cada uno de ellos tiene un objetivo que cumplir y un obstáculo que superar. Podemos citar como ejemplo, el vaso de plata que Hatfield ofrece a Lucy para que beba agua, en el que ella reconoce el escudo de su familia, pero Hatfield no quiere que el buen nombre de su familia se vea empañado por su actual profesión y miente.

       «Lucy: ¿Dónde he visto yo antes esta inscripción? ¿No procede esto de Ringfield Manor?
       Hatfield: No sabría decirle, Sra. Mallory. Gané este vaso en una apuesta.»


       Otro ejemplo sería el detalle de las tres balas que Ringo esconde en su sombrero para utilizarlas contra los tres hermanos Plummer. También resulta interesante el detalle de que Luke Plummer, cuando está jugando al póker en el salón y se entera de que Ringo ha llegado al pueblo, tenga en su poder la jugada llamada «mano del muerto» —una doble pareja de ases y ochos—, considerada de mala suerte porque, según la leyenda, era la que llevaba Wild Bill Hickock cuando un delincuente se le acercó por detrás y le mató de un disparo en la nuca. Inteligente anticipación de la muerte de Luke.

       La diligencia, primer papel importante de John Wayne, supuso su lanzamiento definitivo al estrellato y el principio de una larga colaboración con el director, con el que rodaría unas catorce películas convirtiéndose en el rostro más distinguible de su filmografía, así como en el protagonista más icónico del western. En el rol de Ringo Kid, vemos a un John Wayne muy diferente del mito en que llegaría a convertirse. Su manera de balancearse al andar aún no se apreciaba y su rostro aún no estaba surcado de esas arrugas que le darían ese carisma tan imponente, el de un hombre al que nadie dudaría en confiar su vida. Sin embargo, lo que sí poseía ya era esa presencia con la que transmitía las virtudes de todo héroe de aventuras que se precie, valor, generosidad, liderazgo, nobleza y apostura. Wayne realiza una interpretación conmovedora que concilia con acierto el temple de un héroe con la ingenuidad de un joven enamorado por primera vez.


       «Dallas: ¡Usted no me conoce! ¡No sabe quién soy!
       Ringo: Sé todo lo que necesito saber. Es usted el tipo de chica con el que un hombre querría casarse.
       Dallas: ¡No hable así!»

       Claire Trevor, espléndida actriz, cuya profunda mirada parecía reflejar todo el misterio dramático de la femineidad universal, encarnó a la tierna Dallas con una humildad desoladora que aportaba dignidad a un personaje acostumbrado al desprecio y a la humillación. Destaca su apasionada desesperación cuando cree que Ringo ha muerto. Y sus fugaces miradas a Ringo en la diligencia, con las que nos hacía sentir el pudor de la prostituta a mostrarse ante los demás románticamente atraída por un joven, como si el amor le estuviera prohibido.


       «Dallas: Ringo me ha pedido que me case con él. ¿Es eso malo para una chica como yo? Si un hombre y una mujer se aman todo está bien, ¿no es así, Doc?
       Doc: Te van a hacer daño, muchacha, más daño del que te hayan hecho nunca. ¿No sabes que ese chico va de vuelta a la cárcel? Además, si los dos vais a Lordsburg… juntos, él lo descubrirá todo sobre ti.»

       La química con John Wayne, a pesar de la diferencia de estatura, desbordaba respeto y complicidad, invistiendo a la pareja de un futuro lleno de posibilidades. Juntos, visualmente, formaban ya una familia.


       En general todo el elenco realizó notables interpretaciones, destacando la de 
John Carradine, perfecto en sus maneras de caballero, acompañadas de ciertas miradas y sonrisas cargadas de cierta vileza obtenida tras su paso por la guerra. También cabe destacar la interpretación de Louise Platt, en su rol de Lucy Mallory, una actriz que por sus rasgos y su patetismo dramático evocaba a nuestra Aurora Bautista.

Pero sería 
Thomas Mitchell quien se alzara con la estatuilla en la ceremonia de los Oscars, como mejor actor de reparto, por su divertida y convincente interpretación del culto y borrachuzo Doc Boone, capaz de bromear ante la adversidad, de cumplir con su profesión con eficacia y de permitirse gestos heroicos como el de impedir que Luke Plummer saliese al encuentro de Luke con su escopeta.

       «Doc: Me quedaré con esa escopeta, Luke.
       Luke: Se quedará con un tiro en el estómago si no se quita de en medio.
       Doc: Si puede soportar la clase de whisky que sirven aquí, podrá soportar el plomo. Haré que te condenen por asesinato si sales a la calle con esa escopeta.
       Luke (arrojando la escopeta sobre la barra): Bien, ya me ocuparé de usted luego.
       Doc (Al tabernero): No vuelva a permitir jamás que haga una cosa así.»

       El film obtendría también un Oscar a la mejor banda sonora, a pesar de estar ésta basada en adaptaciones de canciones y melodías americanas. Era la primera vez que la academia premiaba la música de un western. La partitura era el resultado de la labor conjunta de varios músicos, Richard Hageman, Franke Harling, John Leipold y Leo Shuken. La diligencia obtendría también otras cinco nominaciones: Mejor película, mejor director, mejor dirección artística, mejor fotografía y mejor montaje. Todo un éxito tratándose de un western.


       El mérito de Ford, más allá de todos sus logros como realizador de esta obra 
maestra, radica en su valiosa demostración de cómo ante un peligro de muerte las clases sociales y las diferencias políticas desaparecen, de nada sirven el dinero, la caballerosidad, la clase o el prestigio; simplemente hay quienes ayudan a los demás y quienes solo saben quejarse y ocuparse de sí mismos. Y todos sabemos distinguir a cuál de estos dos grupos pertenecen los verdaderos héroes. Ford nos muestra esa particular idiosincrasia de la sociedad americana, siempre dispuesta a absolver a todos aquellos marginados que, con su coraje y osadía ante la adversidad, demuestran su valía como ciudadanos. El mismo Ringo, como representante de la nueva nación, al descubrir la profesión de Dallas mantiene su propuesta de matrimonio, porque ya sabe la clase de mujer que es ella en realidad.

       «Dallas: Bueno, Ringo, ya… ya te dije que no me siguieras. (Ella se aleja de él)
       Ringo: ¡Dallas! Te pedí que te casaras conmigo, ¿no es así?
       Dallas: Jamás olvidaré que me lo pediste, Ringo. Eso ya es algo.
       Ringo: ¿Ves estas cicatrices? Son de las esposas… Las cicatrices acaban desapareciendo, Dallas. No pienso darte la oportunidad de que me olvides.»