martes, 30 de julio de 2019

CUKORMANÍA 2

“NACIDA AYER” (1950) de George Cukor


       
     George Cukor profundiza, en este film, de la mano del guionista Albert Mannheimer, en el peligro que supone la ignorancia, tanto para una persona como para una nación, pues del desconocimiento de los demás, siempre están dispuestos a aprovecharse los egoístas sin escrúpulos, que pululan por las sociedades de todo el mundo. Por tanto, hay que instruirse para ser libre y, también, para ser un buen ciudadano.

       “Paul: La Historia del mundo es una lucha entre altruistas y egoístas.
       Billie: Sigue.
       Paul: Lo malo que nos rodea lo cría el egoísmo. A veces el egoísmo se transforma en una causa. Incluso en un gobierno. Entonces se llama fascismo.”

       De la ignorancia del pueblo, que se deja arrastrar sin ser consciente de estar siendo utilizado, se alimenta la corrupción, que representa la peor de las amenazas para la democracia. El film toca de pasada este problema político, de candente actualidad, para centrarse en la situación de vulnerabilidad de la gente ignorante, sobre todo en el caso de las mujeres, frente a la ambición desmedida de algunos desaprensivos, que no dudan en utilizar las relaciones personales para sacar partido.

       El empresario de la chatarra Harry Brock (Broderick Crawford) llega a Washington, en compañía de su amante Billie Dawn (Judy Holliday), con la intención de sobornar al congresista Norval Hedges (Larry Oliver) para conseguir una enmienda que le garantice la estabilidad del precio del hierro. Para ello, Harry debe codearse, de la mano de su abogado Jim Devery (Howard St. John), con la élite política de la ciudad. Y para que su amante, y ex corista, no desentone en sociedad, Harry contrata al periodista, especializado en política, Paul Verrall (William Holden), para que la instruya. Harry y Billie se sienten atraídos el uno por el otro desde el principio y, aunque Paul prefiere no complicar las cosas y mantener con ella una relación profesor-alumna, ambos comienzan a enamorarse. 


Pero Paul enseña a Billie mucho más que a comportarse en sociedad, la enseña a pensar por sí misma, y esto termina por causar problemas a Harry, que no tardará en arrepentirse de haber querido formar a Billie. A lo largo de los siete años que llevan juntos, Harry, aconsejado por Jim, ha puesto gran parte de sus negocios a nombre de Billie, a la que obliga a firmar, periódicamente, un montón de documentos, sin darle ninguna explicación sobre el contenido de los mismos. A medida que Billie va creciendo intelectualmente, comienza a interesarse por los papeles que firma y no tarda en darse cuenta de que Harry está creando un monopolio para acaparar el mercado del hierro. Cuando Billie se niega a formar parte de ello, Harry la obliga a firmar haciendo uso de la violencia. Entonces Billie recurre a Paul y entre los dos traman un plan, para hacerse con los documentos del monopolio y obligar a Harry a desistir del proyecto, bajo la amenaza de acudir con ellos a la prensa y a la policía. Por su parte, Billie, se compromete a devolver a Harry, cada año, el control de uno de los depósitos puestos a su nombre, pero sólo si “se porta bien”.

       David, una vez más, consigue tumbar a Goliat, tan sólo con su inteligencia. Y, lo mismo que Goliat, Harry no ve venir el golpe y, una vez recibido, tampoco alcanza a comprender cómo ha podido ocurrir.

       “Harry: No me hagan reír. ¿Un don nadie y una rubia estúpida van a detenerme?”

       Jim no sólo lo comprende, sino que, además, no puede evitar celebrarlo.

       “Jim: Brindo por todos los estúpidos, pasados, presentes y futuros. Sedientos de conocimientos y de la verdad. Que luchan por la justicia y se educan los unos a los otros, poniéndoselo difícil a los ladrones como tú y como yo.”

       Desde que se dejó arrastrar por el camino de la corrupción, Jim se ha sentido muerto como abogado. Y, desde que se dejó comprar y pisotear por Harry, se ha sentido muerto, también, como ser humano.

       “Harry: ¿Enfadado?
       Jim: Enfadado no, Harry.
       Harry: Te noto raro.
       Jim: Lo sé.
       Harry: ¿Una aspirina?
       Jim: No, estoy bien. Considerando que llevo muerto dieciséis años, mi salud es extraordinaria.”

       El personaje de Jim Devery representa uno de los típicos personajes del cine de Hollywood, el americano talentoso, que renunciando a un futuro prometedor, a cambio de poder y riquezas, cae en una espiral de degeneración física y moral; justo castigo por atreverse a atentar contra los ideales sagrados sobre los que se sustenta la democracia americana. Jim es casi más culpable que Harry, porque sin su inteligencia, el patán de Harry Brock nunca habría podido llegar tan lejos.

       “Jim: Aquí buscamos algo grande. Mira, Harry, aquí hace falta poder, y alguno tienes. Dinero, y tienes un montón. Pero por encima de todo, hace falta inteligencia, y para eso me pagas cien mil al año.”

       El actor Howard St. John encarna a este abogado sin escrúpulos, de manera harto convincente, cubriendo con un velo de amargura sus cínicos comentarios y su creciente alcoholismo, para mostrarnos su decadencia y su desprecio hacia lo que Harry y él mismo representan.


       El congresista Norval Hedges, lo mismo que Jim, se nos muestra en todo momento avergonzado y deprimido, por haberse dejado arrastrar por el mal camino, y en ambos se puede apreciar un arrepentimiento y un profundo deseo de redimirse para recuperar la dignidad perdida. Interpretado por Larry Oliver, el congresista tiene la apariencia de un venerable anciano, de rostro confiable, que transmite una imagen de integridad, que justifica con creces el apoyo de sus votantes, por lo que resulta aún más lamentable el hecho de que se haya vendido al vil metal. Es conmovedora la manera en la que este actor refleja, con cansancio, la honda impresión que causan en él los ingenuos comentarios de Billie sobre la importancia del cargo, que él ha traicionado.

       “Billie: ¿Por qué se deja pisotear por Harry? Usted es más importante, es un congresista.
       Norval: Sí, y como tal, tengo muchos deberes y responsabilidades. El funcionamiento del gobierno es muy complejo.

       Y es que Harry Brock contamina todo lo que toca, a Jim, al congresista Norval e incluso a Billie, todos caen bajo la perversa influencia de Harry, tentados por la riqueza que les ofrece. El mismo Paul Verrall accede a trabajar para Harry, aunque no se fía de él, por los doscientos dólares a la semana. Todos saben la clase de persona que es Harry, pero, aún así, caen en sus redes. Y todos terminan pagando un precio por ello. En el caso de Billie, el distanciamiento con su padre, que no quiere verla mientras siga viviendo con Harry sin estar casada. Algo, moralmente, inaceptable para la época.
       Broderick Crawford interpreta a este empresario sin escrúpulos de manera magistral, con un abanico de matices, que van desde la prepotencia, la zafiedad y los malos modales, hasta el infantilismo de sus pataletas y de sus conversaciones con Billie. Hay momentos soberbios en los que el actor nos muestra, en su rostro, la gran confusión que experimenta su personaje, cuando no comprende lo que los demás personajes dicen o sienten. Algo que le ocurre muy a menudo, porque, en el fondo, es un hombre simple, incluso primitivo, cuya única virtud consiste en saber aprovecharse de los demás para sacar tajada. Para Harry un hombre vale lo que gana, por eso no entiende los remordimientos de Jim ni los reproches de Paul y, por supuesto, es incapaz de entender lo que le está ocurriendo a Billie, no comprende que ella está creciendo como persona y trata de contentarla con regalos, que para Billie ya no significan nada.


       “Harry: ¿Qué te pasa?
       Billie: No lo sé. Sólo sé que odio mi vida. Hay algo mejor. Si leyeras algún libro lo sabrías. Quizás tengas razón y sea idiota, pero una cosa sé, hay otra vida mejor que la mía o la tuya.”

       Billie ha progresado, pero él sigue siendo un bruto. Cree que la quiere, pero sólo quiere poseerla y sacar provecho de ella. No se preocupa por su felicidad ni quiere que sea libre ni que piense por sí misma. Cree que Billie es tonta, pero, en realidad es más inteligente que él, al menos ella sabe lo ignorante que es, pero Harry, siendo tan ignorante o más que Billie, se cree muy listo, aunque sólo es listo haciendo trampas. Billie le conoce bien, y aunque antes de estudiar pensaba que era un hombre importante, al instruirse, se ha dado cuenta de que es un imbécil, que nunca será feliz, a pesar de ser rico y poderoso, porque nunca tendrá bastante.

       “Billie: Te tomaba por un hombre importante, Harry. Y veo, ahora, que no lo eres. En la Historia los hubo más grandes y mejores. También ahora.
       Harry: ¿Quién?
       Billie: Miles.
       Harry: Dime uno.
       Billie: Mi padre.
       Harry: ¡Veinticinco dólares a la semana!... No te pongas así sólo porque ojeaste un libro. Sigues siendo igual de estúpida.”

       Al principio de la película, Cukor nos muestra el comportamiento de la pareja Harry-Billie como el de dos niños malcriados, que sólo se preocupan por satisfacer sus propios deseos en cada momento. Harry se esfuerza por impresionar a Billie con el lujo, pero Billie se muestra indiferente, y enseguida averiguamos por qué. El despotismo con el que Harry la trata, despierta en ella un hastío y una indiferencia emocional, de la que ni ella misma es consciente. Más tarde Billie inicia un proceso de maduración, que la conducirá a la libertad, mientras Harry, empeñado en negarse a crecer, continuará siendo un esclavo de su propia ambición.


       George Cukor supo fotografiar a Judy Holliday, en sus visitas por Washington, en planos muy generales, con los que resaltaba la pequeñez de Billie frente a la grandiosidad de los monumentos y su importancia en la historia americana, transmitiéndonos a la perfección, con estos planos, la enorme impresión que causan en Billie, que parece fascinada y absorta ante todo lo que está descubriendo acerca de su país.


       El personaje de Billie Dawn experimenta una gran evolución desde el principio hasta el final de la película. Billie comienza siendo una ignorante que se cree feliz porque tiene todo lo que quiere. Sin embargo, no se la ve feliz, sino aburrida, como si la vida para ella no tuviera sentido. Vive como una niña, no toma decisiones, no asume responsabilidades y deja que Harry la domine en todos los aspectos de su vida. Al empezar a leer, se da cuenta de que hay otra vida mejor que la que ella lleva y de que ha estado como aletargada, sin usar su cerebro. Pasa por un proceso que la hace infeliz, porque se plantea cuestiones que nunca se había planteado, cuestiones que la inquietan.

       “Billie: Nunca creí que me pasara algo parecido.
       Paul: ¿Como qué?
       Billie: Semejante lío en la cabeza. Preocuparme, pensar y cosas así. Anoche tardé más de diez minutos en dormirme por estar pensando. Y no sé si es bueno aprender tanto y tan deprisa.”

       Empieza a pensar y empieza a sentirse descontenta consigo misma y con los que la rodean. Abre los ojos y despierta a su realidad y no le gusta lo que ve. En la parte final de la película, Billie aún no sabe muy bien qué es lo que quiere, pero sí ha descubierto lo que no quiere.

       “Billie: Todo lo que he estudiado y lo que Paul me ha enseñado me confundió, pero cuando me pegaste... todo encajó en mi cabeza y cobró sentido. De golpe vi lo que significaba. Unos siempre dan y otros siempre cobran. No es justo. No dejaré que vuelvas a hacérmelo. Ni tú ni nadie.”


       Para Cukor los sentimientos, deseos y frustraciones de Billie son el eje central de la historia, su transformación la hace atravesar por diferentes estados de ánimos, la chica simple maltratada por su amante se descubre a sí misma como una persona más compleja de lo que ella misma podía imaginar y capaz de tomar decisiones y desarrollar estrategias para perseguir sus objetivos y su propia felicidad. Pero antes debe pasar por un periodo de confusión y tristeza, en el que no termina de entender lo que está sucediendo dentro de su cabeza y de su espíritu, una etapa de metamorfosis que la convertirá en una mariposa capaz de volar por sus propios medios. El despertar de Billie Dawn contribuye a destruir el mito de la “rubia tonta”, demostrando que la ignorancia no es lo mismo que la estupidez. Es cierto que Paul la educa, pero su ingenio y su avispada capacidad para darse cuenta de las cosas ya estaban ahí antes de que Paul llegara. Él se limita a sembrar en una tierra fértil, que no tarda en dar frutos. Como alguien dijo una vez: “Ni el mejor mago puede sacar un conejo de su chistera, si el conejo no se encuentra allí.” Y, paradójicamente, la misma Judy Holliday poseía un alto coeficiente intelectual.

       Una vez más, en el cine de Cukor, la liberación de una mujer se produce a través de la mano de un hombre. Para Cukor el amor hace libre a las mujeres, las salva y las conduce a la felicidad. Billie se interesa por aprender para complacer a Paul, por el que siente una gran atracción y, luego, durante el proceso, descubre que le gusta aprender.


       “Billie: Sentí deseos por ti enseguida.
       Paul: ¿Le pasa a menudo?
       Billie: De vez en cuando.
       Paul: Entonces, ¿qué hace?
       Billie: Quédate aquí y lo sabrás.”

       Lo mismo que le ocurría a la protagonista de “La dama boba” de Lope de Vega, el amor despierta la inteligencia de Billie. Y así, al enamorarse, la ignorante ex corista consigue obstaculizar los planes corruptos de su amante, el magnate de la chatarra, poniendo freno a su intento de atentar contra la democracia americana. Antes de que el amor la despertara de su simpleza, Billie no era capaz de valorarse a sí misma como ser humano ni era valorada tampoco por los demás. El amor la hace estudiar y al ir aprendiendo se reviste de una dignidad, que procede directamente de la elevación de la propia estima.

       Y, también como en “La dama boba”, el amor despierta a Paul de su excesivo intelectualismo. Billie enseña a Paul que, a veces, la sencillez es la mejor manera de expresar las ideas, si se desea que el mensaje llegue a más gente.

       “Paul: No habrás leído mi artículo, supongo.
       Billie: ¿Qué dices? Claro que sí, dos veces.
       Paul: ¿Qué te pareció?
       Billie: Es lo mejor que he leído en mi vida. No entendí una sola palabra.”


       Cuando Paul le explica, con palabras más sencillas, su pedante artículo, ella le espeta con toda naturalidad: “¿Por qué no lo dijiste así?”
Aunque el film nos muestra, al final de la película, a una Billie plena y feliz, después de abandonar a Harry, no podemos olvidar aquel momento de la película en el que Billie hablaba con nostalgia y orgullo de su trabajo como corista, porque no sólo bailaba y cantaba sino que también tenía cinco frases. Incluso la oímos fantasear con la idea de que, quizás de haber seguido, ahora sería una estrella. Luego, hay otro momento en el que también habla con nostalgia de su padre, al que admira y echa de menos. Harry le arrebató las dos cosas que la hacían feliz, su trabajo y su padre. Y esperamos que Paul sea capaz de ayudarla a recuperar todo eso, de lo contrario, sería como si Billie hubiese cambiado de vida, únicamente, cambiando de hombre, lo cual sería un cambio muy poco sustancioso para ella; además de ser algo machista y decepcionante, eso de reducir el proceso de maduración de una mujer, exclusivamente, al matrimonio.

       Tras el éxito obtenido a las órdenes de George Cukor, en su papel secundario en “La costilla de Adán”, Judy Holliday repitió rodaje con el director, protagonizando esta comedia, con la que ganó el Oscar a la mejor interpretación femenina de ese año. Un merecido galardón, a la trabajadísima interpretación de la divertida y convincente actriz, que ya había interpretado el papel en Broadway, donde la obra de Garson Kanim ―quien también supervisó el guión de la película― había obtenido un gran éxito. La cómica interpretación de Judy Holliday consiguió hacer inolvidable el personaje de Billie Dawn, dotándola de una gran humanidad y una sincera espontaneidad, que nos conmueve y nos hace reír al mismo tiempo. ¿Quién puede olvidar a Billie respondiendo a Harry a voces, desde el otro extremo de la suite, o cantando alegremente las cancioncillas de la radio? Al tratarse de un personaje tan transparente, la actriz debió hacer un gran esfuerzo por encarnarse completamente en la piel de Billie, sintiendo sus sentimientos, haciendo suyos sus impulsos y componiendo una forma acorde con su personalidad y con el tono de la comedia, para después, hacerla evolucionar, al tiempo que Billie evolucionaba. El encanto de Billie reside en que ella es auténtica, no trata de fingir, no aparenta ser algo que no es, por eso, le resulta tan difícil, al principio de la película, reprimir su verdadera forma de ser ante el congresista Hedges y su esposa. Judy Holliday supo captar a la perfección a Billie Dawn y, por su ejemplar interpretación, permanecerá unida, para siempre, en nuestra memoria, al entrañable personaje de esta magnífica comedia.

       William Holden también sorprende, en esta interpretación del escritor culto que se enamora de la atractiva e ignorante amante de un acaudalado palurdo, por su sobriedad a la hora de abordar esta comedia, en la que su personaje es un hombre íntegro y tranquilo, que a pesar de saberse superior, intelectualmente, al resto de personajes que aparecen en ella, no demuestra ni un ápice de arrogancia. Tan solo se permite algún comentario irónico en su trato con Harry, cuando éste pisotea a alguien, en su presencia. Holden supo componer, con toda naturalidad, un personaje sencillo y sensible, bastante alejado del hombre de acción, que tan bien supo representar en otras películas. Paul Verrall es un hombre que mantiene la calma y que no utiliza la fuerza física, sino el intelecto para vencer a su rival. Un hombre que se divierte en compañía de Billie, por la que siente una gran ternura y a la que trata con respeto, porque es capaz de apreciar sus virtudes, más allá de su atractivo físico, algo a lo que ella no parece muy acostumbrada. Paul la confunde mucho más que los libros que lee, y él sabe apreciar el ingenio de Billie a pesar de su simpleza.

       “Billie: ¿De qué te ríes? ¿De que estoy casi ciega?
       Paul: Casi ciega, sí.
       Billie: ¡¿Casi ciega?!
       Paul: Y maravillosa.
       Billie: Lamento parecerte graciosa.
       Paul: Estás más bella que nunca.
       Billie: Parece que estás anunciando una óptica.”

       Paul Verrall, en el film, también representa la figura del “cuarto poder”, al que se le atribuye el deber de informar al pueblo de lo que ocurre. Descubrir la corrupción y hacerla pública. Y, por tanto, es una amenaza para los planes de Harry.


       “Paul: ¡Presiones clandestinas, soborno, corrupción, gobierno entre compinches! Sí, sucede y cuesta eliminarlo. Llevo años intentándolo. Pero además de saberlo, se necesitan hechos, cifras y, sobre todo, nombres.
       Billie: Y ahora los tiene.”

       Jim supo, desde el principio, que Paul podría convertirse en un peligro para ellos y por eso aconsejó a Harry que intentara ganárselo, para no tenerlo en su contra. Pero Harry cometió el error de contratarle para que enseñara a Billie y, luego, no tardó en arrepentirse cuando comprendió que el periodista, al que había subestimado, se estaba convirtiendo en su rival, tanto en el plano sentimental, como en el político.

       “Harry: Diga que soy un patán. Es bueno, así la gente se asusta.
       Paul: No todos lo hacen.
       Harry: No puede dañarme. Elógieme o cierre el pico.”

       El guión divide la trama en tres claros bloques, que se corresponden a la perfección con el planteamiento (Billie se enamora del periodista que Harry contrata para que la instruya), el desarrollo (Billie descubre los valores del sistema americano y la amenaza que Harry supone para ellos) y la conclusión (Paul y Billie consiguen frenar los planes corruptos de Harry y se casan), dotando a la historia de una estructura firme sobre la que apoyar el peso de todo el metraje.

       Los diálogos son divertidos e inteligentes, capaces por sí solos de sostener el dinamismo de cualquier escena, pese al carácter fuertemente teatral de la historia ― obsérvese que, salvo las secuencias en las que Paul enseña a Billie la ciudad, la acción transcurre exclusivamente en las habitaciones del hotel―.

       Y junto a la solidez de la estructura y a la calidad de los diálogos, el tercer punto fuerte de la película lo constituyen los personajes y las interpretaciones que hicieron de ellos los actores y actrices que los encarnaron, y que supieron dar lo mejor de sí mismos bajo la dirección de Cukor. Entre todas estas brillantes interpretaciones destacan, como ya hemos dicho, la de Judy Holliday y la de Broderick Crawford. La primera consigue mostrarnos dos Billies distintas, la chica hastiada, que se relaciona con Harry, y la chica encantadora y llena de ilusión, que se enamora de Paul, y el segundo logra dar tanta credibilidad a su personaje, que consigue que lleguemos a comprender a un ser tan desagradable como Harry Brock, y seamos, incluso, capaces de reírnos con su brutalidad y compadecernos de su egoísmo.

       Pero “Nacida ayer” es mucho más que una comedia divertida, es una apología, en toda regla, del desarrollo del propio potencial y del empoderamiento de la mujer en la sociedad. Como dice el propio Jim:

       “Jim: Es un mundo nuevo. El poder ha cambiado de lugar.
       Harry: ¿Qué?
       Jim: El conocimiento es poder.”

       El único poder no lo constituye el dinero ―como cree Harry―, el conocimiento también es poder, y puesto que el amor engendra conocimientos, el amor es poder. Hay que amar y hay que formarse para mantener a salvo el control de la propia vida.


       Al conocer a Billie, tan ingenua, tan inculta y tan indefensa bajo el dominio de Harry, nadie podía imaginarse que terminaría siendo capaz de dar un cambio tan grande a su vida. Sin embargo, el guión ya nos iba dejando pistas, desde el principio, del carácter bien templado y de la férrea voluntad de Billie, en detalles, aparentemente insignificantes, pero que nos hacían sospechar que Billie era algo más que una “rubia tonta”. Por ejemplo, en algunas de sus réplicas a Harry:

       “Harry: ¿Quién eres tú para hablar?
       Billie: Yo soy yo.”

       “Harry: ¡Cierra el pico!
       Billie: ¿No puedo hablar?
       Harry: Vamos, sigue jugando.
       Billie: Este es un país libre.
       Harry: Eso es lo que tú te crees.”

       Cuando Harry trata mal a Jim o al congresista Hedges, éstos se muestran cabizbajos y adoptan una actitud sumisa. En cambio, cuando trata mal a Billie, ésta no baja la cabeza, no se muestra vencida ni humillada, sino desdeñosa y, con la cabeza muy alta, se da la vuelta con mucha dignidad y sale de la habitación sin decir una sola palabra. Aunque obedezca a Harry, jamás se muestra avergonzada, salvo en la escena en que la golpea para que firme los documentos, e incluso, entonces, lo que la avergüenza no es el golpe de Harry, sino haber firmado. Y también ahí le hace un desplante, antes de abandonar la habitación:


       “Harry: No tardes, si no quieres un ojo morado.
       Billie: ¿Me harías un favor, Harry?
       Harry: ¿Cuál?
       Billie: Muérete.”

       Y es justo en ese instante, cuando Harry desencadena su propia caída. Porque ese golpe hace que las palabras de Jefferson, “He jurado, ante el altar de Dios, lucha eterna ante toda forma de tiranía sobre la mente del hombre”, cobren sentido en la cabeza de Billie. ¿Rubia tonta, Billie? Ja, pues Harry, como muchos de los que menosprecian a las mujeres, acaba recibiendo una lección inolvidable de ella.