jueves, 27 de febrero de 2020

KEATONMANÍA 3
  
“EL MAQUINISTA DE LA GENERAL” (1926) de Buster Keaton y Clyde Bruck


       La enorme presión que la sociedad suele ejercer sobre el varón, en tiempos de guerra, para que demuestre su coraje en el frente, sirve a Keaton para construir una comedia de acción, con escenas de gran realismo bélico, en la que ridiculizando el patriotismo, mal entendido e irracional, reduce el acto heroico a mero capricho del azar.
  
       Johnnie Gray (Buster Keaton), maquinista de la locomotora “La General”, corre a alistarse en el ejército confederado al estallar la guerra de secesión, para complacer a su novia Annabelle Lee (Marion Mack); pero al ser rechazado, pues resulta más útil a la causa sudista al frente de su tren, la novia le retira la palabra, por considerarlo un cobarde. Un año más tarde, cuando Annabelle viaja en “La General” para reunirse con su padre,  herido en el frente, un grupo de soldados de la unión al mando del capitán Anderson —jefe de los espías del general Thatcher—, penetra en el sur y secuestra la locomotora de Johnnie, haciendo prisionera a Annabelle.
Johnnie persigue sin descanso
a los secuestradores a bordo de otra locomotora, que consigue en Kingston, hasta que, al penetrar en territorio unionista, los secuestradores descubren que les sigue un solo hombre. Johnnie, al verse descubierto, abandona la locomotora y huye campo a través. Desesperado por el hambre y muerto de frío, se cuela en una casa a robar comida, ignorando que se trata del lugar elegido por el general Thatcher y el capitán Anderson para reunirse con sus oficiales. Escondido, dentro de la casa, Johnnie descubre que sus enemigos tienen a Annabelle en su poder y que planean una ofensiva contra el flanco izquierdo del ejército confederado, llevando dos trenes de abastecimiento al puente de Rock River, para apoyar al ejército del general Parker. Tras rescatar a Annabelle, Johnnie, decidido a alertar al ejército confederado de los planes del enemigo, consigue recuperar La General y huye con su chica rumbo a Rock River. Anderson y sus hombres persiguen a Johnnie en dos locomotoras de abastecimiento, pero Johnnie y Annabelle logran llegar a Rock River a tiempo de incendiar el puente y alertar al ejército del general Lee del inminente ataque. Al atravesar el puente quemado, uno de los trenes de abastecimiento de los unionistas cae al río y éstos son sorprendidos por el ejército sureño. Durante el combate, Johnnie se comporta como un inepto total, pero, el destino le convierte en héroe cuando, por azar, hace que el río se desborde sobre el ejército norteño y captura al general Thatcher.
     
       Basándose en una historia real, sucedida durante la guerra de secesión norteamericana y novelada por uno de sus protagonistas, en el libro: “Audacia y sufrimiento: Una historia de la gran aventura ferroviaria”, Clyde Bruckman y Buster Keaton elaboraron el primer tratamiento de lo que sería una versión, en clave de humor, del secuestro de la locomotora La General y de la reacción de su maquinista, William Fuller, que, tomándose el robo como una afrenta personal, salió en persecución de los secuestradores.
  
  
       En la época en la que estos hechos históricos tuvieron lugar, la hazaña de estos espías unionistas fue muy celebrada, una vez terminada la guerra, elevando a la categoría de héroes a sus protagonistas. Sin embargo, el héroe que interesó a Keaton y a Bruckman para protagonizar su película fue ese audaz maquinista que se negó a dejar su locomotora en manos de los secuestradores. De manera que, contaron la historia desde el punto de vista del bando confederado, al que pertenecía dicho maquinista. Y, de forma muy inteligente, Bruckman y Keaton supieron reforzar la motivación de este personaje, añadiendo al secuestro de su locomotora, el rapto de Annabelle, quien con su sola presencia impulsa a Gray a superarse a sí mismo para poner a salvo a la mujer que ama y demostrarle su valor. Ese valor que ella y sus parientes habían cuestionado sin motivo. Y es que, ante la sociedad sureña, no bastaba con ser valiente, sino que, también, había que parecerlo.
     
       Según la filosofía, este maquinista, interpretado por Keaton y llamado en la ficción Johnnie Gray, posee todas las cualidades que acompañan al verdadero héroe, es decir, a aquella persona capaz de arriesgar su vida por una causa noble. Para empezar, Johnnie demuestra una gran fortaleza de ánimo ante el peligro —característica que siempre acompañó a todos los personajes encarnados por Buster Keaton a lo largo de su filmografía—, que le lleva a tomar la resolución de avisar al ejército sureño de la ofensiva que los nordistas piensan lanzar sobre ellos:
    
       “Johnnie: Debemos conseguir reunirnos con los nuestros y avisarles de que van a atacar.”
    
       Y, a pesar del riesgo que supone vestir el uniforme enemigo, Johnnie demuestra una gran generosidad al asumir este papel de espía, que el destino le ha deparado y que él acepta por poseer un profundo sentido de la responsabilidad. Por otra parte, su fuerza de voluntad a prueba de bombas, le impulsa a perseguir el objetivo que se ha marcado, incluso en momentos en los que la esperanza de salir con vida es casi nula. Así, sin pensar en la posibilidad de rendirse, se refugia en la cabina de “La General” abrazando a Annabelle para protegerla de la lluvia de balas, que los unionistas están descargando sobre ellos. Pero Johnnie también sabe elegir la huida con la misma firmeza de ánimo con la que asume el combate, por ello, no duda en abandonar la locomotora, para escapar, a pie, por el bosque cuando los secuestradores de La General descubren la inferioridad numérica de su perseguidor:
   
       “¡Sólo queda un hombre en la locomotora!”
 
   
       Sin embargo, al tratarse de una comedia, nuestro héroe, además de todas esas cualidades positivas, asociadas al valor, también posee cualidades negativas —tales como la torpeza, el despiste y la incompetencia más absoluta— capaces de convertir todas y cada una de sus gestas, en el fruto de auténticas e hilarantes patochadas.
    
       Así, por ejemplo, logra poner en retirada al ejército nordista, gracias a la torpeza con la que al disparar un cañón, lanza la bala al aire y ésta cae de forma fortuita sobre una presa. El destino, siempre presente en el cine de Keaton, parece favorecer siempre a su personaje, proporcionándole todo lo que precisa en cada momento para sobrevivir y salir airoso de cualquier situación por desesperada que parezca. De esa forma, logra matar a un francotirador unionista, que estaba eliminando uno a uno a todos los artilleros confederados, cuando al sacar su sable de la funda con energía, la hoja se desprende del mango y va a caer por azar sobre el francotirador. Podríamos decir que Johnnie Gray termina convertido en héroe, no sólo por su valor, sino también por pura chiripa.
    
       Aunque, en principio, la idea de realizar una comedia sobre la guerra civil no fue muy bien acogida por parte del público, que no comprendió que Keaton bromeara sobre cuestiones tan serias como el patriotismo, el ejército o la muerte de los soldados en el frente, con el paso del tiempo, “El maquinista de La General” se ha convertido en una comedia de culto, considerada, por muchos, la obra maestra de Keaton. Pero hay que señalar que el patriotismo del que Keaton se burla en el film se refiere, exclusivamente, a ese tipo de patriotismo que, confundiendo valor con temeridad, arrastra a los hombres a una muerte innecesaria. Tal es el caso del general unionista que, en la película, provoca la muerte de muchos de sus hombres, al ordenarles cruzar el tren por un puente en mal estado, que termina derrumbándose sobre el río:

    
       “General Parker: ¡Este puente aguantará a pesar de estar quemado! ¡Mis hombres vadearán el río!”
     
       Keaton se burla, también, de la ceremoniosidad con la que los militares ejecutan cada uno de sus actos protocolarios; pero lo hace sin ninguna inquina, como un niño que se limpia las manos sucias en el mantel. Ejemplo de este tipo de gags es la escena en que Johnnie pincha, sin querer, con su sable, el trasero de un oficial que está recibiendo órdenes del general Lee o aquélla en la que se le dispara su pistola de forma accidental en el momento en el que el general Parker está entregando su sable para rendirse o cuando, ya convertido en teniente, saluda de forma mecánica con la mano a todos los soldados que pasan junto a él mientras besa a Annabelle.
 
  
       En “El maquinista de La General”, Keaton pasa la mayor parte del metraje subido a un tren, manejando la locomotora —réplica exacta de la auténtica La General— con la pericia propia de un verdadero profesional del ferrocarril, gracias a la preparación como maquinista y fogonero a la que se sometió antes de comenzar el rodaje. Conocida la afición de Keaton por los trenes, debió disfrutar de lo lindo manejando la locomotora y convirtiéndola en un personaje más de la película. Keaton consigue humanizar la máquina, al integrarse en ella como un engranaje más, y así, hombre y máquina, fundidos como un todo, atraviesan una guerra, como si el peligro que les rodeara no pudiera alcanzarles.
    
Es todo un espectáculo verle saltar de un vagón a otro a toda velocidad con la agilidad de un acróbata, observarle otear el horizonte sobre el techo de un vagón en movimiento o contemplarle mientras se sienta o se tumba sobre el “apartavacas” con toda naturalidad. Keaton logra crear la ilusión de que su personaje se mueve por la locomotora con una desenvoltura absoluta, que la conoce palmo a palmo y que sabe cómo utilizarla para sacar el máximo partido de ella. Todo lo que Johnnie Gray necesita lo obtiene de su máquina y él le proporciona a ella todo lo que requiere para seguir su avance hacia la victoria. Johnnie termina convertido en un héroe, pero él sabe que solo es un maquinista y que su sitio está junto a su tren. Tanto es así que, cuando el ejército sureño, al mando del general Lee, tras ganar la batalla en Rock River, regresa victorioso a la ciudad, Johnnie, que camina junto al caballo del general Lee, abandona la comitiva con toda humildad, para sentarse en la parte trasera de su locomotora a ver pasar el desfile.
    
       En cuanto al personaje de Annabelle Lee, parodia de las heroínas de los seriales de la época, comienza siendo todo un ejemplo de una verdadera dama sureña, para terminar por convertirse en una réplica en femenino de la ineptitud y el despiste de Johnnie Gray; hasta el punto de que, en algunos momentos, ambos parecen competir en estupidez cuando viajan en La General al encuentro de los suyos, perseguidos por los unionistas. Y, aunque Annabelle se esfuerza por ayudar a Johnnie en todo lo que puede, parece que la mayoría de las veces no consigue más que estorbarle con sus tonterías. Resulta especialmente divertido el momento en el que pone en marcha la locomotora dejando a Johnnie en tierra y, luego, siendo incapaz de detener la máquina, Johnnie se ve obligado a correr colina abajo para tratar de alcanzar el tren en la siguiente curva, pero, cuando está a punto de hacerlo, Annabelle logra detener la locomotora y la hace andar marcha atrás para recoger a Johnnie, que tiene que desandar lo andado, trepando por la colina a toda prisa para volver al lugar en el que la chica le dejó tirado.
    
También es hilarante ver a Johnnie desesperarse por la manera en la que Annabelle alimenta el fogón con trozos ridículamente pequeños de madera, en lugar de hacerlo con buenos troncos, o ver cómo ella se pone a barrer la cabina de la locomotora cuando ambos se están jugando la vida. De cualquier forma, Annabelle, como toda buena heroína de acción que se precie, sabe convertirse en una intrépida compañera para Johnnie en su misión de espía accidental y, olvidándose de sus maneras de damisela, termina siendo capaz de trepar a la cabina de la locomotora casi con la misma rapidez que Johnnie.
     
       Las dos persecuciones ferroviarias protagonizadas por Johnnie Gray, una persiguiendo a Anderson y otra siendo perseguido por éste, ocupan la mayor parte de la película con una sucesión interminable de originales y divertidos gags, relacionados con el manejo de la locomotora de vapor y con la guerra civil. Siendo, quizás, el del vagón que aparece y desaparece, como un fantasma, ante la locomotora con la que Johnnie persigue a La General, el gag que mejor muestra ese típico y desternillante desconcierto que solía expresar el rostro de Keaton, en sus films, ante hechos que él no puede explicarse, porque no sabe lo que estaba pasando. Y el gag más famoso, posiblemente, sea el del cañón que, debido a su ineptitud, Johnnie está a punto de dispararse a sí mismo. Hay otro gag destacable, que demuestra la gran habilidad de Keaton a la hora de elaborar un número físico, casi circense, y ejecutarlo con gran precisión; se trata de una escena en la que los secuestradores arrojan dos enormes troncos a las vías para frenar el avance de la locomotora de Johnnie y, entonces, éste reduce la velocidad, se baja del tren y corre a retirar el primero de los maderos, pero se le atasca y su locomotora le alcanza por detrás, quedando Johnnie sentado en el “apartavacas” con el madero sobre las rodillas.
   
   
Entonces, antes de que la locomotora choque con el segundo madero, Johnnie lanza, en vertical, el que tiene en sus rodillas sobre el extremo del segundo tronco, que, al estar apoyado sobre los rieles, salta fuera de las vías. Otro de los gags digno de mención, aunque no suceda en el tren, es aquel en que Johnnie, escondido debajo de una enorme mesa de comedor, escucha los planes del enemigo mientras soporta sus patadas, golpes y quemaduras de cigarrillo, sin rechistar. Escena hartamente utilizada, con posterioridad, en la ficción humorística. El mismo Billy Wilder la utilizaría en “Con faldas y a lo loco” (1959), escondiendo a Toni Curtis y a Jack Lemmon bajo la mesa donde están cenando los gánsteres que quieren asesinarles.
    
       Keaton supo transmitirnos, a través de esta película, que un hombre valiente es aquel que demuestra dedicación exclusiva y constante en situaciones difíciles que exigen esfuerzo y capacidad de adaptación, y lo hace por propia convicción, no por vestir un uniforme, que es algo que puede hacer cualquiera. Annabelle le espeta, al principio del film: “No vuelvas a hablarme mientras no lleves uniforme.” Y Johnnie termina vistiendo no sólo el uniforme confederado, sino también el de la unión, demostrando a su amada ser más valiente que nadie. Y es que, “El maquinista de La General”, parece confirmar la opinión expresada por Virgilio de que: “La fortuna favorece a los valientes”; aunque, tratándose de una película de Keaton, habría que añadir… “por muy tontos que éstos sean”. El mismo Keaton afirmó en una ocasión, refiriéndose al rol que solía encarnar en sus películas: “Yo era un incompetente, pero nunca cejaba. Siempre intentaba hacer las cosas, aunque no supiera hacerlas… Naturalmente, armaba un jaleo enorme, pero quería hacerlo y lo hacía.” Su personaje en “El maquinista de La General” representa el triunfo de un incompetente, gracias a su determinación y, sobre todo, a su buena suerte.