sábado, 7 de julio de 2018

WILDERMANÍA 3

“EN BANDEJA DE PLATA” de Billy Wilder (1966)


       1 La idea.

       Harry Hinkle (Jack Lemmon), cámara deportivo de la CBS retransmite en directo un partido de fútbol americano cuando es arrollado accidentalmente por el jugador Luther “Boom Boom” Jackson (Ron Rich). Esta caída física constituye la anticipación de la futura caída moral de Harry Hinkle, supuesto protagonista del film.

       Cuentan que Billy Wilder estaba viendo un partido de fútbol americano por televisión cuando uno de los jugadores arrolló a una persona del público y, dada la tradición de juicios por daños y perjuicios en USA, enseguida se le ocurrió escribir el guión de una comedia, basándose en las numerosas triquiñuelas legales empleadas por los abogados para sacar la mayor tajada posible de un accidente, aparentemente inocuo.

       2 El verdadero protagonista del film.

       Aunque los médicos que le atienden en el hospital diagnostican a Harry una ligera conmoción, su cuñado, Willie “chanchullos” Gingrich (Walter Matthau) se dispone a demandar al estadio, al equipo de fútbol y a la CBS por daños y perjuicios. Es decir, prepara la estafa que llevará a Harry Hinkle por el mal camino.

       No creo que exista ningún cinéfilo en el mundo que no recuerde con una sonrisa a Willie, el “chanchullos”, personaje imposible de imaginar en la piel de otro actor que no fuera Matthau (a excepción, quizás, de Bill Murray), porque el gesto cáustico y sinvergüenza de Matthau es único e irrepetible. Esos ojos caídos que parecen estar de vuelta de todo y que te miran como si fueras el ser más imbécil de la creación, esa boca fruncida que se tuerce con cinismo y hastío, y ese carisma irresistible y mezquino son imbatibles a la hora de interpretar personajes sin escrúpulos y de baja catadura moral, de los que Willie Gingrich es el más inolvidable y divertido de todos. No en vano le hizo ganar un merecidísimo Oscar al actor. Willie Gingrich nos recuerda el lobo que todos llevamos dentro, sus palabras sin filtro son el reflejo de lo que muchos diríamos si no temiéramos hacer daño a los demás, algo que a él parece importarle un bledo, y es esa absoluta falta de empatía, la que tanto nos fascina y divierte:

       “Willie: ¿Por qué no salís a jugar afuera, imbéciles?” ―le espeta a sus hijos.

       La caradura y la despreocupación con la que se desenvuelve en cualquier situación (por ejemplo en el hospital, usando el orinal de Hinkle como cenicero o comiéndose su desayuno) y el cínico control que ejerce sobre su oficio ―”Sandy: Ya conoces a Willie, encontraría un cabo suelto en los diez mandamientos”― despierta nuestra envidia y admiración más sinceras. Willie “chanchullos” Gingrich constituye el auténtico artífice de la estafa en que se basa la línea argumental de la película y por eso, y por la invencible comicidad del personaje, se erige, por merecimientos propios en el verdadero protagonista del film. Y no es que Jack Lemmon no nos regale otra magnífica interpretación de las suyas o que el resto de personajes no estén bien caracterizados y construidos ―que lo están― ni que las interpretaciones de los actores y actrices que los encarnan no sean buenas ―que lo son―, lo que ocurre es que Willie Gingrich los devora a todos.

       3 Duelo de cómicos.


       Aunque Harry se resiste a estafar a la compañía de seguros, Willie consigue convencerle con el argumento de que, si se finge inválido, su ex mujer, Sandy (Judi West), regresará a su lado.

       Harry Hinkle, típico protagonista Wilderiano, es un hombre bueno y sencillo que, ansioso por recuperar a su esposa, se deja seducir por las palabras de serpiente de su cuñado para cometer un fraude:

       “Willie: ... tienen tanto dinero que no saben qué hacer con él. Les falta sitio para almacenarlo y tienen que microfilmarlo. ¿Qué es un cuarto de millón para ellos?... ¡No me vengas con escrúpulos!”

       En el fondo, Harry sabe que eso no es verdad, pero ¿quién no se ha dejado seducir alguna vez por cantos de sirenas, aún sabiendo que todo acabará en desastre? El miedo (a la pobreza, a la soledad, al fracaso o a lo que sea) nos hace ruines y es de esta ruindad de la que nos habla Wilder a través de los personajes de “En bandeja de plata”. Todos ellos ―excepto Boom Boom― quieren algo de los demás y están dispuestos a manipularlos para conseguirlo. Para empezar, Harry pretende manipular a Sandy haciéndose la víctima, sabe que eso está mal, pero no puede evitarlo, porque ha aprendido a hacerlo de su madre, que se pasa todo el tiempo que aparece en pantalla llorando a moco tendido.


Y a pesar de considerar a su mujer una fresca y una estúpida ―”Harry: Estúpida... no la vi leer un libro en toda su vida. Bueno, sí, una vez, “Las insaciables”. Y a los seis meses estaba en la página diez”―, se deja manipular por ella cuando ésta finge que ha cambiado y que aún le ama. Y, finalmente, Willie manipula a todo el mundo, siendo él mismo, en eso también le envidiamos, él no necesita fingir como los demás, le basta con atontarlos con su verborrea. Y eso es lo que hace en este segmento de la película, donde tiene lugar el primer duelo interpretativo entre Lemmon y Matthau, quienes terminarían convirtiéndose, a partir de ahí, en una de las parejas cómicas más sobresalientes de la historia del cine. La comicidad entre los dos actores se basaba en los constantes y delirantes enfrentamientos que surgían del llamado “choque de contrarios”: dos personajes completamente opuestos que deben soportarse el uno al otro. Y cuando la pareja trabajaba con Wilder, los diálogos se convertían en una competición de frases llenas de ingenio y malicia, que se lanzaban el uno al otro como dardos envenenados, acentuando la comicidad hasta lograr un resultado delirante.

       4 El juego legal.

       El “chanchullos” sabe que los abogados del seguro dudan de que la parálisis de Harry sea cierta, así que, accede a que sus médicos examinen a Harry, no sin antes guardarse un as en la manga, claro está.


       Wilder nos presenta una crítica feroz y despiadada a los juicios por daños y perjuicios en USA. La justicia se nos muestra, en el film, como un juego de estrategias, pactos, intrigas, argucias y faroles para obtener el triunfo, olvidando que el fin último de un tribunal consiste en hacer que la verdad salga a la luz. Los abogados de ambas partes quieren ganar y ganar, en USA, consiste en ganar dinero o en evitar perderlo. El abogado usa la ley para beneficio propio y de su cliente, buscando cualquier recoveco o vacío legal por el que colarse para tomar ventaja sobre la parte contraria. Y vence, no el que tiene razón, sino el que sabe convencer al jurado de que la tiene. Una vez más, la manipulación aparece en el cine de Wilder envenenando las relaciones humanas y, como en la vida, gana el que sabe más trucos y tiene menos escrúpulos. Y todos sabemos quién es ése en esta película:

       “Willie: Voy a demandar a la United Fruit Company, las cascaras de plátano deberían llevar semáforo. Pueden ser peligrosas para la salud.”

       5 Lincoln, la voz de la conciencia del pueblo americano.

       Harry siente remordimientos por lo mucho que está afectando a Boom Boom su invalidez, pero Willie se los espanta y lo prepara para burlar el reconocimiento médico.

       Wilder hace que Harry Hinkle se tropiece una y otra vez, por azar, con las palabras de Lincoln: “Se puede engañar a todos en alguna ocasión. Se puede engañar a alguien siempre. Pero no se puede engañar siempre a todos”, creando en el espectador la ilusión de que el universo entero parece estar gritándole a Harry que no siga adelante con la estafa. Sin embargo, la conciencia de Harry y las palabras de Lincoln no tienen nada que hacer frente al “cerebro lleno de cuchillas de afeitar” (frase con la que William Holden definió a Wilder en una ocasión) de Willie el “chanchullos”, que cuenta, además, con la inestimable ayuda de la ávida ambición de Sandy. Juntos harán que en esta lucha entre “lo correcto” y “lo incorrecto”, la balanza se incline siempre hacia el fraude.

       6 La figura del doctor alemán en las comedias de Wilder.

       A pesar de que el profesor Winterhalter está convencido del fraude, Harry logra burlar a los médicos del seguro, gracias a los chanchullos de Willie.

        El profesor Winterhalter (Sig Ruman), uno de los doctores contratados por la compañía de seguros para examinar a Harry, constituye un doctor alemán más en la filmografía de Wilder (“Primera plana”, “La octava mujer de Barba Azul”, etc.), en la que los doctores alemanes son toda una fuente de inspiración cómica. Siempre nos hacen reír con su ironía, su despiste, su carácter gruñón o con la somatización de los síntomas de sus pacientes en sus propios cuerpos. Todos ellos, pese a sus conocimientos, forman una panda de viejos chivos irascibles y maniáticos, mucho más desequilibrados que sus pacientes. En el caso del profesor Winterhalter su comicidad radica, por una parte; en la insistencia de su diagnóstico respecto a Harry: “¡Fraude! ¡Fraude! ¡Fraude!...”, que repite como un mantra, aunque no pueda probarlo y, por otra, en su defensa de la tortura como forma de diagnóstico ―rasgo que nos hace pensar en un pasado sospechosamente nazi del malhumorado profesor―:

       “Winterhalter: En los viejos tiempos hacíamos mejores diagnósticos. Si un hombre decía que estaba paralítico, lo echábamos en el pozo de las serpientes. Si trepaba, sabíamos que había mentido.”

       7 El personaje del detective de la compañía de seguros en el cine de Wilder.

       Los abogados no llegan a un acuerdo con Willie respecto a la indemnización, así que, deciden enviar al detective Purkey (Cliff Osmond) a vigilar a Harry, 24 horas al día.

       Otra figura constante en el imaginario de Wilder es la del detective que trabaja para una compañía de seguros. Un tipo perseverante, concienzudo, que se toma su trabajo como algo personal, que se sabe todos los trucos y cómo desenmascararlos; es decir, el tipo ideal para estafar a un seguro (“Perdición”). Y esa es la razón por la que los seguros les contratan y por la que es muy difícil burlarles. Ha visto toda clase de estratagemas y ha conocido a todos lo tunantes que las han llevado a cabo y todos se parecen a Willie Gingrich. Y ninguno tiene nada en común con Harry Hinkle. El detective Purkey de “En bandeja de plata” es subestimado por Willie, que le llama “Gordinflón atontado”, pero éste terminará ganándole la partida con su testarudez y con su larga experiencia a la hora de pillar “in fraganti” a un farsante.

       8 El egoísmo humano, fuente dramática inagotable.

       A Harry le preocupa que Boom Boom esté descuidando los entrenamientos por su culpa, pero cuando Sandy se ofrece a cuidarle, no duda en seguir con la farsa.

       En Harry puede más el deseo de recuperar a su esposa que la honradez. Sabe que hace mal, pero, antepone sus propias necesidades a las de Boom Boom. Pues Harry Hinkle padece de un mal muy común entre el género humano, el egoísmo. Y es que siente un apego tan grande hacia Sandy que está dispuesto a complacerla en todo momento por miedo a que lo abandone. Este apego es una debilidad casi peor que el victimismo. Y Harry padece de ambos males. En su caso, además, se trata de un apego negativo, puesto que Sandy no siente nada por él, ni siquiera un poco de respeto y por tanto, es un amor destructivo, que empuja a Harry a cruzar la línea que separa el bien del mal. Pero ¿hasta dónde será capaz de llegar?

       9 Ficción dentro de la ficción.


       Willie descubre que el detective Purkey y su ayudante vigilan a Harry y planea usarlo en su beneficio.

       La vida privada de Harry queda totalmente expuesta ante dos desconocidos ―el detective y su ayudante― y, por tanto, a merced de sus juicios y burlas. Como “el Gran hermano” de la novela “1984” de Orwell, Purkey siempre está vigilando a Harry y eso puede llegar a desquiciar a un individuo más de lo que el mismo Harry sospecha. Purkey se convierte en un voyeur y, adoptando el punto de vista del espectador, observa a Harry y a los que le rodean desde la distancia, convirtiendo sus vidas en algo ficticio y a ellos, en actores aficionados, de los que Willie es la estrella absoluta. Renunciando a su intimidad, Harry deja que el fraude envenene y falsee todos los aspectos de su vida, llegando incluso a invadir su dormitorio y su cuarto de baño.

       10 Mostrar, en lugar de contar.

       Sandy vuelve a casa con Harry y Boom Boom se da cuenta de que ella sólo persigue el dinero de la indemnización.

       En esta segunda parte de la película, que ya no transcurre en el hospital sino en el apartamento de Harry, convertido, gracias a los detectives, en una pecera donde Harry y los que le rodean son observados como peces de colores, Wilder nos muestra dos tipos de relaciones en la vida de su protagonista, la tóxica, que mantiene con su ex mujer y la relación sincera que establece a raíz del accidente con el leal y bondadoso Boom Boom Jackson. Esa amistad será lo único bueno que Harry Hinkle sacará de todo este embrollo. De forma harto inteligente, Wilder hace que estos dos tipos de relaciones transcurran de forma paralela ante la mirada del espectador, siempre en la misma escena, mostrando las reacciones yuxtapuestas de Sandy y de Boom Boom. De esta manera, logra que el espectador saque sus propias conclusiones sin necesidad de poner en boca de ningún personaje el comportamiento rastrero de Sandy ni el buen corazón de Jackson y le sirve, también, tanto para anticipar el batacazo que se va a llevar Harry cuando descubra a la verdadera Sandy, como para mostrarnos la depresión en la que está cayendo Boom Boom, atormentado por la culpa.

       11 Símbolos, metáforas y mensajes.

       Sandy pretende seducir a Harry para asegurarse su parte del pastel, pero Willie le recuerda a Harry que debe abstenerse de practicar sexo ante los detectives.


       Tomando el relevo de su maestro, Ernst Lubitsch, Wilder nos demuestra lo estúpidos que podemos llegar a ser cuando el sexo anda de por medio. Harry seducido por Sandy con sus ternezas y sus mentiras, se las promete muy felices preparándose para acostarse con ella. Wilder con suma malevolencia le hace sostener una vela encendida cuando se dirige al dormitorio donde le espera Sandy ―la vela metáfora del deseo sexual y de la “la antorcha” a la que Willie hacía referencia al referirse al ciego enamoramiento que siente Harry por su mujer― y, después, hace que mantenga la vela encendida durante toda la conversación telefónica en la que Willie le recuerda que no puede practicar sexo porque se supone que está inválido. La farsa de la invalidez se vuelve contra Harry que, totalmente chafado, apaga la vela. El simbolismo de la vela es de una delicadeza perversa que haría sentirse a Lubitsch orgulloso de su aventajado alumno. Y si la frustración de Harry nos divierte, es porque parece transmitirnos el malvado mensaje de Wilder: Nada de sexo para los tramposos.

       12 La mujer como eterna culpable.

       Boom Boom, ante la impotencia de no poder proteger a Harry de su ex mujer, se emborracha y se mete en una pelea que dará con sus huesos en la cárcel.

       Boom Boom resulta ser la verdadera víctima del accidente ocurrido en el estadio, él sí que tendría derecho a pedir una indemnización por daños y perjuicios a Hinkle y a su cuñado, por las penosas consecuencias que su estafa le está ocasionando en su trabajo, en su vida personal e incluso en su salud; pero no lo hará, porque culpa a Sandy ―y, por extensión, a todas las rubias―de la desgracia de Harry. Cuando, en realidad, ha sido la propia debilidad de Harry la que le ha expuesto, de nuevo, a la codicia de su mujer. Muy propio de los hombres, eso de culpar a las mujeres de todas las tonterías que son capaces de hacer para satisfacer sus pulsiones sexuales. Y es que no hay nada como tener a una rubia al lado a la que echarle la culpa de todo.

       13 Obras benéficas y relaciones beneficiosas.

       Willie amenaza a los abogados del seguro con la creación de la fundación “Harry Hinkle para ayuda a los desvalidos”, para que por nada del mundo quieran ir a juicio.


       Como vemos, Wilder no deja títere con cabeza y arremete contra todas las argucias habidas y por haber de que se sirven los abogados en este tipo de juicios. El tema de las fundaciones, cuyo aparente fin benéfico no es más que una manera de lucrarse, es algo que está a la orden del día en cualquier sociedad capitalista que se precie. En definitiva, si una fundación no fuera rentable, nadie las crearía, eso no es óbice para que desempeñen, en su mayoría, una labor social encomiable. El debate entre si son obras benéficas o una forma de lucrarse burlando al fisco o a molestos herederos, sería largo y acalorado y no vendría al caso, lo importante es que la película pone de relieve el hecho de que, en muchas ocasiones, la creación de una fundación se utiliza como medio para ganar dinero y no para ayudar a los necesitados.

       “Willie: No queremos que nadie piense que pleiteamos para forrarnos, para llenarnos los bolsillos...”

       14 Primer plano del protagonista tocando fondo.

       Mientras los abogados se apresuran a pactar con Willie, Harry, enterado del arresto de Boom Boom, está a punto de confesarlo todo, pero Sandy se lo impide sellando sus labios con un beso.

       El sabor del dinero es el título que Wilder y Diamond (guionistas del film) pusieron a este cuadro de la segunda parte del desarrollo de la película en el que Harry recibe de Sandy un beso frío como el hielo, un beso mercantil, dado por una boca ansiosa de dinero. Y Harry comprende que Sandy sólo quiere exprimirle de nuevo. La venda ha caído y Harry, dolido y decepcionado, toca fondo, su amor por Sandy está herido de muerte y ha sido ella misma quién lo ha ejecutado con un beso infecto. Wilder filma el beso de tal manera que casi podemos sentir su amargo sabor. El rostro apesadumbrado de Lemmon, en primer plano, lo refleja a la perfección mientras Sandy le susurra al oído:

       “Sandy: Por una vez en tu vida, sé práctico, haz lo que conviene. Te adoro, Harry, pero no quiero estar enamorada de un bobo”.


       El espectador comprende que ese beso acaba de frenar en seco la caída moral del protagonista y constituye la anticipación de que, al final, elegirá el camino correcto.

       15 El gran Lemmon y la patada infamante.

       Willie consigue una jugosa indemnización, pero Harry, asqueado, termina por desvelar la estafa, sin pensar en las consecuencias.

       Cuando Willie, exultante, le sirve a Harry, en bandeja de plata, el cheque por la indemnización ―”Willie: Tal y como te prometí, en bandeja de plata. Pude haber sacado más, pero el viejo Brian me dio lástima. Es triste ver a un hombre llorando.”―, se encuentra con un Harry, desengañado, un Harry asqueado que, por primera vez, se da cuenta de cómo es la mujer que ama. El silencio desencantado de Lemmon lo dice todo. Por algo era el actor favorito de Wilder. Cuando la interpretación de Lemmon nos roza el alma, es cuando deja de hablar. En los silencios, Lemmon se crece, consiguiendo la perfecta máscara para cada emoción, la verdad de sus expresiones nos enmudece y hace que nuestros ojos empiecen a brillar peligrosamente. Sin embargo, y a pesar del arte incomparable del actor protagonista, este cuadro contiene el momento más deplorable del film, uno de los pocos momentos en la filmografía de Wilder que, hace que las mujeres nos indignemos, a pesar de que la película sea una obra maestra ―por algo su misma esposa consideraba a Wilder un misógino―. ¿Por qué Sandy recibe una humillante patada en el trasero, por parte de Harry, mientras que Willie se va de rositas? Harry necesita humillar a Sandy, pero no a Harry, aunque él también se haya aprovechado de sus sentimientos para cometer la estafa. Todo el desprecio de Harry cae, implacable, sobre su mujer, a la que tanto dice amar ―Lubitsch nunca lo hubiera aceptado, él siempre trataba a las mujeres como a damas―. Wilder, como hombre, deplora la traición de Sandy y a las mujeres como Sandy en general, pero a un malnacido, cínico, tramposo, manipulador y sinvergüenza como Willie, sólo le reserva los mejores chistes al final de la secuencia. No es justo. En definitiva, lo único que diferencia a Sandy de Willie es que ella no es graciosa, sino antipática y desagradable. Y es Wilder quien la reviste, a propósito, de esa capa de hipócrita y viciosa antipatía para justificar el desprecio con la que se la trata al final. Sin embargo, Sandy acaba de salvar a Harry de su enfermizo amor por ella y sólo por eso ya merecería algo de compasión.

       16 La amistad como final feliz.

       Harry se redime, ayudando a Boom Boom a volver a coger las riendas de su vida.


       En la secuencia final de la película, El buen corazón de Harry se impone frente a su debilidad de carácter. Harry Hinkle logra la expiación de su culpa confesando a Boom Boom que todo ha sido un fraude y ayudándole a recuperar la confianza en sí mismo que había perdido a raíz del accidente. Para sorpresa del espectador y del mismo Harry, Boom Boom no le guarda rencor, su corazón noble ha comprendido que lo ha hecho por amor, pero que, en el fondo, es un buen tipo. Harry necesita un buen puñetazo y él mismo da la impresión de estar necesitando que se lo den, incluso el espectador quiere ver cómo Boom Boom le golpea. Pero no hay puñetazo, el chico está tan deprimido que todo le da igual. Nadie pone en duda que el perdón sea un rasgo noble y acertado, que honra a quien lo practica, al fin y al cabo, cuando un hombre cae, hay que ayudarle a levantarse, pero... ¿ni un reproche?, ¿ni una mala cara? Realmente Boom Boom Jackson es un ángel negro y la amistad que ha surgido entre ambos hombres, el mejor final para la película. Un final que, como en “Casablanca”, supone un hermoso comienzo.