miércoles, 10 de abril de 2024

FORDMANÍA 3

EL HOMBRE QUE MATÓ A LIBERTY VALANCE (1962) de John Ford
       

       
Tras dirigir infinidad de westerns, John Ford se despide del salvaje oeste con esta obra maestra de madurez, en la que nos muestra cómo la ley y el orden, provenientes del este, trajeron el progreso y la civilización a los indómitos territorios fronterizos, que aún permanecían regidos por la ley del más fuerte. Y para que esa transición fuera posible, hicieron falta leyendas y el sacrificio de los hombres intrépidos que las crearon.
       
       El veterano senador Ransom Stoddard (James Stewart) y su esposa Hallie (Vera Miles) regresan a Shinbone, para asistir al funeral de Tom Doniphon (John Wayne). Interrogado por la prensa local acerca de la identidad del fallecido, Ransom les cuenta la verdad sobre su amigo: Recién licenciado en derecho, Ransom llega al oeste y es asaltado brutalmente por el bandido Liberty Valance (Lee Marvin) y sus secuaces. El rudo vaquero Tom Doniphon encuentra a Ransom malherido en el desierto y con ayuda de su leal Pompey (Woody Strode) lo lleva a la ciudad para que Hallie (Vera Miles), camarera del restaurante de los Ericson, lo atienda. Peter Ericson (John Qualen) y su mujer Nora (Jeanette Wolan) lo acogen bajo la protección de Tom. Y, una vez restablecido, Ransom, mientras trabaja en el restaurante como lavaplatos, busca la manera de encarcelar a Liberty. Tom nota la complicidad surgida entre Hallie y Ransom, pero está tan convencido de que Hallie se casará con él, que sigue ampliando su casa para ella. Liberty Valance vuelve a atacar a Ransom y cuando Tom sale en su defensa, el mismo Ransom impide que lleguen a las armas. Tom aconseja a Ransom marcharse de la ciudad, pero Dutton Peabody (Edmond O’Brien), dueño del periódico local, le ofrece trabajar en su oficina; Ransom se queda y comienza a ejercer de maestro voluntario en el pueblo. En sus clases, Stoddard transmite a sus alumnos la importancia de votar en las próximas elecciones para elegir a un delegado que defienda en Washington sus derechos frente a los ganaderos. Pero cuando Liberty, del lado de los ganaderos, asesina a algunos granjeros, se suspenden las clases por temor a sus represalias. Peabody decide publicar los crímenes de Liberty y advierte a Hallie de que Ransom se está entrenando con el revólver. Hallie, temiendo que quiera enfrentarse a Liberty, corre a pedir a Tom que lo proteja. Éste, celoso, humilla a Ransom demostrándole que es un novato con el revólver. Durante las elecciones Ransom y Peabody son elegidos; Liberty amenaza a Ransom con matarle si no abandona la ciudad y destroza el periódico dejando malherido a Peabody. Ransom, entonces, decide enfrentarse a Liberty. Hallie envía a Pompey a buscar a Tom, pero antes de que llegue, se produce el duelo y aunque Ransom resulta herido, consigue matar a Valance. Mientras Hallie cura al herido, el cariño de ambos sale a relucir y Tom comprende que ha perdido a Hallie. Destrozado, incendia la casa que estaba ampliando para ella. La fama por haber matado a Liberty Valance empaña la candidatura de Ransom en la convención territorial y éste decide abandonar. Pero Tom logra tranquilizar su conciencia desvelándole quién mató en realidad a Liberty Valance.



       Ford compró los derechos del relato homónimo de Dorothy Johnson, en que se basa el guión, con la intención de que James Warner Bellah y Willis Goldbeck escribieran su adaptación para el cine. Ambos escritores realizaron un magnífico trabajo componiendo un western atípico —en el que hasta el clásico duelo se convierte en un duelo a tres— sobre la evolución del estilo de vida de las comunidades del oeste americano. La estructura de este western se apoya en dos triángulos narrativos, uno amoroso, en el que Hallie tendrá que elegir entre Tom y Ransom; y otro de violencia, en el que Tom tendrá que elegir entre matar a Liberty Valance o dejar que éste mate a Ransom. Ambos elegirán el progreso, la ley y el orden, o sea, a Ransom. Tom comprende y asume la elección de Hallie, porque él mismo opta por defender a Ransom y lo que él representa para la ciudad y sus habitantes.


       Ford supo desde el principio que relatar el proceso de civilización del oeste requería de interiores y de una narración intimista, donde la palabra se impusiera a la acción. Del mismo modo que la conquista del oeste demandaba escenas de acción en grandes extensiones de desierto, el nacimiento de la nación americana precisaba de interiores; restaurantes, cocinas, salones, oficinas, escuelas… Y, en general, cualquier espacio en el que los ciudadanos realizaran sus actividades cotidianas. El triunfo de los libros sobre las balas requería, además, una narración llena de diálogos, de miradas, de silencios, de sombras, de sentimientos ocultos, de miedos y de mentiras.
       También comprendió Ford que la historia que iba a rodar demandaba el blanco y negro, porque era la narración melancólica de una época de leyenda que llegaba a su fin. El atractivo de lo salvaje, de la aventura, de la vida indómita desaparecería con la llegada del ferrocarril, de la democracia, de los hombres de leyes y de la organización social y política; pero permanecería para siempre, como una añoranza de libertad, en el corazón de los ciudadanos americanos. Esa nostalgia pedía a gritos una fotografía en blanco y negro, pese a la oposición del estudio y del director de fotografía, William H. Clothier, que trataron en vano de imponer a Ford el color: «¡Maldita sea, vamos a hacerla en blanco y negro! ¡No tiene que ser en color!» La fotografía final llena de claroscuros, de sombras y de primeros planos es de una conmovedora belleza, la belleza que merecía el adiós visual de Ford al mito americano del lejano oeste.


       Entre los recursos cinematográficos que Ford solía emplear en sus películas, hay que destacar en este film su insuperable talento para dinamizar cualquier secuencia y convertirla en una auténtica obra de filigrana narrativa, llenándola de pequeñas acciones, o sub-acciones, que suceden en el mismo plano que la acción principal y que aportan espontaneidad y dan vida a la acción. Ejemplo de ello es la acción protagonizada en segundo plano por el tonto del pueblo y su padre en la convención territorial: el hijo chupa una piruleta mientras escucha los discursos; su padre, al verlo, se la quita de las manos y, enojado, la tira al suelo; pero el hijo tiene un montón de piruletas escondidas y cada vez que su padre le tira una, saca otra y se pone a chuparla otra vez. Estas sub-acciones dan testimonio del talento de Ford como artesano cinematográfico, en cuya filmografía cualquier personaje, por secundario que fuera, tenía su importancia y quedaba perfectamente definido, tanto a nivel externo como interno. Tal es el caso del negligente y cobardica comisario Link Appleyard (Andy Devine), muestra viviente de la absoluta ausencia de ley y orden en la ciudad. Ford retrata con humor al comisario, convirtiéndolo en un glotón y un bufón, para subrayar que el cargo no era más que simbólico, puesto que en el oeste la ley no era más que un chiste.


       «Ransom: Pues bien, voy a presentar la denuncia y a cuidar de todos los detalles legales. Y la verdad es que usted posee jurisdicción, según dice aquí. De forma que la próxima vez que se presente en esta ciudad, usted lo arrestará.
       Link: Lo que usted diga, señor Stoddard. Me voy a desternillar de risa. ¿Ha dicho usted arrestar? ¿A quién ha dicho?
       Ransom: A Liberty Valance.
       Link: ¿Arrestar a Liberty Va…? ¡¿Ha dicho usted Liberty Valance?! Ahora que empezaba a recuperar mi apetito…»

       La riqueza simbólica del arte visual y narrativo de Ford inunda el film de momentos de una gran profundidad, cargados de emoción y significado. La renuncia de ambos protagonistas masculinos a todos sus sueños queda plasmada, así, en gestos tales como el de Ransom cuando, ante la inminente amenaza de Liberty, borra de la pizarra de la escuela la cita: «La educación es la base de la ley y el orden»; o cuando el mismo Ransom arranca de la pared y arroja al suelo lo que queda de su letrero, «Ransom Stoddard, licenciado en leyes», después de que Liberty lo haya destrozado a balazos. Con estos dos momentos, Ford nos anticipa que Ransom está a punto de renunciar a su empeño de pararle los pies a Liberty sin usar la violencia.

       «Hallie: Ransom, después de todo lo que nos has enseñado, ¿cómo puedes pretender ahora que claudiquemos?
       Ransom: Ya has oído lo que ha dicho Tom. Cuando amenaza la fuerza, entonces, de nada sirven las palabras.»


       Del mismo modo, el momento en que Tom incendia la casa que estaba ampliando para casarse con Hallie simboliza que está renunciando a su único sueño, formar una familia con la mujer que ama. Tom está quemando sus naves y rindiéndose ante su rival. Como vemos, Ransom, el soñador, se estrella contra la dura realidad del oeste y Tom, el realista, se estrella contra los sueños de un nuevo estilo de vida, en el que los hombres como él ya no serán necesarios. Por su parte, Hallie tendrá que renunciar a Tom para formar parte de esa nueva civilización. El desencanto que inunda el corazón de los tres protagonistas impregna toda la película de una melancólica tristeza por todo aquello que no pudo ser y por todo aquello a lo que tuvieron que renunciar en pos de una sociedad mejor.

       «Hallie: Usted sabía que yo quería venir aquí, ¿no es cierto?
       Link: Usted dijo que quería ver los cactus en flor. Allí está su casa. Bueno, lo que quedó de ella. Rodeada de flores por todos lados.
       Hallie: No pudo jamás terminar aquella habitación, ¿no es verdad?
       Link: No. En fin, usted lo sabe muy bien.»

       Pero no solo las acciones de los personajes están cargadas de significado, también el simbolismo de determinados objetos es empleado por Ford para representar cada uno de los temas que aparecen en el film: el látigo de Liberty Valance, simboliza la ley de la fuerza; la diligencia cubriéndose de polvo en un almacén, simboliza el pasado indómito; la flor de cactus, simboliza la belleza del desierto y el corazón de Tom Doniphon, capaz de florecer entre espinas.


       La anticipación es otro de los recursos empleados por Ford para hacer avanzar la historia, creando expectativas en el espectador respecto a lo que va a suceder. Por ejemplo, Peter Ericson anticipa que Tom puede perder a Hallie, desde el momento mismo en que Ransom aparece en sus vidas.

       «Nora: Hallie será una esposa maravillosa para el hombre que se case con ella.
       Peter: Sí, para el hombre que se case con ella. Si Tom Doniphon es inteligente, le planteará la cuestión a Hallie antes de que llegue alguien y le eche a perder todos sus planes.»

       Otra anticipación, ya empleada por Ford en La diligencia, que también aparece en el film, es la de la famosa jugada de póker llamada mano del muerto (ases y ochos), considerada de mal augurio, que anticipa la muerte de Liberty Valance en el duelo.

       El simbolismo y la anticipación eran herramientas frecuentes en el cine de Ford, porque en sus películas lo importante era lo no dicho, el subtexto, los sentimientos ocultos, todo aquello que se escondía bajo el sentido del humor, la amistad, el valor, la bondad, la generosidad, la caballerosidad… Todos temas recurrentes en el cine de Ford.

       En este western nostálgico, Ford escenifica los inicios de la democracia americana cuando ésta aún andaba en pañales y cuando el mejor candidato posible era un representante de la ley, cuyo valor hubiese quedado probado; es decir, un político con los atributos de un héroe; o, como en el caso del film, un político respaldado por un héroe en la sombra. Ford ilustra en el film cómo el oeste se civilizó gracias a hombres tan contrapuestos como Ransom Stoddard y Tom Doniphon; hombres que se complementaban para hacer frente a la resistencia de los que, como Liberty Valance, se aferraban al despotismo feroz de imponer a los demás su propia ley.


       «Liberty: Sois muy valientes cuando estáis juntos, pero no votéis ahora algo de lo que luego os arrepentiréis cuando estéis a solas.»

       El nuevo oeste necesitaba lo mismo que sus mujeres, hombres cultivados que trajeran el progreso a sus ciudades y hombres duros dispuestos a sentar las bases para que ese proceso fuera posible.

       «Doctor: ¡Eh, Tom! Lo que necesitamos es autoridad. Nos hace falta un hombre que sepa imponerse.
       Tom: Estoy de acuerdo con usted, doctor.»


       Hallie se debate entre su cariño por el indómito y resolutivo Tom, que vive el presente, y su fascinación por Ransom, el hombre de leyes, educado y caballeroso, que aspira a un futuro más justo y pacífico. Hallie no se engaña, sabe que Ransom es testarudo y valiente, pero que sus palabras no tienen nada que hacer frente a las balas. También sabe que Tom tiene todas las cualidades de un héroe, aunque no lo parezca por sus rudas maneras, su carácter autoritario y su físico algo primitivo. Ella necesita las cualidades de ambos hombres, lo mismo que el oeste necesita orden y fuerza para crecer. Tom Doniphon y Ransom Stoddard representan dos personajes habituales en la filmografía de John Ford: el independiente hombre de acción, necesario para conquistar el oeste y el responsable ciudadano, necesario para civilizarlo. El hombre del este frente al hombre del oeste. El intelectual y el soldado trabajando juntos para hacer posible la nación americana; dos rivales que se respetan y se admiran, aunque no sean capaces de ponerse de acuerdo. Hallie elige el futuro que Ransom representa, pero toda su vida mirará con nostalgia al pasado, al hombre que renunció a todo para que ella fuera feliz.

       «Tom: Fue un asesinato a sangre fría, pero no me remuerde la conciencia. Hallie es dichosa. Quería que tú vivieras.
       Ransom: ¡Me… me salvaste la vida, Tom!
       Tom: Mejor hubiera sido no hacerlo. Ahora Hallie te pertenece. ¡Entra de nuevo ahí y acepta el nombramiento! Tú le enseñaste a leer y escribir. Ahora dale la ocasión de que tenga sobre qué leer y escribir.»


       Después del sacrificio de Tom, resulta reconfortante para el espectador comprobar que el fantasma de Tom Doniphon siempre se ha interpuesto entre Hallie y Ransom; que su felicidad siempre ha estado empañada por una mentira; y que ninguno de los dos ha podido enorgullecerse de los logros políticos de Ransom, porque sin Tom nunca hubieran sido posibles. En aquella época, la aceptación por parte del pueblo de hombres, como Ransom, capaces de hacer progresar la sociedad americana, exigía que se les rodeara de un halo de leyenda semejante al de los ídolos del salvaje oeste. Y toda leyenda precisa de un hecho insólito realizado por un héroe y magnificado por la admiración de toda la comunidad. Tom tuvo la oportunidad de convertir a Ransom en el héroe que la región necesitaba y no dudó en hacerlo. Y Ransom aprovechó esa oportunidad para contribuir con su esfuerzo a crear una sociedad legal, a la que dedicó toda su vida.

       «Ransom: Oh, gracias, Jason, gracias. Escribiré una carta a la dirección de este ferrocarril dándole las gracias por la amabilidad de todos sus empleados.
       Jason: No… Lo hacemos muy a gusto. Lo hacemos todo muy a gusto por el hombre que mató a Liberty Valance.»


       Leyendas aparte, el simple acontecimiento de que la eterna lucha entre granjeros y ganaderos se tratara de solucionar mediante unas elecciones  algo nunca visto en un western— constituía ya una prueba de que la civilización estaba llegando al oeste y de que nada iba a detenerla. Y aunque Ford presenta este avance como un acontecimiento positivo, eso no le impide mostrarnos su desconfianza hacia la actividad pública, siempre apoyada en falsedades o en verdades a medias. Para Ford, no sólo la carrera política de Ransom se apoya en una mentira, sino que es la política misma la que se sirve de toda una puesta en escena y de un montón de patrañas para embaucar al pueblo. En la secuencia de la convención territorial, el comandante Starbuckle (John Carradine) inicia su disertación con el gesto de arrugar y tirar al suelo su discurso, alegando que no es momento de oratorias sino de hablar con el corazón. Pero el doctor Willoughby (Ken Murray) recoge con malicia el papel comprobando que está en blanco; a partir de ese momento, no deja de mirar al orador con reproche. Pero quizás lo que más desprestigia a la clase política, en el film, sea el hecho de que Ransom se sienta incapaz de acudir al congreso con las manos manchadas de sangre, pero en cambio, no duda en hacerlo apoyándose en una conveniente mentira, que, por otra parte, no puede desvelar porque sería señalar a Tom como asesino. Sólo a la muerte de éste, animado por Halley, Ransom se decide a contar la verdad, pero, finalmente, la propia importancia política de Ransom Stoddard le hará comprender que en el oeste las leyendas son más necesarias que la verdad. Obligándole a seguir manteniendo viva la mentira con la que ha tenido que cargar toda su vida.

       Pero, si bien, Ford parece desconfiar de la política, en cambio, parece sentir cierta admiración por el mundo del periodismo, cuya influencia en la sociedad considera decisiva a la hora de hacer avanzar a una comunidad hacia un futuro más libre y justo.

       «Peabody: Yo… Yo soy un periodista, no un político. No. Los políticos son los que me dan trabajo y yo los creo y los derribo. Pero yo no quiero ser uno de ellos, no podría serlo, me destruiría a mí mismo.»


       Representado en el film por la figura del heroico periodista Dutton Peabody, interpretado con cierta grandilocuencia por el veterano Edmon O’Brien, el cuarto poder contribuye a acabar con la tiranía de Liberty Valance, denunciando sus crímenes en primera plana; concienciando a los ciudadanos de la importancia de su voto y haciendo despegar la carrera política de Ransom.

       «Peabody: Buen pueblo de Shinbone, yo… Yo soy vuestra conciencia, yo soy la débil voz que truena por las noches, vuestro perro guardián que aleja a los lobos, yo soy vuestro padre confesor, yo soy… Yo soy… Yo… ¿Qué más soy?
       Tom: ¿El borracho de la ciudad?»

       El valor de Peabody como periodista es similar al de Ransom como abogado, ambos desempeñan verdaderos oficios de riesgo en el lejano oeste y se sirven de las palabras para desafiar el despotismo de Liberty Valance; pero, sin el respaldo del revólver de Tom Doniphon, ese valor hubiera resultado inútil. Tanto Peabody como Ransom sufren la violencia de Liberty, que ve en ellos la amenaza de una nueva era en la que la tiranía de su látigo no tiene cabida. En el caso de Peabody, gracias a su alcoholismo y a su educación clásica, encuentra el valor que necesita en la bebida y en los versos de Shakespeare para defender ante Liberty la libertad de prensa. Mientras que Ransom, pese a sus convicciones legales, llega a un punto en que su rabia le arrastra a coger un arma, renunciando así a sus propios principios.


       James Stewart, en su rol de hombre del este que al llegar al oeste ve cuestionada su hombría, por no compartir esa forma destructiva y obsoleta de entender el valor, se equipara al personaje encarnado por Gregory Peck, unos años antes, en el film de William Wyler, Horizontes de grandeza (1958). Stewart poseía ese físico delgado y de apariencia vulnerable, idóneo para Ransom, y al mismo tiempo tenía una personalidad que representaba esa testarudez americana, investida de honradez, que aportaba al personaje el coraje necesario para defender sus ideas. Vemos al actor temblando a la hora de acudir a un duelo en el que sabe que le van a matar, pero decidido a afrontarlo por puro acto de dignidad. Stewart borda el aspecto intelectual del personaje, ese abogado, ese maestro y ese político que conquistan el corazón de Hallie y que convencen al espectador de la necesidad en Shinbone de un hombre como Ransom. Gracias a la credibilidad de Stewart como actor, nadie duda de que Ransom vaya a triunfar en sus labores de hombre de leyes, del mismo modo que nadie duda de que por mucho que entrene no podrá vencer a Liberty con un arma, por ello, el momento en que vemos a Liberty caer ante Ransom es sumamente inesperado y sorpresivo. Y así, la leyenda está servida, una vez más, David ha vencido a Goliat; pero no sería propio de una película de Ford un desenlace tan inverosímil. Ford nos muestra solo una parte del duelo, nos oculta la verdad, precisamente para hacernos sentir la emoción de la leyenda. Todo el mundo, espectadores y habitantes de Shinbone, ha presenciado cómo Ransom mataba a Liberty, y además con la mano izquierda, un hecho insólito que nos llena de emoción. Por eso, al descubrir la verdad, comprendemos la importancia del acto de Tom al actuar en las sombra y mantener en secreto su intervención, que sólo desvelará al verle flaquear ante su misión de defender los derechos de los ciudadanos.

       «Ransom: Vuelvo a mi casa, Tom. Me vuelvo al este, que es adonde pertenezco.
       Tom: Valance no logró hacerte huir, ¿qué te pasa ahora, amigo? ¿Tu conciencia?
       Ransom: ¿Acaso no es una carga matar a un hombre y luego querer construir una vida sobre esta muerte?
       Tom: Hablas demasiado, piensas demasiado. Además tú no mataste a Liberty Valance.»

       Por su parte, John Wayne realiza una de las interpretaciones más interesantes de toda su carrera, aunque estuvo a punto de rechazar el personaje por considerar que James Stewart tenía más protagonismo, a pesar de que para John Ford: «Jimmy Stewart tenía más escenas, pero Wayne era el personaje central, el motivo de todo.» Si bien, el actor encarnaba, una vez más, al hombre de acción curtido por la dureza de la vida en los territorios fronterizos, en esta ocasión se trataba de un antihéroe romántico, atormentado por un amor al que se ve obligado a renunciar y por el cual se traiciona a sí mismo. Hay que tener en cuenta que disparar a un hombre desde un callejón en sombras era considerado en el oeste no sólo un acto de cobardía, sino un crimen. La misma víctima, Liberty Valance, cuando acude al duelo y le grita a Ransom que se acerque a la luz para dejarse ver, parece intuir que el verdadero peligro que le acecha se encuentra oculto en las sombras y no frente a él.

       «Liberty: ¡Acércate donde yo te pueda ver! ¡Sal de las sombras, cobarde!


       Al recordar cómo disparó contra Valance, John Wayne refleja en su rostro toda la desolación de Tom Doniphon; un rostro sombrío que desaparece bajo el humo de su cigarrillo para dar paso al flashback dentro del flashback que nos revela la verdad. Por otra parte, la excelente expresión corporal de John Wayne refleja con suma naturalidad toda la fuerza bruta de Tom Doniphon, su seguridad en sí mismo y la determinación de su carácter. A lo largo del film vemos a Wayne tratando con brusquedad tanto a amigos como a enemigos, los empujones, las patadas, los agarrones y los portazos son las maneras habituales de ese hombre rudo y sin modales acostumbrado a mandar.

       «Tom: Necesitamos dos buenos delegados que nos representen en la capital, Valance. Dos hombres honrados. Y uno de ellos lo tenemos en usted, Sr. Stoddard.
       Liberty: ¿Buscas pelea, Doniphon?
       Tom: ¿Quieres ayudarme a encontrarla?»


       Y frente a estos dos hombres buenos y antagónicos, Liberty Valance, el inolvidable forajido encarnado por un Lee Marvin en estado de gracia, que supo representar, con una ferocidad y una gracia pocas veces vistas en el cine, lo peor del salvaje oeste, todo aquello que había que erradicar para hacer posible la nueva sociedad americana. Lee Marvin asumió el típico rol de villano que mantiene aterrorizada a toda una comunidad —personaje recurrente en muchos westerns—, dándole un enfoque primitivo y salvaje. Un forajido que representa el libertinaje por excelencia, aunque paradójicamente se llame Liberty. Sádico, abusón, irónico y con la inteligencia suficiente para saber que Tom Doniphon es el único rival con el que no le interesa medirse.

       «Liberty (A Ransom): Esta votación no significa nada. (Tom se acerca a ellos) Tú no te metas en esto. Se ha estado ocultando durante mucho tiempo detrás de ti. (A Ransom) Te doy una opción, lavaplatos: o abandonas la ciudad esta noche, o quedarás muy solito ahí fuera en la calle.»

       Tom Doniphon y él son las dos caras de una misma moneda, ambos representan a hombres duros y rápidos a la hora de sacar el revólver, pero mientras uno encarna la nobleza, el otro representa la maldad más execrable.

       «Tom: Oh, comprendo que esos libros de leyes signifiquen mucho para ti, pero aquí no te servirán. Aquí los hombres resuelven sus problemas por sí mismos.
       Ransom: Sí, pero ¿se da usted cuenta de lo que me dice? Mire, usted, me está usted diciendo exactamente lo mismo que me dijo Liberty Valance, ¿entiende?»


       La personalidad narcisista de Valance, egocéntrica y despiadada, se puede apreciar hasta en su caracterización, con ese chaleco bordado a juego con el sombrero y el látigo, y sobre todo con esa chulería innata que Lee Marvin siempre tuvo al moverse por la pantalla, con la que incluso consigue que su personaje muera con esa arrogancia propia de los hombres duros que daba el oeste. El actor compuso un villano de tal calibre que logra permanecer imborrable en la memoria de los espectadores décadas después de haber visto la película; podremos olvidar a Tom Doniphon, podremos olvidar a Ransom Stoddard, pero nunca, aunque queramos, podremos olvidar a Liberty Valance.

       Vera Miles interpreta a Hallie como la mujer de carácter, despierta y dotada de un gran sentido común, que era, pero al mismo tiempo nos transmite su delicadeza, capaz de emocionarse ante una flor o ante un gesto de bondad o coraje. La actriz expresa, en cada mirada de admiración que le dedica a Ransom, el profundo deseo de Hallie de prosperar. La llegada de Ransom despierta en ella el anhelo de ser algo más que una camarera y la futura esposa de alguien —posiblemente de Tom Doniphon—. Ransom abre todo un mundo ante ella, la enseña a leer y la convierte en maestra de párvulos; le habla de ciudades donde se respeta la ley y donde crecen las rosas; y la trata, no como a una simple mujer, sino como a su igual. Y Hallie, aunque nunca deja de tener los pies en la tierra, se siente valiosa y llena de ilusiones; y, como es natural, no quiere renunciar a todo eso.


       «Hallie: Ransom… Si hubieses sido tú en lugar de Valance, yo… (Llora)
       Ransom: Oh, no, Hallie… Hallie…
       Hallie: No puedo remediarlo, me siento tan culpable… No quería que te marcharas. Quería que te quedaras. Podía haberte… Lo siento, perdóname.
       Ransom: Por favor, Hallie… Hallie… (Hallie abraza a Ransom)»

       Podemos contemplar todas esas emociones en los ojos de Vera Miles, que realizó una interpretación contenida de todo un torbellino de mujer, obligada a comportarse con la mesura y el decoro que se esperaba de una mujer de la época; pero con un espíritu fuerte y rebelde, que enamoró a Tom.

       «Tom: Hallie, vuelve adónde deberías estar, no quiero que estés en una escuela que puede convertirse en un tiro al blanco.
       Hallie: ¡Ahora, escúchame a mí, Tom Doniphon, adónde yo vaya y lo que yo haga no es de tu incumbencia! ¡No te pertenezco!
       Tom: Hallie, lo repito: Estás mucho más hermosa cuando te enfadas.»

       Mención especial merecen los trabajos de tres secundarios cuya sola presencia bastan para llenar cada una de las escenas en las que aparecen, me refiero al compañero del héroe y a los secuaces del villano.

       El trabajo del actor Woody Strode como el leal Pompey, empleado y amigo de Tom, se deja sentir en el film como la de un ángel de la guarda, siempre pendiente, silencioso y cercano, aunque su mente parezca encontrarse ausente. La mirada perdida de Pompey, sentado en los escalones de la entrada del bar con su rifle en el regazo mientras espera a Tom, el día de las elecciones, es puro cine. Uno parece estar viendo a una persona real perdida en sus propios pensamientos, quien sabe si recordando un pasado doloroso o, quizás, sumergido en la soledad de saberse hombre de color en un mundo de blancos. Pompey siempre permanece ajeno y distante a todo lo que no esté relacionado con el señor Tom y aunque no se le ve disparar en toda la película, el espectador sabe que su rifle es letal, lo sabe sólo con ver el rostro pétreo del actor Woody Strode al otro lado del cañón. Lo mismo que sabe, al verlo en el funeral de Tom, que nadie ha querido a Tom Doniphon tanto como él. Y si Tom se enfada con él al encontrarle en la escuela, es porque siente que también Pompey le está traicionando al preferir, lo mismo que Hallie, la compañía de Ransom.

       «Tom: Vengo en busca de Pompey. He estado ausente durante tres semanas y todavía no has puesto ni los marcos de las ventanas ni las puertas. ¿Para qué estás perdiendo el tiempo aquí? ¡Vuelve a tu trabajo! Tu enseñanza ha terminado.»


       En cuanto a Floyd, el sádico esbirro de Liberty Valance, interpretado por Strother Martin con una risa histérica y malsana, difícil de olvidar, que acompaña con unos escalofriantes espasmos cuando Liberty da una paliza a alguien con su látigo, hemos de decir que el actor realizó un magnífico trabajo a la hora de encarnar a un secuaz, sumamente rastrero y desagradable, digno del villano compuesto por Lee Marvin. Strother Martin logró hacernos entender que Floyd necesitaba a Liberty para satisfacer su sadismo y su necesidad de seguir las órdenes de alguien.
       El otro secuaz de Liberty, Reese, interpretado por un joven Lee Van Cleef, representa al antagonista de Floyd, ya que mientras éste alentaba el furor de Liberty, Reese era el que detenía a tiempo la saña de su jefe para evitar que matara a su víctima. El rostro y la apariencia atrabiliaria de Cleef, con esa amenazadora sonrisa y ese intimidatorio brillo en sus maliciosos ojos, bastaban siempre para hacerle encarnar a un peligroso forajido, sin necesidad de que el actor realizara grandes actuaciones.


       El hombre que mató a Liberty Valance no supone únicamente el adiós de John Ford a los relatos fronterizos, sino también su homenaje cinematográfico a todos aquellos hombres que hicieron posible la nación y fueron olvidados. Ford pone de manifiesto esa eterna ingratitud, común a todas las sociedades que, olvidando a aquéllos que las hacen posibles, ensalzan a los que aparentan hacerlo. Tom Doniphon, un hombre prescindible en la nueva civilización —ya ni siquiera llevaba revólver cuando murió—, es enterrado en la más absoluta miseria, por la misma ciudad a la que liberó de la tiranía y que continúa rindiendo pleitesía a un falso héroe. Y es que la fama no la alcanzan los que la merecen, sino los que la necesitan para alcanzar su destino.