domingo, 29 de noviembre de 2020

SAKSMANÍA 3
     
“FLOR DE CACTUS” (1969) de Gene Saks
    

       Tercera película de Gene Saks, en la que vemos florecer a una Ingrid Bergman, en 
plena madurez, sorprendiendo y descolocando al cínico Walter Matthau, con un amor inesperado, que siempre estuvo ahí, aunque él no pudiera verlo. En esta comedia de enredo, Saks nos habla, una vez más, de las complejas relaciones humanas, esta vez, con  una historia de amor maduro, entre un mujeriego y una mujer encerrada en sí misma, que termina abriéndose como una flor, dispuesta a aprovechar el tiempo perdido.

       Julian Winston (Walter Matthau), un dentista con miedo al compromiso, tiene una relación con Toni Simmons (Goldie Hawn), una chica bastante más joven que él, a la que ha hecho creer que está casado y tiene tres hijos, para que no lo presione con el matrimonio. Sin embargo, cuando Toni, celosa de su mujer, intenta suicidarse —algo que no consigue, gracias a la rápida intervención de su joven vecino, Igor Sullivan (Rick Lenz)—, Julian, conmovido, decide casarse con ella. Y para tranquilizar los escrúpulos de conciencia de Toni, Julian persuade a su enfermera Estephanie Dickinson (Ingrid Bergman) para que se haga pasar por su mujer y la convenza de que ella también desea el divorcio. La Srta. Dickinson, enamorada en secreto de Julian, se mete tanto en el papel de Sra. Winston, que Toni termina creyendo que sigue enamorada de Julian. De manera que, Julian opta por seguir mintiendo y pide a su amigo y paciente, Harvey Greenfield (Jack Weston), que se haga pasar por el amante de su mujer. El plan de Julian es llevar a Toni a un local de moda, donde Harvey y Estephanie se harán los encontradizos con ellos; pero el irrespetuoso Harvey lo echa todo a perder, citándose allí, al mismo tiempo, con su verdadera novia y poniendo a Estephanie en una situación muy humillante. Toni, conmovida, pide a Julian que acompañe a su mujer a casa y éste, contrariado por no poder pasar la noche con Toni, paga su frustración con la pobre Estephanie, culpándola de haberlo estropeado todo con sus prejuicios contra los hombres y su miedo a vivir. Después de que Julian acompañase a casa a su mujer, Toni piensa que se acostó con ella, y, para quitarle esa idea de la cabeza, Julian inventa otra mentira, que Estephanie es ninfomaníaca y que su matrimonio siempre ha sido un infierno. Por su parte, la Srta. Dickinson, decidida a hacer caso a su jefe, atreviéndose a vivir, acepta salir con el Sr. Sánchez —paciente de la clínica— y lo lleva al mismo local de la noche anterior, donde se encuentran con Julian y Toni, que han salido en compañía de Igor. Éste y Estephanie hacen buenas migas en la pista de baile, lo que provoca los celos de Julian y de Toni, que abandonan el local muy molestos. Al día siguiente, ambos tratan de averiguar si Estephanie e Igor se han acostado. Indignada por el agresivo interrogatorio de su jefe, Estephanie termina renunciando a su puesto, pero, antes de desaparecer de la vida de Julian para siempre, decide aclararlo todo, contándole a Toni la verdad y pidiéndole que perdone a Julian. Sin embargo, Toni tiene sus propios planes con Igor, por lo que provoca la ruptura con Julian, haciéndole creer que Igor es su amante desde hace tiempo. Julian se emborracha y termina durmiendo la mona en el sillón dental. Y ahí se lo encuentra Estephanie cuando va a la clínica, por la mañana, a recoger su cactus.


       “Flor de cactus” fue la primera de las películas de Gene Saks cuyo argumento no se basaba en una obra de Neil Simon ni su guión estaba escrito por él. El guionista fue nada más y nada menos que uno de los grandes colaboradores de Billy Wilder, I. A. L. Diamond, quien realizó una divertida adaptación de la obra de teatro de Abe Burrows, a su vez, basada en una obra francesa de Pierre Barillet y Jean Pierre Grédy. Diamond había trabajado como escritor para varias de las majors de la época dorada de Hollywood, Paramount, Universal, Warner Brothers, Twenty Century Fox, antes de independizarse y de comenzar a trabajar, en 1957, con Billy Wilder, con quien colaboraría durante veinticinco años. La especialidad de Wilder y Diamond eran los diálogos entre personajes inteligentes e ingeniosos que se pasaban el tiempo peleando de una forma bastante educada. Es lo que les sucede, en la película, al dentista Julian y a su enfermera Estephanie, ambos trabajan juntos desde hace diez años, se llevan bien y, aunque no suelen ponerse de acuerdo en casi nada, no pueden pasar el uno sin el otro.


       “Julian: Es como una esposa, una buena esposa. Abnegada, competente, se ocupa de todas mis cosas durante el día. Y, por la noche, se va a casa. A su casa. Y yo, sin problemas ni cuidados, me voy con mi novia. Mi vida está arreglada como a mí me gusta.”

       Obsérvese que la descripción de una buena esposa, por parte de Julian, se corresponde exactamente con la que cualquiera haría de una madre, algo que él mismo corrobora, después, veladamente:

       “Harvey: ¿Te piensas casar?
       Julian: ¿Casarme? ¿Quién piensa en eso?
       Harvey: Hombre, si tu novia te hace sentir así…
       Julian: Mi novia me hace sentir así, porque es mi novia, pero nunca sentiría lo mismo por una esposa.”

       El humor de Diamond, inteligente y ambiguo, juega, durante toda la película, con el doble sentido y el subtexto en unos diálogos ocurrentes y sarcásticos, pronunciados por unos personajes que ocultan sus verdaderos sentimientos con tanta destreza que no solo logran engañar a los demás, sino también a sí mismos.



       “Estephanie: Que le quiera es lo principal, no deseo que termine desesperado o amargado.
       Toni: Oh, comprendo, sobre todo después de un matrimonio tan infeliz.
       Estephanie: ¡No fue tan infeliz nuestro matrimonio! Al fin y al cabo, ha durado diez años y hemos…
       Toni: Observo que no lleva anillo…
       Estephanie: Cuando una cosa ha terminado, ha terminado. Espero que tenga usted más suerte con Julián de la que tuve yo.”

       Diamond obtendría un gran éxito por su trabajo en solitario en este film, siendo nominado al premio de Writers Guild of America a la mejor comedia adaptada. No en balde, la película llegó a ser la séptima película más taquillera en 1970, en los Estados Unidos. La película escrita por Diamond es una comedia romántica, ambientada en los años sesenta, cuya estructura se basa en un enredo, provocado por las interminables mentiras del doctor Winston. La estética, la moda, la música de Quincy Jones e incluso la moral reflejada en el film evidencian la gran influencia sesentera en el guión de Diamond y en la dirección de Saks, quien disfrutaba recreándose en reflejar la vida de Nueva York en sus películas, casi tanto como Woody Allen. Los personajes de Saks, como los de Allen, van al cine, pasean por las calles de la ciudad, charlan mientras comen helados o perritos calientes y salen de copas o van a bailar a locales de moda. Y también Gene Saks, lo mismo que Allen, solía mostrar los conflictos emocionales de sus personajes plenamente integrados en la vida neoyorquina, sobre todo, en la vida nocturna.


       En el año 2011, el director Dennis Dugan realizó una versión, algo mediocre, de “Flor de cactus”, titulada en España, “Sígueme el rollo”, protagonizada por Jennifer Aniston y Adam Sandler. Esta versión apenas tiene nada que ver con el argumento original y renuncia a la elegancia de la película de Saks y a cualquier intento de diálogo ingenioso, para recurrir al humor fácil y al slapstick escatológico; por desgracia, tan habitual hoy en día, en la mayoría de comedias.

       La banda sonora de Quincy Jones fue nominada al Globo de Oro a la mejor canción por: “The times for love is anytimes” (El momento del amor es en cualquier momento), interpretada por la voz aterciopelada de Sarah Vaughan con una dulzura y un romanticismo conmovedores. La canción nos habla de la atemporalidad del amor, que puede surgir en cualquier etapa de la vida, si tu corazón está preparado. Según la canción de Jones, algunas flores tardan en florecer, pero son las que duran más tiempo, porque sólo se abren cuando alguien las hace despertar.

       Estephanie Dickinson florece, de repente, gracias a que Julian Winston comienza a prestarle atención. Estephanie ha cuidado su cactus con mimo durante mucho tiempo, hasta que al fin lo ha visto florecer y también ha cuidado de Julian durante diez años, hasta que al fin él ha reconocido sus sentimientos por ella.

       “Julian: Es una cosa curiosa, me parece que siempre ha sido mi mujer. Podemos evitar la molestia de casarnos.
       Estephanie: Bueno, es una cuestión de fórmula.”


       Julian y Toni creían amarse, pero descubrirán que a veces el amor nos juega malas pasadas, haciéndonos confundir con amor lo que no es más que una mera atracción. Curiosamente, serán las mentiras de Julian, las que consigan sacar a la luz los verdaderos sentimientos de los protagonistas. Con un efecto bola de nieve, cada mentira de Julian da lugar a una nueva mentira, hasta que la farsa llega a alcanzar tal dimensión que los arrastra a todos en una avalancha de emociones desatadas, que los obligará a enfrentarse con la verdad cara a cara.

       La diferencia de edad en las relaciones amorosas es tratada, en el film, como algo que no tiene importancia en sí misma, pero que termina cayendo por su propio peso. Julian le regala una estola de visón a la atolondrada Toni, que se muere por unos pantalones de cuero negro. Y Toni lleva a Julian a bailar música moderna, cuando él se muere por sentarse tranquilamente a tomar una copa.

       “Julian: Me han dejado tirado. Baile usted con ella.
       Igor: Anímese, cualquier día el foxtrot se vuelve a poner de moda.”

       Al ponerse la estola, Toni parece una niña pequeña jugando con el visón de su madre y Julian no sabe cómo hacer que su cuerpo encaje con una música que sólo le genera confusión. Cada generación tiene sus gustos y costumbres, es difícil adaptarse a una categoría social a la que no se pertenece, con ideas y experiencias diferentes y con una cultura que no se parece en nada a la nuestra. Esta distancia generacional irá enfriando los sentimientos entre Julian y Toni, hasta el punto, de que ya ninguno de los dos desea casarse con el otro, aunque ninguno lo declare abiertamente. Será Estephanie la que los libere a ambos, revelando la verdad para que puedan empezar de cero. Por supuesto, Julian y Toni terminarán rompiendo, como no podía ser de otro modo, con una nueva mentira.




       La elegante y natural vis cómica de Ingrid Bergman, cuyo talento no se prodigó 
demasiado en el género de la comedia, brilla en este personaje cómico de sufrida y apasionada mujer madura, enamorada de su jefe, que decide sacudirse el polvo y volver a experimentar la vida con intensidad, al descubrir que él va a casarse con una chica mucho más joven. El personaje de Estephanie Dickinson, que ya había sido interpretado en Broadway por Lauren Bacall, actriz elegante y divertida donde las haya, es el personaje más inteligente del film, pues sabe que todas esas mentiras, que ha ido hilvanando su jefe, son un error, pero, aún así, se presta a ellas para ayudar al hombre que ama, aunque eso suponga renunciar a él de forma definitiva. La interpretación de Bergman, siempre con sus maneras de gran dama, logra conmovernos y hacernos reír, al prestarse sin complejos a encarnar a esta mujer digna y eficiente, que decide soltarse la melena para demostrar al hombre que ama, que ella es mucho más que esa inflexible solterona que todos creen. Personaje inolvidable en la carrera de la actriz, por cuyo divertido trabajo sería nominada como mejor actriz de comedia al Globo de Oro. Premio que Ingrid Bergman ya había ganado en 1959, como mejor actriz principal, por la comedia “Indiscreta” (1958) del director Stanley Donen, donde la Bergman ya nos sorprendía con sus divertidas dotes para la comedia, y en la que su personaje también tendría que vérselas con un “maldito soltero casado” —forma en la que Toni se refiere a Julian—.

       Por su parte, Goldie Hawn realizó una impecable interpretación de la ingenua y cabezota, Toni Simmons, desplegando todo un abanico de simpáticas y encantadoras muecas que hacen que su personaje, en este film, nos recuerde al adorable canario Piolín de la serie de dibujos animados Looney Tunes. La jovencísima actriz ganó el Oscar, el Globo de Oro y el David de Donatello como mejor actriz secundaria por su trabajo en “Flor de cactus”, siendo nominada, además, al Bafta. Su aspecto de jovencita indefensa y sexi, unido a la espontaneidad y frescura que aporta a su personaje, resulta de lo más gracioso. El idealismo del que Toni presume constituye en sí mismo una herramienta para el humor, porque, aunque el personaje de Toni defienda la sinceridad por encima de todo, se engaña a sí misma, engaña a Igor, a Julian, e incluso a la supuesta mujer de éste, afirmando que desea casarse con Julian, pues lo cierto es que desde la obertura del film, Toni se siente atraída por Igor y esa atracción la lleva a poner un montón de impedimentos al matrimonio con Julian; negándose, además, a volver a mantener relaciones sexuales con él, aduciendo cada vez los motivos más absurdos.



       “Toni: No, ahora, no.
       Julian: ¿Por qué ahora no?
       Toni: Igor está ahí al lado, oye todo lo que pasa.
       Julian: Igor estaba ahí al lado siempre.
       Toni: Sí, pero yo no le conocía.”

       En cuanto a Walter Matthau, su personaje del dentista Julian Winston pertenece a esa larga lista de sinvergüenzas y cínicos farsantes encarnados a la perfección por el actor. Matthau se preparó el aspecto profesional del personaje con meticulosidad, dando la impresión de ser un auténtico dentista y ese rasgo profesional es lo único que da cierto toque de respetabilidad a un personaje con una conducta tan poco escrupulosa, moralmente, en lo que se refiere a las mujeres. Julian, aparte de ser un mujeriego canalla, es algo peor, es un hombre que posee una visión bastante sexista de la etapa de madurez del ser humano; para él, que un hombre en la plenitud de su desarrollo se relaciona con una chica mucho más joven, es algo normal; pero si es una mujer la que lo hace, entonces, es ridículo.

       “Julian: Comprenda que es grotesco, una mujer de su edad salir con un jovenzuelo como ése...
       Estephanie: ¿Y qué me dice de sus paternales relaciones con esa cría? Si cree que no resulta ridículo…
       Julian: Un hombre es diferente. Si un hombre mayor sale con una mujer más joven no llama la atención, pero si la cosa es al revés…”

       Afortunadamente, la réplica de Estephanie, que defiende sus derechos sin ofender a nadie, zanja la cuestión con toda elegancia:

       “Estephanie: Usted tiene sus ideas y yo las mías.”



       Pero, aunque la opinión de Julian Winston resulte algo machista, el punto de vista de la película, respecto a esta cuestión, se posiciona claramente del lado de la mujer, tirando por tierra el arcaico concepto de “solterona”, que tradicionalmente solía aplicársele a cualquier mujer madura que no estuviera casada. Curiosamente, en el film el término peyorativo de “solterona” es usado sobre todo por mujeres —no por hombres—, incluso Toni, siendo una chica muy liberal, se refiere a la Srta. Dickinson como “una de esas típicas solteronas, probablemente enamorada de su jefe” y la misma Estephanie, con un profundo patetismo, se aplica a sí misma ese odioso apelativo, ante el hombre del que está enamorada, “francamente, no había proyectado quedarme solterona.”

       Precisamente, la película trata de reivindicar el derecho de las mujeres a vivir su madurez en plenitud y libertad, sin complejos ni represiones, floreciendo conforme a los propios sentimientos, sin importar la edad. La propia Estephanie, enamorada sin esperanzas de su jefe, decide florecer para disfrutar de su feminidad y vivir intensamente, antes de llegar al ocaso.

       “Julian: ¿Sabe lo que he hecho? He creado un monstruo, eso he hecho.
       Estephanie: No, doctor Frankenstein, esta no es creación suya. Esta soy yo, yo, experimentando cosas nuevas, cosas que nunca había hecho y divirtiéndome como una loca.”

       Bajo ese aspecto de eficiencia y frialdad, que mostraba la Srta. Dickinson en la clínica, se ocultaba una mujer divertida, apasionada e interesante pugnando por salir, una mujer que despierta de su letargo al representar el papel de señora de Julian Winston y descubre que le gusta divertirse, conocer gente, beber y bailar. Y no le importa lo que piensen los demás al respecto, porque no piensa parar.


       Los tres secundarios masculinos de la película contribuyen a ensalzar el atractivo de la Srta. Dickinson ante Julian, logrando despertar sus celos y haciéndole descubrir sus verdaderos sentimientos por ella. Por una parte, el morboso Harvey Greenfield, encarnado por el graciosísimo Jack Weston, que únicamente está interesado en meterle mano a Estephanie, a la que llama “Sargento”, porque siempre se muestra implacable ante sus alusiones de carácter sexual.

       “Harvey: El otro día leí en una revista que un dentista de Nueva Jersey tiene enfermeras sin uniforme por arriba.
       Estephanie: No sabía que le interesara la lectura.”


       Por otra parte, el Sr. Sánchez (Vito Scotti), diplomático sudamericano, que persigue con insistencia los favores sentimentales de Estephanie, con una clase y un respeto que despiertan en ella, si no la correspondencia a sus deseos, al menos, sí, su simpatía. La comicidad de Sánchez reside en la caradura con la que contempla el adulterio.

       “Estephanie: ¿Nos acompañará su mujer?
       Sánchez: ¿Mi mujer? No le gustaría a usted, a nadie le gusta. ¿Qué le parece el viernes, después de venir aquí?
       Estephanie: Sr. Sánchez, no puedo, usted es un hombre casado.
       Sánchez: Señorita, no lo entiendo. Si soy un hombre casado es asunto mío, eso no tiene nada que ver con usted. A mí no me importaría que usted estuviera casada.”


       Estephanie elige la mano que le tiende el Sr. Sánchez para florecer, cual Cenicienta tardía, pero saldrá huyendo con el joven Igor, más atractivo y simpático que el bajito Sr. Sánchez. Igor Sullivan, el joven escritor vecino de Toni, al que Julian no soporta por entrometerse constantemente en la vida de su novia —y, después, también en la de su mujer— y por recordarle ese vigor juvenil ya perdido. Julian siente celos de Igor por partida doble y sabe que es un chico muy desenvuelto y muy atrevido, lo que cual le enfurece. Igor es el que más consigue acercarse a Estephanie, a la que considera una mujer estupenda, con la que enseguida conecta, estableciéndose entre ellos, de forma espontánea, una simpatía mutua, nacida, quizás, del interés de ambos por despertar los celos de Toni y de Julian, respectivamente:


       “Igor: No nos pongamos neuróticos por la edad. Es usted una señora muy sexi.
       Estephanie: Soy una vieja sexi.
       Igor: Bien, escapémonos y vivamos de su pensión.”

       En cuanto Toni y Julian ven bailando juntos a Igor y a Estephanie se ponen tan celosos, que ni siquiera se molestan en disimular el uno con el otro.

       “Julian: La verdad es que tu célebre escritor me parece un bailarín muy ordinario.
       Toni: ¿Mi escritor? Es tu mujer la que se está incrustando contra él. Cuando pienso en todo lo que he hecho por ella…
       Julian: ¡Eh! ¿Te has fijado? Acaba de besarla en el cuello.
       Toni: Le gusta darte celos, ¿eh?
       Julian: ¡Claro! ¿Verdad que sí?”


       Estos tres secundarios protagonizan, cada uno por separado, situaciones cómicas en distintos momentos del film y aparecen al mismo tiempo en la hilarante secuencia de la sala de fiestas, en la que vemos a Ingrid Bergman bailando según la moda de los sesenta, con una gracia y una desenvoltura tales que, el eslogan de esta comedia, emulando al de “Ninotchka” —cuando anunciaba: “Garbo ríe”—, bien podría haber sido “Bergman baila”. En esta secuencia, coinciden, por azar, en la sala de fiestas, todos los personajes que han intervenido en la red de mentiras ideada por Julian e interpretada por Estephanie, que, en su ingrato rol de ninfomaníaca, provoca de forma inocente una situación sumamente cómica, escandalizando a Toni, a pesar de su falta de prejuicios e incluso a la desvergonzada novia de Harvey, que se asombra de la supuesta promiscuidad del matrimonio Winston:

       “Harvey: Es la mujer del dentista.
       Georgia: Entonces, la que está con el dentista…
       Harvey: Su novia.
       Georgia: ¡¿Tiene mujer y tiene novia?!
       Harvey: Es mejor que tener dos mujeres.
       Georgia: ¿Quién es el hombre que está con la Sra. Winston?
       Harvey: Su nuevo amigo.
       Georgia: ¿Y el que está con el Sr. Winston y su novia?
       Harvey: Será el amigo de su novia.
       Georgia: ¡Todo esto lo encuentro escandaloso!”


       Nuestro dentista, al ver florecer a su eficiente enfermera, termina por creerse sus propias mentiras y se siente como un marido celoso, que ve cómo su mujer lo pone en ridículo ante todo el mundo. Asimismo, Estephanie, enamorada de Julian, disfruta representando el rol de su esposa, porque, en el fondo, siempre se ha sentido un poco como si lo fuera.

       “Julian: ¿Qué pasó allí, en mi estola de visón, bueno, en la playa? ¡Quiero saberlo!
       Estephanie: ¿Con qué derecho?
       Julian: El de un marido. Permítame recordarle que aún es mi mujer.
       Estephanie: ¡Ya no! ¡Quiero el divorcio!”

       Podría decirse que, entre los dos, han creado, sin proponérselo, una mentira que es más auténtica, para ellos, que la verdad. Porque, como dice la canción de Quincy Jones, “cuando tu corazón esté listo, encontrarás esa primavera… Ésa es la maravilla atemporal del tiempo para el amor”.

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